Cuba tiene un encanto que enamora. Es así de simple. No es un viaje para cualquiera: quien busque exquisiteces creadas por la mercadotecnia, debe apuntar su brújula en otra dirección. La isla es para quienes quieran vivir nuevas experiencias, sentir el sabor de los tambores, tomarse una cerveza bien fría y dejar que el viento los despeine sin preocupaciones.
La Habana, su capital, cumplió 500 años en noviembre y no me podía perder la celebración. Me hospedé cerca de Prado y Malecón, en una casa que encontré por Airbnb (sí, la plataforma también funciona en Cuba y resulta la mejor opción para quienes quieren sentirse un poco más locales).
Vi fuegos artificiales, reaperturas, galas y mucha gente en la calle desbordando festividad.
Del Capitolio al Malecón
La Habana hay que caminarla. Una buena ruta es la que arranca en el Capitolio. Esta obra, que es la réplica casi exacta de la de Washington, es una de las obras más impresionantes de la arquitectura isleña. Data de 1929 y su nuevo rostro lo debe a la restauración que arrancó en el 2010, a cargo del historiador Dr. Eusebio Leal.
Su cúpula, revestida de oro, se aprecia desde casi cualquier punto alto de la ciudad. Admiren con calma sus jardines y si encuentran a un vendedor de cucuruchos de maní, compren muchos (por un dólar tendrán hasta 20). Son deliciosos y perfectos para acompañar una Cristal o una Bucanero, cervezas locales de las que los cubanos nos sentimos orgullosos.
En contra esquina está en Gran Teatro Alicia Alonso, que con su nombre honra a la bailarina más famosa que ha tenido el país. Es un edificio extraordinario de 1915 y que alberga, desde mediados de los 70, al Ballet Nacional de Cuba.
Enfrente los espera el Parque Central, custodiado por la primera estatua que se levantó de José Martí en la isla. Podrán reposar a la sombra de sus árboles y si en su parada ven a un grupo de cubanos discutiendo, no se asusten: están debatiendo sobre béisbol de forma apasionada, pero amistosa.
Sigan el recorrido y encontrarán la icónica esquina que forman Prado y Neptuno, inmortalizada por Enrique Jorrín en su chachachá La Engañadora. No los culpo si cantan e incluso bailan un poco: nadie los verá extraño, es una práctica común entre los cubanos.
Sigan por todo el Paseo del Prado, cuyo camellón principal enamoró a Chanel para hacer ahí su pasarela en mayo del 2016. Verán esculturas de enormes leones en cada esquina hasta llegar al malecón.
La Habana Vieja
La parte más antigua de la capital cubana amerita un día entero. Caminen por la calle Obispo, que es peatonal. En la esquina con Monserrate, encontrarán el Floridita, un bar de 200 años donde Ernest Hemingway se tomaba su daiquirí.
Cerca está la Plaza de la Catedral, donde el barroco alcanza su máxima expresión. Y ya estando ahí, deben pasar a la Bodeguita del Medio a brindar con mojito en mano.
Complejo Morro Cabaña
Es la edificación militar más grande de los españoles en América y data de 1630. La vista que ofrece es de las más bellas. Les recomiendo llegar al atardecer y quedarse para el cañonazo de las 9 pm. Lo que ahora es una ceremonia turística, antes era la señal de que todos permanecieran detrás de las murallas y así, evitar ser sorprendidos por ataques de corsarios y piratas.
Qué y dónde comer
Las Paladares se llevan las palmas de la gastronomía cubana. Aunque hay algunas que ya se han hecho famosas por las visitas de personalidades como Obama y Beyoncé, hay otras que ofrecen platillos ricos, abundantes y a precios muy competitivos. Una de ellas es El Biky, a un par de cuadras de las escalinatas de la Universidad habanera (otro de los imperdibles a visitar).
Si bien la comida cubana no es tan variada como la mexicana y tiene una fuerte influencia española, las masas de puerco fritas y la ropa vieja complacerán a los paladares más exigentes.
Lo que no debes hacer
Hacer turismo en la isla no se parece a nada. Algunas prácticas comunes en otros países no funcionan para Cuba. Por ejemplo, si vas a rentar un carro toma en cuenta que es difícil (y caro) tener internet para que el GPS los guíe. Además, los señalamientos no son abundantes y no será sencillo llegar a los sitios de interés. ¿Qué hacer? Muévete en los famosos almendrones, carros de los 50 y 60 que funcionan, a precios módicos, como taxis colectivos.
El tabaco y el ron deben comprarse en tiendas autorizadas (el dutty free del aeropuerto es una buena opción). Si se deslumbran por los precios de la calle, corren el riesgo de que sea mercancía falsificada.
Aunque cada vez es más común el pago de servicios con tarjetas bancarias, no aceptan American Express. Además, tomen en cuenta que hay pocos cajeros automáticos. Viajen con suficiente efectivo y aunque hasta el momento de redactar esta crónica funcionan los CUC, se avecina un cambio de moneda en la isla. ¿Lo más recomendable? Viajen con dólares americanos o euros.