Pasaron los estragos de la Segunda Guerra Mundial y el mundo trataba de volver a la normalidad. Después de 12 años de ausencia, la Copa del Mundo volvió a celebrarse, solo que se apostó a volver a los orígenes.
Después de dos ediciones en Europa, el Mundial regresó a América y se celebró en Brasil, que estuvo neutral durante el conflicto bélico y que a su vez servía como la fiesta perfecta para un país que partía como favorito para alzar la copa, nombrada Jules Rimet en homenaje a los 25 años de gestión del directivo francés al frente de la FIFA.
Participó un total de 13 países: seis europeos y siete americanos. Uruguay, ausente en Italia 1934 y en Francia 1938, regresó a la justa, mientras que Inglaterra participó por primera vez en la Copa, gracias al reingreso de las Federaciones Británicas de Futbol con FIFA.
Una edición atípica
Con un número desigual de participantes, Brasil 1950 es el único Mundial que no celebró una final como tal. Se dividieron los equipos en cuatro grupos: Grupo 1 (Brasil, Yugoslavia, Suiza y México), Grupo 2 (Inglaterra, España, Chile y Estados Unidos), Grupo 3 (Italia, Suecia y Paraguay) y Grupo 4 (Uruguay y Bolivia), enfrentándose todos a la vez.
De estos cuatro pelotones, avanzaron los ganadores de cuatro grupos y enfrentaron una Liguilla de cuatro (una especie de Final Four o de cuadrangular) en el que el equipo con más puntos se proclamaba campeón.
El Maracanazo
Brasil llegó a la última jornada con todo para ser campeón del mundo por primera vez en su historia, al golear por 7-1 a Suecia y por 6-1 a España, mientras que Uruguay había rescatado un empate ante España (2-2) y le ganó 3-2 a Suecia.
Pero lo que muchos daban por hecho era un triunfo de la Canarinha por trámite, lo cual no sucedió. Friaça adelantó al país anfitrión a los 47 minutos, pero vino la remontada con goles de Pepe Schiaffino (65’) y Alcides Ghiggia (79’), los cuales silenciaron al Maracaná. Con cinco puntos, uno más que Brasil, Uruguay era campeón.
Casi 200 mil aficionados quedaron atónitos por el resultado: muchos brasileños lloraron la derrota. Incluso Jules Rimet entregó la copa al capitán Obdulio Varela casi a escondidas. Los únicos festejos que hubo en Río de Janeiro fueron charrúas.
Aquella sorpresa se le conoció como el Maracanazo y se ha mantenido como la más grande en la historia del futbol.
AGB