En la década de los 90, Alex Darío Aguinaga Garzón fue uno de los mejores mediocampistas del futbol mexicano, el ecuatoriano dirigía al Necaxa con un plano cartesiano. Futbolista desequilibrante y elegante, acumuló reconocimientos porque fue de los mejores extranjeros que vinieron a México en esos años.
Aguinaga integró un Necaxa que se levantó como un equipo protagonista. Ganó tres títulos de Liga con los Rayos; su nivel lo puso en la mira de varios equipos, uno de ellos fue el América, pero la petición de que no saliera del conjunto necaxista se dio en la misma Residencia Oficial de Los Pinos, que por entonces era habitada por Ernesto Zedillo Ponce de León, el ex presidente era seguidor confeso del Necaxa y fue él quien pidió que el símbolo necaxista no se moviera.
“Habíamos sido campeones y después del partido contra Chivas (Torneo de Invierno 1998) el equipo fue de visita a Los Pinos y ahí el presidente dijo ‘no se mueve Alex Aguinaga para allá’, no sé si lo dijo en broma”, recuerda, y ahonda un poco más en ello.
“Cuando vino América, ya era yo una figura muy importante del equipo y era muy complicado que saliera o cambiara, cuando se dio esa opción ahí en Los Pinos habló el presidente Ernesto Zedillo con Alejandro Burillo, que era el presidente de los tres equipos: América, Necaxa y Atlante, y le dijo que podía mover lo que quisiera, pero que Alex Aguinaga se quedaba en Necaxa. Fue cuando le decían al Güero, ‘es una orden presidencial, entonces eso se queda así’. Así fue y me quedé en Necaxa todo el tiempo hasta que terminó mi estadía ahí”.
El 'patito feo'
Asimismo, Alex habla como en aquellos años el Necaxa era visto como algo menor. “En la parte económica éramos vistos de manera diferente por la misma empresa. El América tenía patrocinadores, iba al estadio más gente a verlo. Aunque no éramos el hermano favorito, cada vez que enfrentamos al América queríamos ganarles y queríamos ser mejores, sabíamos que podíamos hacerlo, teníamos el plantel para hacerlo. Pensamos siempre en ganar todos los partidos, con América como el número uno, por qué, porque era de la misma casa y también queríamos que nos voltearan a ver a nosotros con mayor respeto”.
Alex dice que diferencia en el trato que les daban con respecto al América era evidente “en todos los aspectos, en salario y premios, obviamente América tenía premios mucho más importantes que los que nosotros teníamos, pero era lógico; no hay que ser un genio para utilizar las matemáticas, si nosotros metíamos 10, 15 o 25 mil personas al Azteca y América metía 60, 70 u 80 mil, entonces era una cuestión de números y era lógico que el apoyo iba a ser más para el América”.
De ida y de vuelta
En aquellos años también se dio la leyenda urbana de que el jugador que no era querido en Coapa tenía como destino ir a los Rayos para curtirse, aunque después esos jugadores brillaban ahí. Una lista grande en la que figuran tipos como Ricardo Peláez, Alberto García Aspe, Luis Hernández, Sergio Zárate, Germán Villa… pero Alex tiene muy claro un caso en particular el de Cuauhtémoc Blanco, quien fue cedido a los Rayos en el Torneo Invierno 1997.
“El caso de Cuauhtémoc Blanco, andaba perdido en el América, era un jugadorazo, pero no encentraba su rumbo, estaba descarrilado y nosotros éramos un equipo que tenía mucha solidez y manejábamos una manera de jugar muy en equipo. El Cuau era muy individualista, cuando llega a Necaxa, yo siempre digo que aprendió a jugar futbol; no la técnica, esa ya la tenía y mucha, pero aprendió a jugar futbol asociación, en función de equipo, vino a Necaxa y lo hizo, porque se dio cuenta que nosotros priorizamos por encima de lo individual lo colectivo y después regresó a América y en los equipos el que fue figura, pero ya había aprendido a jugar de manera distinta”.