“Pasamos por ti a las 10”. Fue la voz de arranque para realizar mi primer viaje tras casi un año y medio de no salir de la ciudad a causa de una pandemia que ha paralizado el turismo mundial.
Sin embargo, el gozo de viajar por el simple objetivo de descansar, descubrir nuevos lugares o reencontrarse con los favoritos, nunca se han ido.
Y ahí estaba, ya listo para pasar un fin de semana fuera de Ciudad de México, ansioso por conocer las entrañas de la Sierra Gorda, en el norte de Querétaro.
Confieso que había escuchado sobre las misiones franciscanas de la serranía queretana y de sus riquezas naturales, lo que despertaba en mí el deseo de algún día conocerlas, pero no había retenido en mi conciencia el nombre de Jalpan.
Ahora, ya iba para allá sin saber bien a bien con qué me iba a encontrar.
Bernal, punto de arranque
Para los que vivimos en la zona Centro-Bajío de la República Mexicana, Bernal es un punto obligado aunque sea como referencia visual por su singular peña: el tercer monolito más grande del mundo, que con sus 350 metros de altura, se yergue como un milenario centinela.
Aunque mi objetivo era Jalpan y sus alrededores, Bernal tiene mucho encanto, así que pasar de largo sin aprovechar visitarlo al menos para desayunar o comer, es un gran error.
Hay muchas opciones para el paladar y los precios no son elevados. El restaurante Tierracielo vale mucho la pena por su terraza con vista privilegiada a la peña y al pintoresco edificio del ayuntamiento.
Hacia las entrañas de la sierra
Otro error de mi parte: suponía que esta mágica zona se encontraba a poca distancia de la ciudad de Querétaro. Y no, el viaje requiere entre dos horas y media, y tres. Y concentración, tanto del conductor, pues es una carretera de curvas y más curvas durante sus 187 kilómetros, y del viajero, al ser testigo en el ascenso de un espectáculo de altos montes, riscos y valles.
Primera parada recomendada: Mirador de la Tembladera, es la “puerta” para adentrarnos en la sierra y contemplar el Cerro de la Media Luna y el Cañón del Paraíso. Ahí hay una plaza dedicada a fray Felipe Galindo, dominico evangelizador.
Justo aquí uno siente el quiebre, el abandono de lo citadino para ser arropado por la naturaleza, dejar atrás el caos urbano y entrar a un ritmo y atmósfera, refugio de cerros, cañones y ríos. Es la bienvenida de la Sierra Gorda queretana.
Corazón que late
Tras subir y subir entre cerros, toca ahora bajar y bajar. Ya anochece y llegamos a Jalpan. Huele a lluvia y el cielo está nublado aunque ha escampado. Hay un ligero bochorno.
Jalpan de Serra es un punto nodal de la región; hay campus tecnológicos y universidades, así como un hospital regional para atender a los habitantes de Sierra Gorda y que, al menos a simple vista, se ve de muy buen nivel.
Llegamos directo a cenar. Ya nos espera la comitiva. En la mesa, Ana María González, directora de turismo del ayuntamiento, con su asistente Luz Elena Castillo; está también Juan Omaña, de la operadora de tours Xierra Secreta, y Daniel Pérez Flores, hotelero y excelente guía. La anfitriona es Amelia Reyes, gerente general del Hotel Misión, quizá el de mejor ubicación frente al templo de la misión Santiago Apóstol, la joya del poblado.
Amables y receptivos, presumen su orgullo por esta tierra. Hay entusiasmo pero no esconden que la pandemia ha sido un duro golpe que cerró el paso al turismo, una de sus principales fuentes de ingreso. Buscan ahora salir de esta cuarentena forzada.
A partir de ese momento, Ana, Lucy, Juan y Daniel serán nuestros inseparables anfitriones durante las próximas 48 horas para, sin queja y siempre receptivos y pacientes, enseñarnos sus calles, construcciones, restaurantes, misiones, y también sus ríos, grutas, cascadas y cerros. Madrugarán y se empaparán por la lluvia y se resbalarán por el lodo al bajar alguno de los montes.
El sueño de fray Junípero
Sábado de julio. Mañana tranquila. Las calles están limpias, bien cuidadas, no hay abandono. Las fachadas pintadas. Junto al kiosco, un letrero presume: “Jalpan de Serra, pueblo mágico”. En la plaza, decenas de cromáticos paraguas se sostienen en el aire. Huele a café (aquí se produce su grano y se le bebe con orgullo).
Uno llega a Jalpan para explorar la Sierra Gorda. De aquí arrancan las rutas para descubrir esas construcciones levantadas por la fe franciscana y perdidas en “la nada”, así como para hacer ecoturismo.
Hay cinco misiones en la zona, y desde 2003 son Patrimonio Cultural de la Humanidad. La principal y más antigua es Santiago Apóstol y justo está en la plaza principal. Imposible no verla: símbolo y orgullo de los jalpenses, el templo de más de 250 años cuenta su historia y propósito entre cientos de filigranas que se ramifican en la fachada.
El cronista nos cuenta sobre recovecos históricos, se apasiona, explica el sincretismo entre lo español y lo indígena. La lucha de Junípero Serra para arraigar el catolicismo entre los aguerridos pames y jonaces de las entonces agrestes tierras.
Justifica que la Unesco reconozca su valor universal, pide que veamos los detalles: ahí están Santo Domingo y San Francisco, propagadores de la fe; ahí, también, la Virgen del Pilar y la de Guadalupe en armónico mestizaje, y más arriba el águila bicéfala, tan hispana como mexicana.
Es apenas el inicio para conocer la historia de los evangelizadores y de sus pasos que dejaron en la piedra labrada.
Las otras cuatro misiones, Tancoyol, Tilaco, Landa de Matamoros y Concá, están saliendo de la zona urbana pero a “tiro de piedra”, por lo que se recomienda tener como base de hospedaje Jalpan.
La Misión de Santa María de la Purísima Concepción del Agua de Landa –sí, así de largo el nombre– está a menos de 20 km, en el municipio de Landa de Matamoros, y su fachada es de rojo intenso, tiene santos y más santos, y hasta sirenas.
También en Landa de Matamoros está la misión de San Francisco de Asís del Valle de Tilaco con su campanario más alto y estilizado.
Regresamos a Jalpan, ahí igual de monumental está la Misión de Nuestra Señora de la Luz de Tancoyol con una fachada más elaborada. Hoy destaca un santo que hace unos años pasaba desapercibido: San Roque, protector ante las epidemias.
Ojo, pese a estar en Jalpan, llegar a ella se requiere tiempo y paciencia al estar a unos 58 km en una ruta de muchas curvas pero, créanme, vale la pena.
Por último, a 32 km, la Misión de San Miguel de Concá, la más pequeña, en el municipio de Arroyo Seco, es muy singular por sus muros de tablero y sus ornamentos de mazorcas.
El cronista queretano Eduardo Loarca Castillo escribió en Artes de México: “Jalpan: la defensa de la fe; Concá: la lucha del bien contra el mal; Landa: la Virgen María como fuente de la gracia; Tilaco: como glorificación de san Francisco de Asís, y Tancoyol: María como fuente de luz”.
Apenas tengo un par de días para ahondar en estas tierras. Falta tiempo y me falta espacio en estas páginas para describir lo que encuentro; las misiones son una cara de lo que Jalpan y la Sierra Gorda ofrecen. Aún no recorro la otra parte que resguardan estas tierras: sus joyas naturales. _ (Continuará)
Y además
Los bellos rincones del norte queretano
Las cinco misiones completan la gran belleza e idiosincrasia de los evangelizadores y las huellas del sincretismo, empezando por la de Santiago Apóstol, en Jalpan; Misión Nuestra Señora de la Luz de Tancoyol fue terminada en 1766 y cuenta con la fachada más elaborada de todas. La Misión Santa María de las Aguas de Landa, construida por fray Miguel de la Campa entre 1760 y 1768, hace referencia al final de la conquista espiritual de la Sierra Gorda.
La Misión San Francisco del Valle de Tilaco es la más pequeña y sencilla . Finalmente, la Misión San Miguel Concá, levantada por fray José Antonio de Murgía, la más mestiza de las cinco.
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