Hace ocho años, Guillermo Ochoa, portero de la Selección Mexicana, se convirtió en la figura del equipo al detener un cabezazo de Neymar en Brasil; hace cuatro años, Memo sacó un disparo del ángulo en el partido frente Alemania. Hoy, en Qatar 2022, el guardameta se puso otra vez el traje de héroe.
Miércoles, día laboral y de escuela en México. Con frío y nubarrones que no dejaron advertir la presencia del sol, los mexicanos se comenzaron a reunir en el FIFA Fan Festival, en el Monumento a la Revolución. La misión: ver al equipo nacional debutar en el Mundial frente a Polonia.
La experiencia, como suelen ser este tipo de eventos, no sólo fue la pantalla frente al monumento; canchas para echar la tradicional reta, conos para conducir el balón en zigzag, tableros para dejar caer una ficha y ganar premios patrocinados por todas esas marcas a las que le conviene que asociemos su nombre con el deporte.
El futbol, popular como él solo, convocaría a cientos, miles de personas en la Plaza de la República: muchachos con sus turbantes árabes, otros con sus uniformes de las escuelas a las que no entraron; hombres con sus trajes con los que se presentaron a trabajar; y otros, la mayoría, con playeras de la Selección.
Algunos resaltaron de entre la multitud por razones obvias, vestidos con una botarga de oso o con una de Jaime el Duende, personaje que alcanzó la fama a principios de los años 2000 en el programa de Facundo.
Pero otros, en cambio, lo hicieron por razones más nobles. Don Miguel, por ejemplo, un hombre viejito y pequeño, se paró con una sonrisa en medio de la multitud y, con una sonrisa, gritó “México, México, ra, ra, ra”; mientras, en sus manos, un cartel escrito en el resto de una hoja blanca.
“Soy Miguel, quiero que me den un abrazo bien fuerte”, se leía.
El futbol canta, cuenta, narra, enfurece, promete. Es para miles, quizás millones, la esperanza de pasar un buen rato, de poder cantar una porra mientras se abrazan con un desconocido que lleva la misma playera que ellos. El pretexto perfecto para quitarse las máscaras con las que salen todos los días a la calle.
Las chelas sin alcohol rápidamente reemplazaron al café, a pesar del frío y sin que supiéramos que en unos minutos ya venía el sol. Los aficionados se concentraron frente a la pantalla, pues el himno de México comenzó a sonar en las bocinas y, con él, todos saludaron a la Bandera.
En la pantalla, Alexis Vega, jugador de Chivas, no logró contener las lágrimas y lloró cuando la cámara pasaba frente a él. Un hombre que se encontraba junto a mí dijo entonces: “A huevo”; supuse que se identificó con el sentimiento: representar y pertenecer a algo que es más grande que nosotros, un equipo o un país, por ejemplo.
Empieza el partido
El partido empezó y la mayoría de los asistentes en el FIFA Fan Fest acompañaron. Cada barrida, cada saque de banda, cada encare entre los rivales fue celebrado por todos los presentes: aplausos y exclamaciones ante todas las jugadas que permitieron las reglas del juego.
Sin embargo, la intensidad de los futbolistas cayó tras los primeros minutos y el juego comenzó a transcurrir en su mayoría en medio campo. Los porteros apenas se debían mover de su sitio para ponerle fin al peligro de los intentos del rival.
No obstante, los presentes respondían a cada jugada, mucho estaba en juego. Cada tanto, algunos valientes hacían el tímido intento por organizar una porra “México, México, México”, pero pronto venían a menos y se regresaba al murmullo que estallaba en cada buena acción de un compatriota.
El grito tan temido por FIFA también se hizo presente entre los asistentes al Fan Fest en el despeje del portero polaco Wojciech Tomasz Szczęsny; sin embargo, no volvió más tras aquella primera vez, sin que hubiera una llamada de atención, como lo marca el protocolo emitido por el órgano regulador del balompié.
Ochoa ataja el penal
Sin sobresaltos, el partido estuvo trabado hasta superar la mitad del mismo. Todo cambiaría cuando Héctor Moreno se precipitó y jaló de la playera al delantero polaco del Barcelona, Robert Lewandowski, quien cayó al suelo mientras intentaba rematar a portería.
La acción pasó inadvertida por todos, hasta para los jugadores, pues el juego siguió un par de jugadas más; pero el VAR llamó al juez central Chris Beath para que revisara la acción, ya que podía tratarse de un penalti.
La decisión fue reclamada. Los que saben chiflar, chiflaron; los que no, gritaron. Lo único constante fueron las caras de consternación, todos lo sabíamos, Ochoa tenía más de una docena de penaltis sin poder atajarlos en la liga local.
Todos lo sabíamos, menos el delantero y gran estrella de Polonia. Imagino, ahora, que Robert en su tiempo de flojera está tirado en su sofá viendo todo menos la liga de ese país recóndito que le queda tan lejos. Y, por descarte, tampoco ve esos programas que tanto nos gustan en los que dos antagonistas se gritan por decidir quién es el mejor delantero de nuestro torneo.
Es por eso, quizá, que Ochoa volvió a hacer lo que tan pocas veces le dio resultado: lanzarse a la izquierda. Para sorpresa del mundo, el hombre vestido de azul, flaco y con chinos se encontró con la pelota en su lance.
La consternación se transformó en histeria. En la Plaza de la República, los presentes se abrazaron, gritaron y expresaron la emoción de todas las formas que se les permitió. La cerveza voló, algunos sombreros charros hicieron lo mismo.
“Hay que tener fe, no creían en Ochoa”, dijo Irving, un joven que estaba acompañado por sus amigos mientras mostraba una sonrisa amplia.
¿Qué sigue para México en Qatar 2022?
El calendario de la FIFA, el próximo partido de la Selección Mexicana será contra Argentina el 26 de este mes; pero para los aficionados, lo que sigue es seguir confiando, esperar a que los 11 paisanos que salgan al césped puedan hacer buen papel y le hagan frente a su historia.
Argentina, tres veces verdugo de México en copas del mundo, será la próxima prueba del combinado nacional.
Mientras, algunos muestran pesimismo ante el escenario, el rival y el destino. Otros esperan con ilusión que los paisanos, Guillermo, Alexis, Uriel, Héctor, Hirving, Raúl, saquen el resultado.
Imagino, en el sol de mediodía, que escondemos nuestra ilusión en la desconfianza para no salir decepcionados cuando las cosas no salgan como queremos. Sin embargo, en el fondo anhelamos no tener que esperar otros cuatro años para llegar a donde nunca antes: el quinto partido.
EHR