Las vacaciones deben ser para restaurar la salud y las relaciones. Aunque también depende del lugar al que vayas.
Una amiga acaba de regresar de un breve descanso en el que asistió al festival de música de Salzburgo, el cual encontró inundado de políticos, entre ellos la primera ministra británica. Hay pruebas anecdóticas de que la audiencia se escapa de las inquietantes noticias sobre el Brexit en el programa Today de BBC Radio 4 para escuchar la tranquila música clásica de Radio 3. No sabía que después de hacernos pasar por esta crisis, los políticos también buscan un consuelo similar.
Ya estoy de regreso de mi propio descanso, después de encontrar una granja para alquilar en Francia que lograba ser idílicamente remota y ofrecer banda ancha de alta velocidad, la ecuación que promete el mayor grado de felicidad. Viajamos por Eurostar (en la historia de los servicios programados, ¿existe un tren de clases medias más bien pensado que el servicio de verano de sábado por la mañana a Aviñón?) y los jóvenes tardaron un poco más, ahorraron unas cuantas libras con un vuelo al amanecer desde Luton, porque cuando estás en tus veinte el dinero es valioso y el tiempo es barato.
A medida que los recién llegados se acercaban de forma instintiva hacia el código del wifi en el router, les daba la noticia de que no funcionaba internet. Y que era durante un fin de semana. Y que estábamos en Francia.
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Muchas personas hablan de que buscan tomar un descanso de Internet, moverse a un mundo más lento de mercados artesanales, campos de lavanda y libros junto a la piscina. ¿En verdad? Nosotros, los que somos mayores de 40 años, recordamos esos días cuando intentábamos ubicar el World Service (BBC World Service) en el radio de onda corta y encontrar copias que se imprimieron tres días antes del Daily Express, con su color amarillento sobre un estante en el tabac (estanco) del pueblo. Es mucho mejor comer croissants recién hechos después de descargar cinco de los diarios a las 7:30 de la mañana.
Mis quejas a nuestra empresa de alquiler se volvieron tan pomposas como inútiles. ¿No sabían que ahora internet es un servicio público, tan importante -no, más importante- que el agua caliente? Un hombre llegó en una camioneta van blanca con un par de desarmadores y se volvió a ir encogiendo los hombros. Eso no era algo bueno. Alguien, en algún lugar, cortó la línea telefónica. Eso hizo evidente que la revolución de Emmanuel Macron todavía no se galvanizaba en el negocio de las telecomunicaciones.
Nuestra semana de aislamiento digital reveló hasta qué punto el trabajo y las actividades de esparcimiento se volvieron más o menos inseparables -los empleados se van con la expectativa de mantenerse en contacto todo el día. Los emprendedores y trabajadores independientes se jactan de que pueden trabajar desde cualquier lugar, pero solo pueden hacerlo con una conexión decente. Ninguno de nosotros tiene la confianza suficiente para salir del radar.
Mientras tanto, en la granja, ocurrió algo más. Como en un cuento moderno de moraleja, comenzamos a tener conversaciones reales sobre las expectativas modernas del trabajo; las presiones de colegas que tienen grandes logros; la envidia que tenemos de aquellos que realmente disfrutan de su trabajo; la divertido de tener opciones de carrera profesional más liberadas. Debatimos la libertad de los contratos en donde no se especifica el horario laboral en comparación con la imposibilidad de poder comprar un lugar para vivir; el placer de trabajar en una escuela y ver un impacto beneficioso en los estudiantes.
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Los jóvenes regresaron a un tema constante: ¿con quién cambiarías tu vida? La atracción inmediata fue por el dinero. Naturalmente, el nombre de Elon Musk surgió pronto. Entonces alguien optó por Richard Branson. Señalé que habían pasado por alto 40 años de vida. Respondieron que valdría la pena para tomar un atajo en la búsqueda, intercambiar el esfuerzo por los logros. Otro decidió que estaría feliz de cambiar con el Príncipe Felipe. Sería bueno saber que ya te encuentras en los libros de historia. Parecían dudar de que las personas mayores cambiarían para volver a tener 25 años.
Estas confesiones de vacaciones se produjeron porque nos vimos obligados a prestar atención uno al otro. Por lo general, nuestro tiempo lo pasamos medio escuchando o viendo. Entramos y salimos entre una conversación real y las voces de internet en nuestras cabezas. Rompemos el ritmo para empezar a buscar en Google y poder demostrar un punto. Destruimos el entretenimiento que hacemos nosotros mismos al pasar rondas de videos. Buscamos innecesariamente el dispositivo. El verdadero don humano, por supuesto, es el tête-à-tête.