Si se pensaba que el 30 de noviembre de 2022 el futbol mexicano había tocado fondo, con la eliminación de la selección mexicana, en la fase de grupos del Mundial de Qatar, la realidad es que un año y medio después, el conjunto nacional sigue empantanado, en un hoyo del que no parece tener ganas de salir. Se veía venir, era un out cantado la salida de Jaime Lozano del banquillo del equipo tricolor, las palabras de apoyo que le transmitieron -a nivel directivo- se hicieron cenizas, pura utopía y un discurso bonito cuando se hablaba de un proceso hacia el 2030. Palabras y más palabras.
El ciclo de Jaime Lozano se terminó. En un comunicado, la Federación Mexicana de Futbol hizo oficial la salida del Jimmy, en el mismo se detalla que a Jaime y a su cuerpo técnico se les hizo una propuesta de “un contrato hasta el 2030 en el que, durante el periodo 2024-2026 acompañaran a un Director Técnico de mayor experiencia rumbo a nuestra Copa del Mundo, y posteriormente fuera el mismo Jaime quien retomara las riendas de la Dirección Técnica en el proceso 2026-2030”, es decir, un jefe que estuviera al mando de todos ellos.
Como era de esperarse, Jaime no aceptó esta idea, era una imposición y perder el caché del último año en el que fue quien estuvo al mando. Pero los resultados del 2024, partidos en los que manifestó una ausencia de un estilo y la nula reacción en los duelos de Nations League y Copa América terminaron por condenarlo.
Y de nuevo, la eterna promesa por parte de los directivos: “Reiteramos que nuestra prioridad es darle a la afición mexicana la mejor selección nacional de cara al 2026, con un proyecto que tenga objetivos claros rumbo al 2030 y el 2034. La primera semana de agosto daremos a conocer los ajustes que se implementarán al proyecto de Selecciones Nacionales para seguir construyendo en el corto, mediano y largo plazo”. Un proyecto en el que Javier Aguirre se perfila para ser el nuevo entrenador nacional por tercera vez, de nuevo un bombero que llegará para salvar un barco que se hunde en altamar cual si fuera Titanic.
Tiempo perdido
En estos poco más de 18 meses se ha pasado de pantano en pantano, no se sale del fango. Se inició un proceso con Diego Cocca que fue considerado como viciado, tras unos meses vino un desmembramiento de toda esa estructura.
Jaime apareció como salvavidas, con la etiqueta de interino, pero la Copa Oro que ganó el año pasado fue un oasis en el desierto. Sin embargo, la bonanza se acabó en la Fecha FIFA de octubre, ahí, frente a Ghana y Alemania se vieron -quizá- los picos más altos de su proceso.
El 2024 le presentó a Jaime una Nations League contra Estados Unidos, la cual perdió y empezó el declive, luego un inexplicable cambio generacional para una Copa América en la que el equipo se marchó en fase de grupos. La falta de un estilo, la nula reacción en la adversidad condenaron al Jimmy. El respaldo de Duilio Davino (director de selecciones nacionales) y el de Ivar Sisniega (presidente ejecutivo de la FMF) se evaporó en un santiamén.
La selección mexicana no tiene pies ni cabeza, pero, sobre todo, carece de un proyecto deportivo, no hay una base que invite a creer que el Mundial de 2026 será diferente, porque Javier ya estuvo dos veces en la misma situación y en 2002 fue eliminado por Estados Unidos en octavos de final, y la misma suerte la tuvo en Sudáfrica 2010 con Argentina.
No se aprendió la lección del pasado y los viejos vicios no se han erradicado. La historia de 2002, 2010, 2014, en la que se cambió de manera recurrente de entrenador, sigue esté quien esté al mando.
MGC