Hay camisetas que quedan en la historia de los clubes, porque con ellas se logró un hecho histórico. Y, con el paso de los años, se mantienen como símbolo de identidad para los aficionados y se convierten en un pedazo de la memoria de los equipos.
En los años 90, la camisa de Pumas estaba alejada de la publicidad. La que usaron en la Final de la Temporada 1990-91 contra América, es una de las playeras que aún sigue en el gusto de los aficionados. Era un diseño alejado de la tecnología, se trataba de una prenda de algodón que lucía un puma enorme en el pecho.
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FOTO: Mexsport
El domingo 22 de junio de 1991, se jugó el partido de vuelta de la final entre Pumas y América. Las Águilas llegaban con ventaja al Estadio Olímpico, tras haber ganado en la ida 3-2. En los primeros minutos, Jesús Eduardo Córdoba derriba a Ricardo Ferretti en la frontal del área. El mediocampista brasileño toma la pelota. Ferretti toma vuelo, unos pasos y suelta un derechazo, que entra por el ángulo izquierdo del portero Adrián Chávez. Ese gol le dio el título a Universidad. Esa Final quedó en la memoria de la afición de Pumas como la tarde del Tucazo.
Y la playera que usó Ricardo aquella tarde quedó en manos del doctor Roberto Rodríguez Nava, quien cuenta cómo se convirtió en el poseedor de un artículo tan valioso.
“Desde antes del partido le dije a Tuca que no sabía si iba a seguir jugando y que quería pedirle si me podía regalar su playera del juego y me dijo sí. Tuve la fortuna de que él metió el gol y de tener esa playera”, cuenta Rodríguez Nava.
Aunque hay un detalle particular. En esa época los jugadores se cambiaban de playera al medio tiempo, porque con el sudor se hacían pesadas, así que Ferretti, quien anotó al minuto 6 del primer tiempo aquel gol, entró al vestuario y se cambió de playera; fue en el entretiempo cuando la camisa se quedó en manos del médico. “Al medio tiempo me la dio y corrí a esconderla para que nadie me la quitara, es una playera de tela de algodón que se mojaba mucho con el sudor”, recuerda.
Invaluable
Incluso, el médico cuenta que hubo un momento en el que directivos del club, al enterarse que esa prenda estaba en sus manos, le preguntaron si estaba dispuesto a prestarla para que fuera colocada en la sala de trofeos del equipo, pero Rodríguez Nava no quiso desprenderse de ese tesoro.
“Es una playera de las más representativas para el club, con el puma enorme en el pecho; alguna vez uno de los ingenieros, cuando hicieron el museo en la nueva tienda que está detrás del Estadio Olímpico, me dijo que sí se las prestaba y le dije que no, que esa no salía de casa, porque quién sabe si regresaba”.
La única vez que salió de su casa fue para que el Tuca la volviera a tener en sus manos, porque Ricardo se la dedicó al médico, pero “con el paso del tiempo se borró la firma, y hace un par de torneos, cuando vino con Tigres a jugar un partido con Pumas, le hablé para ver si me la podía firmar, me dijo que sí y mi hijo la llevó al hotel para que me la firmara de nueva cuenta; incluso me marcó y me dijo ‘oye que me regresaste mi camisa’ y le dije ‘que te la regreso, ¡mangos!, es mía’, solo se echó a reír y está bien cuidada”, apunta.
Hay dos momentos de aquel partido de la final que Rodríguez Nava recuerda a la perfección.
“Fue un juego muy difícil, pero uno es el gol de Tuca nos daba el campeonato, ahí todos estábamos felices, sufrimos el resto del partido y el otro al final del partido que hay una jugada de Alex Domínguez que tira y Campos la toma, ya estábamos celebrando el campeonato y cuando pasó esa jugada nos quedamos helados, pero tuvimos la suerte de que Campos la tomó”.
Roberto Rodríguez cuenta cómo vivió el sentir de los jugadores en aquella serie. “Había mucho en juego, a varios les tocó perder las dos finales pasadas y jugaron a muerte para no perderla, porque querían ganar ese título”
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Un tipo especial
Rodríguez Nava conoce bien a Ferretti, lo trató como jugador y después coincidieron en Universidad ya con Tuca al mando del equipo en las dos etapas que el entrenador ha estado en el banquillo universitario.
“Tuca siempre ha sido una buena persona, en aquellos años ya iba a ser asistente, fuimos a la gira a Europa y en el camino Miguel (Mejía Barón) platicó con él y lo convenció de alguna manera para que siguiera jugando; Ricardo había comprado unos cigarros y cuando llegamos a Inglaterra los tiró en el camino y se puso a entrenar como jugador”.
Y añade “me acuerdo que fue un jugadorazo, se comía el campo solo, era muy intenso y le gustaba disputar la pelota, tenía muy buena técnica y dentro de la cancha era un líder nato. Era muy buena persona y lo sigue siendo todavía”.