La sandía amarilla, que muy poco se conoce de ella en Tepatitlán, don Anselmo Páramo Robles lleva dos años vendiéndola con sal, limón y chile en su puesto de frutas y pese a lo raro de su color, el hombre no sabe a ciencia cierta por qué tiene esa tonalidad ni de dónde proviene, sólo la certeza de dónde poder conseguirla, en uno de los locales del mercado de abastos de Guadalajara y de ahí la lleva a Tepa.
Páramo Robles lleva varios años vendiendo frutas de temporada, en trozos y con sal, limón y chile, en un puesto callejero de apenas dos metros cuadrados, ubicado en la esquina de las calles Santos Romo y Pedro Medina, justo en contraesquina de la presidencia municipal.
Entre las tradicionales frutas se puede observar una sandía común y corriente, partida a la mitad, dejando ver su pulpa amarilla; don Anselmo señala que la gente la confunde casi siempre con piña, pero él les dice que es sandía y como no le creen, les da a probar un pedazo y entonces se dan cuenta de que el hombre no miente.
De hecho, al momento de platicar con el hombre y su esposa que le ayuda en el puesto, una mujer llega y pregunta por la "papaya" que se encuentra en la mesa, por lo que don Anselmo por enésima vez explica que es una sandía amarilla y da a probar un pedazo; la señora se convence y pide que le vendan de ese fruto.
Fuera del color y del sabor menos ácido, la sandía amarilla tiene la misma forma y textura que una roja.
Respecto al origen de esta fruta, algunas publicaciones en internet señalan que la sandía amarilla se originó presuntamente en España de forma espontánea y desde entonces se conservan las semillas para volverla a producir, pues no se han podido obtener de manera artificial y es difícil distinguirlas por fuera, pues la cáscara es igual a la de una roja. Don Anselmo no sabe de dónde proviene su producto tan raro y señala que él la consigue en un local del mercado de abastos de Guadalajara, a donde va todos los sábados a surtirse, aunque sólo la puede encontrar seis meses al año.
"Se vende muy bien esta sandía y me la procuran mucho, muchos creen que es una piña, pero los que ya la conocen la vienen a comprar y a veces se vende más que la sandía roja", añade el hombre.
Un vaso de frutas preparado por Anselmo cuesta entre 15 y 20 pesos, pero si lleva sandía amarilla cobra dos pesos más y le han llegado a comprar una entera, que tuvo que venderla a "buen precio, pues no tenía con qué pesarla, pero el cliente le insistió en llevársela", recuerda don Anselmo.
Y aparte de las sandías rojas y amarillas, también hay blancas, de acuerdo con el vendedor de frutas, pero de ésas, la última vez que fue al mercado de abastos, no pudo conseguir, explicó.
El exotismo de la sandía amarilla en Tepa es tal, que sorprende no sólo a los habitantes de esta ciudad, sino a los que vienen de fuera e ingenieros agrónomos fueron consultados y no supieron dar razón de ella y menos conocerla; tampoco se le puede ver en ningún otro puesto callejero ni fruterías o mercados.