Todos los reencuentros generan una expectativa de acuerdo a la relación previa y a la situación actual de los involucrados. Parece que a José Juan Macías le quedaba mejor el verde que las rallas rojiblancas, al menos eso decían los números. El enfrentamiento entre el canterano del Guadalajara y León se esperaba que fuera la mitad de exitoso que cuando se invirtieron los papeles.
José Juan era el claro referente en el ataque, tanto así que las principales opciones de gol pasaron por sus zapatos. La primera de ellas apenas al minuto 8, cuando desperdició un arco sin portero y dejó escapar la primera anotación. Era como si el pasado le pesara en los hombros y le impidiera marcarle a su ex equipo.
Chivas fue amo y señor de los primeros 45 minutos del partido, pero sin esa insistencia que le diera oportunidades claras de marcar. José Antonio Rodríguez se convirtió en un espectador más e intervino poco en el encuentro; sus compañeros se encargaban de que Rodolfo Cota fuera el arquero más preocupado de la tarde.
Macías continuaba impreciso con el pase del tiempo. Corría, apretaba, se desgastaba; gran trabajo como primer defensor, no tanto como el último atacante. El contexto lo ponía como protagonista, pero sus ex compañeros parecían conocerlo demasiado bien para dejar que les hiciera daño.
Llegó la segunda mitad y esta vez no hubo un segundo equipo del Guadalajara. El Rebaño logró conservar las mismas intenciones, la misma intensidad y continuó proponiendo la victoria. El rival, desgastado físicamente y sin ideas claras al frente, veía cómo el esférico iba de un lado a otro sin intervenir en el partido.
Al minuto 58 Jesús Sánchez envió un servicio raso desde la banda derecha a donde no había nadie pero segundos después apareció Macías. El 9 rojiblanco aguantó la presión a sus espaldas, tanto la física como la de las expectativas, para abrir el marcador con una media vuelta y un disparo cruzado. Se terminó la incertidumbre de irse en blanco ante su ex equipo. Festejó con un par de besos al escudo, uno para quedar a mano por haber hecho lo mismo con el emblema rival y otro para sacar ventaja a favor del equipo de sus amores.
Chivas no se conformó con el 1-0 y encontró recompensa. El más criticado de la tarde, Miguel Ponce, colocó un servicio que parecía enviado con la mano para que Fernando Beltrán consiguiera su segundo gol del torneo. La ironía de un cabezazo y la estatura de su protagonista importaron poco, el Guadalajara ya ganaba 2-0.
A diferencia de otras ocasiones, no hubo desatenciones en la defensa. José Antonio Rodríguez, ayudado por un ángel que lo cuidaba desde el cielo, logró colgar el cero para que su equipo no sufriera. Fue una noche redonda para los rojiblancos, lo suficiente para que aquellas críticas que sugerían un cambio de técnico sonaran ridículas. El Guadalajara llegará al Clásico Tapatío con la confianza en su punto más alto.
JMH