Debe ser muy difícil acostumbrarse a vivir en el vértigo de la incertidumbre.
La inestabilidad se ha convertido en la bandera de Chivas y sus aficionados han tenido que adoptar a sus fantasmas.
Nuevo arranque de torneo y, con él la esperanza otra vez trata de asomarse. Pero ya más por rutina que por fe. La verdad.
En 45 minutos en el TSM, los síntomas de siempre: poca claridad, la desquiciante dependencia en Pulido para pensar en un gol y una defensa tan frágil que parece que en cualquier momento, como ya sucedió, se va a desquebrajar.
45 minutos de los mismo, pues. Es Chivas.
A esperar. A sufrir.