En un tranquilo jardín detrás de las elegantes boutiques y galerías de la Rue du Faubourg Saint-Honoré en París, un bosque encantado evoca el espíritu festivo de los visitantes de Le Bristol Hotel. Aquellos con un buen ojo incluso pueden ver la piel teñida de uno de sus huéspedes permanentes, Fa-Raon, un gato birmano que se escabulle entre las brillantes ramas.
Sonia Papet prepara una serie de experiencias únicas y personalizadas para los huéspedes que van más allá de los restaurantes con estrellas Michelin y los spas de lujo, algo a lo que están acostumbrados.
Estas actividades pueden incluir un recorrido privado por el fabricante de flores artificiales Legeron House; una sesión de fotos personalizada en el legendario Studio Harcourt; o una cena íntima en el Musée Picasso preparada por el chef de Le Bristol,que tiene tres estrellas Michelin, Éric Fréchon.
El lujo siempre ha sido y sigue siendo acerca de la experiencia, desde el servicio a medida en las primeras casas de alta costura, hasta la entrega de 90 minutos y los estilistas virtuales con inteligencia artificial que ofrecen actualmente los minoristas como Yoox Net-a-Porter y Matchesfashion.com. Pero lo que ahora se llama el lujo vivencial es el motor hacia una nueva era para la industria.
La señal más clara hasta ahora del deseo de los principales grupos de lujo de aprovechar esta tendencia se produjo la semana pasada cuando LVMH, el grupo de lujo más grande del mundo por ingresos, anunció la adquisición del grupo hotelero Belmond por 3 mil 200 millones de dólares.
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La cartera de hoteles de gama alta, servicios de trenes y cruceros por los ríos de Belmond se extiende a lo largo de 24 países e incluye el Hotel Cipriani en Venecia y el servicio de trenes Venice Simplon-Orient-Express. El movimiento le da a LVMH un tamaño indispensable en el sector de la hotelería, donde ya posee los hoteles Cheval Blanc y Bulgari Hotels and Resorts, y se suma a otras adquisiciones que capitalizaron la creciente industria de viajes, como su compra en 2016 del fabricante alemán de equipaje de alta tecnología Rimowa.
El primer Orient Express salió de París el 4 de octubre de 1883, con destino a Constantinopla a través de Munich, Viena, Budapest y Belgrado. El baúl plano de Louis Vuitton se desarrolló un par de décadas antes, permitiendo apilar el equipaje en los trenes y en los transatlánticos, en ese tiempo los dos como nuevas formas de transporte. Los testimonios de quienes hicieron este primer viaje del Orient Express evocan el glamour y la elegancia de una época en que el tren era un estandarte de la gloriosa Belle Époque.
Un año antes, había comprado el Hotel Cipriani, que manejaba números rojos, en Venecia por un capricho de la familia Guinness por 900 mil libras. Sherwood creía que podía renovar el Orient Express y utilizarlo para transportar pasajeros británicos -que adoraban tanto los trenes como Italia- de Londres a Venecia, donde se alojarían en su Hotel Cipriani, pasando por París. En ese momento, “la gente pensaba que estaba un poco loco”, recordó Sherwood en una entrevista de 2012. “Dijeron que era una idea divertida pero no funcionaría. La sabiduría popular era que los viajes en trenes de lujo estaban muertos”.
La leyenda dice que en 1893 Frédéric Boucheron decidió trasladar su joyero de París al número 26 de Place Vendôme porque era el rincón más soleado de la plaza, y pensaba que los diamantes en las ventanas brillarían aún más.
Al entrar en la tienda insignia de Boucheron -que se renovó recientemente para coincidir con el 160 aniversario de la marca- la impresión es que entras a una gran residencia privada. Las exhibiciones de joyas y los salones privados de consulta que conforman el primer nivel y los primeros pisos están decorados con una mezcla de muebles antiguos, contemporáneos y únicos, los cuales se completan con obras de arte de la colección privada de François-Henri Pinault, cuyo grupo de lujo Kering es propietario de Boucheron.
Mientras tanto, el Hôtel de Crillon, un hotel Rosewood cerca del Ritz, en esta temporada navideña le ofrece a los huéspedes un paquete con un precio inicial de 150 mil euros. Incluye un traslado en helicóptero desde París a Château de Chenonceau, un castillo de cuento de hadas del siglo XVI en el valle del Loira que fue el hogar de Catherine de Médici.
Hay un recorrido en góndola por el castillo, una actuación del ballet de la Ópera de París, una cena con inspiración renacentista a cargo de un chef con estrellas Michelin y una noche personalizada en una suite. Al día siguiente, los huéspedes regresan en helicóptero al Hôtel de Crillon, para quedarse en la suite de María Antonieta, donde la reina francesa pasó sus primeros años.
La lista de posibilidades se extiende hasta donde llegue la imaginación, y la billetera “Queremos crear una experiencia única que se recuerde con emoción”, dice Papet, la conserje de Le Bristol. “Todos necesitamos soñar”.
YVR