La afición de Cruz Azul, firme ante la ilusión de un nuevo título

Todo se queda para la vuelta en el estadio azteca, Cruz Azul y América empatan en la final de ida del futbol mexicano

La Afición de Cruz Azul celebró el aniversario del club en la final de ida (Imago7)
Higino Robles
Ciudad de México /

No hay afición más fiel que la de Cruz Azul, ninguna en el futbol mexicano le puede quitar esa etiqueta, que puede ser buena o mala según el cristal con el que se mire. Los celestes son un pueblo que se ha visto castigado por muchos años, ha vivido jornadas en las que se lleva las manos a la cabeza y se encuentra con días negros. Sin embargo, le basta con poco con muy poco para revivir esa ilusión de alcanzar la gloria.

El pasado mes de diciembre se fue a pasar la Navidad como uno de los peores equipos. Cinco meses después puede cerrar el verano como el mejor equipo del futbol mexicano, con una estrella que, además, le ayudaría a enterrar a sus peores demonios.

El aficionado celeste llega ilusionado, le da lo mismo que el rival sea su peor pesadilla, le importa un bledo que sea el actual campeón, no le intimida ni le asustan los cromos que presume la nómina americanista.


Una fe indescriptible tiene el hincha cementero, habla de cábalas con el 33, asegura que este 26 de mayo de debe parecer más al de 1974 que al de 2013. Habla de Martín Anselmi como un revolucionario, se le ilumina el rostro con ese nombre, le cambia el semblante. Confía en Antuna y no le teme a Henry Martín, se encomienda a Kevin Mier y cree que Antuna puede ser más efectivo que el muro amarillo, que el coraje de Rivero es más que el de Fidalgo.

El estadio Ciudad de los Deportes de tiñe de azul, un azul esperanza, el color amarillo se ve a cuenta gotas, hoy no es su fiesta, hoy el América de siente visitante en un campo hostil.

Arranca el juego y los jugadores celestes corren como liebres. Un fallo de América se convierte en un penal de Malagón. Antuna avanza lento, da brincos, el aficionado cruza los dedos, junta las manos, reza y estalla en júbilo cuando La Máquina se pone por delante, es un escenario ideal, quizá ni en su mejor momento se lo imaginaba.

Pero esa ilusión de convierte en pesadilla cuando Quiñones empata el juego, si ellos querían aferrarse al 33, el americanista que lleva ese dorsal los vuelve a aterrizar a un escenario donde su equipo tiene que asumir más riesgos.

Cada uno lo intenta con sus armas, algunos alaridos en la tribuna, la gente grita "Azul, Azul, Azul, Azul...". Anselmi es un león en el área, Jardine también. Nadie cede un palmo, hacerlo puede ser muy costoso. A la mitad cada uno se lleva su golpe, cada uno pegó y recibió.

El descanso llega y la tensión ha bajado, en los pasillos hay voces optimistas. Suena Andar conmigo de Julieta Venegas y el estado de ánimo no se pierde, los fuegos artificiales y unos drones celebran la fiesta celeste, sí esto es una fiesta porque pocos imaginaban ver aquí a La Máquina. Al margen de como acabe esta Final su futuro luce esperanzador.

América se pierde dos claras en el segundo tiempo y la afición de Cruz Azul respira aliviada. El tanque de gasolina de La Máquina parece que empieza a registrar un bajón considerable. Le falta vehemencia al cuadro azul para atacar. Se salva del segundo porque Ditta llega milagroso sobre la raya. La cábala del 33 celeste no aparece y el 33 americanista les mete el miedo en el cuerpo.

América se planta con autoridad, no se siente agobiado. Se marcha satisfecho con el empate, Cruz Azul luchó hasta donde pudo, pero sus recursos son menos poderosos. El domingo, la segunda parte de esta película en el estadio Azteca. El 26 de mayo puede ser la resurrección celeste o el día del americanismo.



CGHR




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