Al minuto 95 el corazón del cruzazulismo se detuvo por un instante... pero para latir de nuevo con más fuerza. Hoy, Cruz Azul recuperó la memoria y la sangre en las venas para reclamar su lugar en la mesa de los grandes del futbol mexicano. Sí, La Máquina lo logró. Venció a los fantasmas que lo atormentaron durante 23 años, y con puño en alto puede gritarle al mundo que es CAMPEÓN. La novena llegó.
En el césped del Estadio Azteca, los hombres de Juan Reynoso desafiaron los miedos y conquistaron la gloria, al empatar (1-1) con Santos, un digno finalista que le metió nervio al juego, e imponerse en el global 2-1. Cruz Azul exhala tranquilo, ya sin esa carga tan abrumadora del pasado y con un futuro promisorio. pero aún no es tiempo de pensar en ello; hoy, con todo merecimiento, La Máquina merece celebrar esta noche mágica que tanto soñó.
Vivir con el sufrimiento
No fue un partido tranquilo. Si algo nos ha enseñado la historia reciente de Cruz Azul, es que este equipo debe pasar irremediablemente por un camino espinoso y de sufrimiento para alcanzar la gloria. En La Máquina no hay jornadas tranquilas, menos en Liguilla, mucho menos en Finales; por cada paso que el cuadro celeste da hacia la liberación, hay una carga fantasmal que busca llevarlo al fracaso. Y así pasó de nueva cuenta por unos instantes del juego.
En media hora de partido, La Máquina había solventado cualquier tipo de llegada lagunera; aferrado al plan del jueves, Juan Reynoso decidió aguantar la venta. Gran error, porque Santos tuvo una y la capitalizó.
Al 37 se instalaron los miedos de nueva cuenta: avance por el centro del campo, Alan Cervantes pasa a Diego Valdés, éste encuentra un hueco entre la marca celeste, se acomoda y saca un zurdazo que deja sin oportunidad a Jesús Corona. ¡Golazo! Santos se metía de nuevo a la serie e instalaba las dudas en el pueblo cruzazulino.
Lo más importante para el conjunto de Juan Reynoso fue que pronto llegó el medio tiempo, la parte inicial se había desperdiciado y ahora estaba obligado a rectificar para no quedarse con las manos vacías. Cruz Azul se volvía a subir en esa cuerda floja que lo condenó al abismo en las seis finales anteriores.
A reescribir la historia
Juan no esperó más y movió su banca en el entretiempo: Santiago Giménez y Yoshimar Yotún por Orbelín Pineda y Roberto Alvarado. Con un centro delantero nominal, Reynoso trataría de recuperar la ventaja en el global. Y por poco le sale a la primera, en un trazo largo que Santiago ganó en velocidad, sacó a Acevedo, pero quedó en una posición incomoda para disparar, y su centro a Romo no fue preciso.
Pero era el aviso que necesitaba dar Cruz Azul para advertir que esta noche no sería igual que las otras. Hoy se reescribiría la historia.
Así fue. Vino un tiro de esquina para Santos, la zaga rechazó y Guillermo Fernández fue a la pelea para provocar que la pelota saliera a territorio de Rivero, quien con un cabezazo habilitó a Yotún; el peruano aguantó la carga de su marcador y sacó el centro bombeado para el cierre de Pol y de Jonathan Rodríguez; el uruguayo cerró con más fuerza y se llevó la gloria de vencer a Acevedo para empatar el juego y darle de nuevo la ventaja a los celestes.
La anotación liberó al equipo y al público en el Azteca; ahora sí, este Cruz Azul tenía la cara del líder del torneo y su público lo echaba para adelante. Venían los minutos más difíciles, los de dejarse la piel por ese título.
¿Hubo nervio? Sí. ¿Tensión? También. Pero hoy no aparecería el remate de Glaría, el poste de Yosgart o el cabezazo de Moisés Muñoz. La Máquina echó manó del oficio y la casta que con Juan Reynoso ha recuperado; sí, el último capitán que había alzado el título de Liga tuvo que llegar para recuperar ese campeonato. Vino en breve conato de bronca y todo parecía ya decidido. No habría una mala pasada. Ya no.
La reconciliación
Llegó el minuto 95. El pueblo cruzazulino retumbaba en el Azteca, sabedor que en esos instantes finales el apoyo no podía menguar; sus gritos y sus cánticos eran necesarios para fulminar a los últimos fantasmas. Sí, equipo y afición encontraron la comunión perfecta y se sublevaron a esos 23 años de tristeza. Entonces se escuchó el silbatazo final de Fernando Hernández, y toda el alma celeste exhaló con alivio. Esta noche La Máquina se reconcilió con su historia y su grandeza; hoy, este equipo de nuevo se conjuga en presente, ya sin ninguna deuda con el pasado: Hoy, Cruz Azul ES campeón.
FCM