La era de Sergio Markarián con Cruz Azul sin duda alguna ha sido una de las mejores que ha tenido La Máquina en los últimos años. El entrenador uruguayo llegó para el Apertura 2007, y un semestre después llevó al equipo a la Final, con varios cambios que fueron cuestionados, pero que dieron resultados.
El timonel no logró clasificar a los cementeros en su primer torneo al frente, por eso para el siguiente tomó decisiones que sí, realmente escandalizaron al interior de La Noria.
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Para empezar, sentó a Óscar Pérez, ídolo y referente en la institución. Un golpe que pocos entendieron, porque además el Conejo tenía una trayectoria envidiable. Aún así, el timonel contó a sus cercanos que veía ya algunos errores en él, y que era momento de darle oportunidad a alguien más, trabajarlo para el futuro. Ese alguien más fue Yorgart Gutiérrez, quien cumplió cuando se le dio la oportunidad.
Además, hizo a un lado a César Delgado, Richard Nuñez y Jared Borgetti, elementos de renombre y al menos el primero, también muy identificado con la afición cementera.
El equipo robó miradas con los paraguayos Carlos Bonet, Cristian Riveros y Pablo Zeballos; además del uruguayo Nicolás Vignieri.
Los aficionados no podían cuestionarle a Markarián sus arrebatados cambios. Les gustaba la forma y los resultados de su equipo. Con 31 puntos llegaron como terceros a la Liguilla, pero ya en la Final contra Santos no lograron coronar ese trabajo.
El timonel uruguayo terminó su contrato con La Máquina (solo firmó por un año), y a la hora de sentarse a negociar su continuidad puso sobre la mesa a tres jugadores que quería para su plantel. Tres jugadores clave y caros, según contó a MILENIO-LA AFICIÓN un directivo cementero: Federico Vilar del Atlante, Darío Verón de los Pumas, y Giancarlo Maldonado, también de los Potros.
EL portero fue un sueño de muchos años para los celestes, pero estaba muy arraigado como azulgrana, y estaba cotizado en 8 millones de dólares. El mismo caso ocurrió con Darío Verón, quien no se quería mover de Pumas, y Maldonado a quien tazaron en 6 millones de dólares, una cantidad exorbitante para aquella época en la que el mercado movía a los buenos jugadores por tres o cuatro millones de dólares
Fue así que las fuertes cantidades de dinero y la negativa de los jugadores, hicieron imposible los fichajes que quería Markarián. La directiva celeste fue muy clara en ese aspecto, porque además, ya para el Clausura 2008 habían gastado en los refuerzos que pidió el entrenador.