En la prensa holandesa la llamaron “la batalla de los Bungehuis”. Por un lado, una fuerza invasora sofisticada: el Soho House Group, un negocio de clubes y hoteles para miembros que planta su bandera en todas partes, desde Bombay hasta Chicago y Estambul. Por el otro lado, una ciudad famosa por su “libertad de conciencia cuando se trata de religión, sexo y drogas, pero ligeramente menos laissez-faire en cuestión de desarrollo hotelero.
En medio de esta lucha, entre el negocio de Nick Jones respaldado por capital privado y el grupo de residentes de Ámsterdam, está el mismo Bungehuis: una pieza de arquitectura funcionalista construida a principios de la década de 1930 como las oficinas de la casa comercializadora de granos en su momento de auge. Se pasó a Willem Jacob Klok para que lo terminara después de que el arquitecto original, ADN van Gendt murió mientras realizaba el trabajo, sus líneas simétricas de piedra caliza y de granito, y elegantes ventanales con marcos de bronce son casi arrogantemente modernos al lado de las casa de aguilones del siglo XVII que dependen una de otra como soporte a lo largo del canal de Singel.
Desde la década de 1970, el Bungehuis fue el hogar de la facultad de artes de la Universidad de Ámsterdam. Ante la necesidad de reparaciones, se vendió al desarrollador inmobiliario Aedes Real Estate, que más tarde lo arrendó a Soho House a pesar de que la ciudad, ansiosa por evitar el desbordamiento de turistas, impuso una moratoria a los hoteles nuevos a menos que representen un concepto único y una extraordinaria incorporación al inventario existente.
El primer Soho House en la Greek Street de Londres fue una ingeniosa reimaginación de las casas urbanas georgianas, un ejemplo del eclecticismo de mediados de siglo que se desarrolló de manera deslumbrante en todos los sitios posteriores del grupo.
Pero no así en Bungehuis. El monumental edificio, con sus complejos desafíos de diseño y prohibiciones por su carácter de patrimonio, trascendió la marca Soho House. En el vestíbulo, una vez que pasas por la pesada puerta giratoria, de inmediato vez azulejos grises, muebles de teca y luces suaves, iluminado por una impresionante columna de cristal de vidrio de colores con la altura de una catedral grabada con Motivos art decó.
El rediseño no arrasó por completo la memoria del edificio de la vida de la facultad; en algunos lugares, tiene un ambiente claramente serio que se siente audaz para una marca de hotel tan brillante y contemporánea. Todo el primer piso está enumerado, y sus pasillos enmarcados de madera tienen una tranquilidad fuertemente alfombrada, aquí puedes imaginar que hay más probabilidad de encontrarte con un comerciante de maíz con sombrero de hongo que con un productor musical que regresa a Nueva York.
Como dice Linda Boronkay, directora de diseño del Soho House Group, “Cuando vi el Bungehuis, era una universidad todavía en funcionamiento, y tuve una fuerte sensación de la fantástica arquitectura, el bronce pulido, los azulejos, los vitrales, pero la mayor parte estaba tapada. Las personas que solían estudiar allí estaban asombradas por el nivel de detalle”.
Boronkay supervisó un trabajo de calidad. Se repararon los hermosos azulejos “Mauro” de fabricación holandesa; su color gris tiene un tono rosa aperlado que se refleja en la luz que fluye a través de las vidrieras. Gran parte de los muebles y de la iluminación vintage de mediados de siglo provino de los mercados holandeses.
La habitación 1 tiene un lujoso revestimiento de mármol blanco y negro que corresponde a la oficina del exdirector de Bungehuis, el parquet y los paneles de madera de haya. Hay una pequeña y ordenada cápsula para la regadera y un espectacular baño de cobre en el centro de la habitación. Las modernas comodidades que se encuentran en otros Soho House están en sus lugares habituales: la tetera de plata, los cocteleros de lujo y las radios retro. Es en los detalles de diseño influenciados por Ámsterdam donde la habitación cobra vida: la cabecera tiene forma de viga y las colchas tienen un motivo Art Deco que se parece a los vitrales.
En la azotea, la piscina con calefacción estaba vacía cuando la visité. Mientras nadaba allí y veía las torrecillas, los aguilones y los rascacielos de la ciudad, se me ocurrió que nadar no es el punto principal. Se supone que esto es un panorama privado de tu propio éxito; un lugar para deleitarse no solo en Ámsterdam, sino también en alguna cumbre personal tácita. En el techo, descansando como Gatsby en una cama playera a la sombra, bebiendo tu cóctel con la brisa que sopla a través de los bancos de girasoles y el pasto silvestre, no es difícil ver por qué estos hoteles tienen un atractivo tan generalizado.