Es imposible privarse de la ilusión de lo que últimamente engloba a los Rojinegros del Atlas. El equipo de Diego Cocca es reconocible, la afición se fusiona en una sola voz cántico por cántico y el Estadio Jalisco de ha convertido en un portal que disminuye las habilidades de los visitantes.
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El triunfo de los Zorros se explica desde la mística. Esa que llegó al Jalisco para que el último pase fallara, las definiciones se desviaran y la concentración abandonara a los Tuzos en el último minuto. El equipo de Guillermo Almada se fue muy castigado del Coloso de la Calzada Independencia.
El corazón de Atlas latió mejor que nunca en esta fase final. La Fiel entregó su mejor entrada de la liguilla cuando el equipo más le necesitaba. Desde su grada hizo su partido. Presionó como un jugador más y festejó ambos goles como si ellos los hubieran marcado.
El Estadio Jalisco fue agradecido. Poca o nula afición de los Tuzos, quizás por eso la recompensa del gol jamás llegó para el equipo de Guillermo Almada. En cambio los rojinegros, que quizás habían merecido un solo tanto, aprovechó los méritos de sus seguidores para terminar una mejor ventaja.
Que otra razón tendría ilusionar a una afición si no es para recompensarla al final del trayecto. Siempre que el rival llega pero no anota y viceversa, los mensajes de la fortuna y el destino son claros: han escogido a su predilecto.
Un equipo que estaba acostumbrado a arrastrar pesadillas, ahora se permite soñar más que nunca. Están a 90 minutos de consolidar definitivamente la mejor etapa de sus casi 106 años de historia.
MC