Para otra ocasión quedó la Santosmanía. La derrota del equipo albiverde en la gran final del futbol mexicano ante Cruz Azul, apagó los festejos que días antes se habían presenciado en Torreón.
Después del primer tiempo, cuando Santos había anotado y empatado el global, los santistas asistentes a los bares de la avenida Morelos, se mostraban optimistas, y más por el desempeño que el equipo dio en la primera mitad del juego de vuelta.
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Para el segundo tiempo, los locales tomaron la iniciativa. Ese gol del "Cabecita" cayó como balde de agua fría, a partir de ahí las caras fueron de angustia y nerviosismo.
Los minutos finales, aún había gente que tenía fe, juntaba las manos pidiendo ayuda divina, pero no llegó y tras 23 años los azules quedaron campeones, y los festejos albiverdes se apagaron.
Festejan segundo lugar
La verdadera afición de Santos Laguna se hizo presente, pues a pesar de la derrota después de haber caído en esta final, salieron a las calles a hacer sentir su apoyo al equipo.
¿Quién dijo que la santosmanía estaba apagada? el fenómeno donde el equipo apoya con todo a su afición, se hizo presente a pesar de que el equipo no pudo alzar el título.
Contrario a otras y recientes ocasiones, salieron a celebrar verdaderos aficionados, la autoridad estatal y municipal fue testigo del buen comportamiento de la gente.
Familias enteras y en su mayoría jóvenes que no siquiera rondaban los 20 años de edad, salieron de los bares y restaurantes colindantes a la Plaza Mayor para manifestar su apoyo con la camiseta bien puesta, banderas, silbatos y latas de espuma.
En un inicio se pensaba que nadie iría a mostrar su apoyo, pero de a poco se fue poblando la plancha de concreto de la Plaza Mayor.
Porras del Oriente de Torreón, del poniente y una muy nutrida del norte; tamboras, trompetas, y todo objeto que hiciera ruido, era suficiente para demostrar el fervor a su equipo.
La Laguna estuvo de fiesta a pesar de la derrota, pasada la media noche la afición siguió apoyando, muestra de que los buenos hinchas también existen y no los vándalos que se escondían entre los verdaderos aficionados.
AARP/RCM