La hermosa crisis de Atlas en 1981

Del 17 de enero al 11 de abril de 1981, los rojinegros tuvieron la peor racha sin gol; aunque en la actualidad los Zorros tienen la pólvora seca, Gerardo Masciarelli no le desea a nadie lo que vivió hace 40 años.

El Atlas de la temporada 1980-1981; después llegaría Héctor Pitarch, quien rompió la malaria (Especial)
Rodrigo Camacho
Guadalajara /

Por increíble que parezca, las crisis pueden ser hermosas. Al menos Gerardo Masciarelli así define su etapa en Atlas; una época en la que se pelearon descensos, se hicieron históricos por las razones menos deseadas y donde la institución tenía bastantes carencias. A pesar de ello, el cariño por los colores, según el ex jugador, superaba cualquier cosa.


“Fue una época dura, pero para mí, hermosa”, dice Masciarelli sobre aquellos primeros cuatro meses de 1981. Después de un inicio de torneo prometedor, el olfato goleador de los Zorros desapareció por completo. Atlas encadenó la que sigue siendo la racha más larga sin marcar en la historia del futbol mexicano: 11 partidos.
“Todavía se me eriza el cuerpo cuando la recuerdo (…) La incertidumbre, la falta de sueño, pierdes las ganas de disfrutar, no se disfruta nada, no se disfruta la comida, no se disfruta nada. Estás pensando realmente cuál es el problema y lo nuestro fue ahogante. 11 partidos es un récord mundial yo creo, creo que es el único récord que tengo”, bromeó al final Gerardo al recordar aquel periodo entre el 17 de enero y el 11 de abril.

Aquel maleficio necesitó de un exorcista, como se le nombró a Héctor Pitarch, el argentino que rompió con el ayuno del club en cuanto a goles. Aquel final de la racha se festejó como pocas victorias en la historia de los rojinegros y Gerardo Masciarelli recuerda perfectamente el momento, lo que sintió, y hasta la divertida anécdota de aquella tarde.

“Íbamos 0-0 siempre con la tensión de poder hacer un gol. Y cuando hace el gol, que fue un buen gol... entre respirar profundo, gritar fuerte y tener a un rival a un lado que fue ex compañero, el Güero Aceves, lo grité y me miró: ‘solo a nosotros nos pueden hacer un gol’”, contó entre risas.

El ambiente del Jalisco aquella tarde tenía aires de lo que había ocurrido hacía 30 años en Guadalajara. Pitarch salió en hombros después de la victoria ante Tampico. El público olvidó por completo que su equipo seguía inmerso en una crisis que los llevó a pelear la permanencia ante Unión de Curtidores.


“Después seguimos dando tumbos, pero sacando puntos todavía haciendo unos goles. Peleamos el descenso ese año contra Curtidores, que afortunadamente, ese la libramos, pero el equipo siguió así. Nos costaba hacer goles. El problema es que cuando hacíamos goles nos hacían más”, recordaba de nuevo entre bromas.

El agobio y la experiencia de la mala racha llegó a tal grado en 1981, que Gerardo Masciarelli prefiere seguir siendo recordado por pertenecer a aquella generación a que alguien más tenga que pasar por ese camino. Ante el cuestionamiento de si preferiría que en algún momento una generación rojinegra superara aquellos malos registros, el ex jugador no tuvo ninguna duda en su postura.

“¿Que rompieran nuestro récord? No, para nada. No se lo deseo a nadie, es una cosa horrible. Espero que pronto la puedan sacar (la racha negativa)”, finalizó en la conversación un Masciarelli que recuerda con cariño aquellas etapas de sufrimiento, aunque en la actualidad lo vive con su hija, arquera en la Liga Mx Femenil, pero nada como lo que sucedió hace cuatro décadas.

A mí me tocó pelear descensos, etapas duras, complicadas, donde el amor al club era muy grande porque había muchas carencias pero se jugaba y uno era feliz”, así resume su paso como futbolista. Sigue viendo los partidos de Atlas, siente las derrotas como propias y acepta que los malos ratos todavía le duelen.

A cargo de una cadena de restaurantes, Gerardo Masciarelli está satisfecho con lo que hizo como futbolista en un ambiente al que nunca le interesó volver después de colgar los botines. Su temperamento, dice él, habría sido su principal obstáculo para ser entrenador, y aún más si pretendiera ser directivo. Por el momento prefiere cargar con una loza pesada e histórica; en los buenos momentos todos quieren aparecer, pero en los malos él sigue levantando la mano.

​SRN

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