Una victoria dividida a 77 años de la derrota de Hitler

Un enemigo derrotado, una victoria con dos reivindicaciones proclamadas y una historia compactada en 72 horas.

Una victoria dividida a 77 años de la derrota de Hitler
Horacio Besson
Ciudad de México /

Debería ser un aniversario más. Casi desapercibido. De bajo perfil. 77 años de la rendición de la Alemania nazi ante los países aliados no es una cifra que invite a ponerle mayor énfasis a la celebración de la que supuso, por ejemplo, un año antes.

Y es que, por regla general, los hechos históricos que nos han marcado suelen recordarse con mayor ímpetu en los aniversarios que terminan en cero o en cinco. Casi, pero no siempre. Hay coyunturas del momento que resignifican su conmemoración para, a la luz del “aquí y el ahora”, detonar nuevas interpretaciones, sensibilidades y valoraciones.

Como ahora, cuando Rusia cimbra el presente y revive los ecos bélicos en Europa al invadir a Ucrania y desatar viejos fantasmas que sólo se arraigan en tiempos de armas. Temores, incertidumbres y funestas posibilidades no vistos desde la Segunda Guerra Mundial.

De ahí que, bajo esa óptica, cuando tanto la OTAN, Washington y Rusia advierten sin tapujos, e incluso como estrategia bélica (sobre todo Moscú y, en menor medida, Kiev), de la posibilidad de una Tercera Guerra Mundial con, desde luego, la amenaza de las armas nucleares, el aniversario de este año de la victoria de los aliados sobre el régimen de Adolf Hitler, se presenta bajo un manto de pesimismo del lado occidental. En cuanto a Moscú, es un verdadero enigma cómo vivirán esa fecha, una de las más arraigadas e importantes de sus efemérides.

Un día de 72 horas

El 22 de noviembre de 2004, en una resolución aprobada por la Asamblea General con motivo del sexagésimo aniversario -número redondo, por cierto- del fin de la Segunda Guerra Mundial, la ONU declaraba “que los días 8 y 9 de mayo son una ocasión propicia para el recuerdo y la reconciliación (…) apropiada para rendir homenaje a todas las víctimas” de esa conflagración.

Hoy, 18 años después, con tropas rusas tratando de imponer su (sin) razón en otro país europeo, resaltan tres elementos de esa resolución.

Primero, que rendir este año homenaje a las víctimas de la Segunda Guerra Mundial, cuando al menos 5.4 millones de ucranianos han huido de la invasión ordenada por Vladímir Putin a su país -de acuerdo a Acnur en un reporte del 5 de mayo- y la destrucción y muerte son una constante sin solución inmediata, es una toma de conciencia renovada y profunda de que lo posible es cada vez más probable y que la historia puede dar coletazos para revivir la barbarie enterrada en Europa desde 1945 (con una advertencia previa durante la desintegración de Yugoslavia en la década de los noventa).

Segundo, con una retórica beligerante entre los máximos líderes mundiales (EU-Europa versus Rusia) en una confrontación verbal y económica no vista incluso durante la Guerra Fría, el llamado realizado por la ONU hace casi 20 años de hacer de la conmemoración una ocasión propicia para “la reconciliación”, es en 2022 una ironía que tapia el optimismo y destapa la certidumbre que la paz, las fronteras, el derecho internacional y la vida de millones no pasan por buen momento.

Y tercero, el texto de la Asamblea de Naciones Unidas habla de dos fechas, 8 y 9 de mayo, en una forma implícita de reconocer la división del mundo incluso para celebrar un triunfo obtenido en conjunto contra la Alemania nazi en 1945. Una victoria repartida en dos para, lejos de unificar a la humanidad tras salir de la Segunda Guerra Mundial, atizó entonces la confrontación ya latente entre el occidente capitalista y el bloque comunista encabezado por la URSS.

Un enemigo derrotado, una victoria con dos reivindicaciones proclamadas y una historia compactada en 72 horas.

Dos ciudades, dos militares y un reclamo

Para entenderlo mejor, debemos partir hacia dos ciudades: Reims y Berlín; recordar a dos militares, al general Alfred Jodl y al mariscal Wilhelm Keitel; visualizar dos bloques, los aliados encabezados por Washington por un lado y los soviéticos, por el otro; recordar un año, 1945, y un mes, mayo.

Y una rendición, la alemana, plasmada dos veces ante los vencedores: entre el 7 y 9 de mayo.

Hitler, al reconocer el negro panorama sobre su desquiciado sueño de Vaterland, decidió que si moría, el almirante Karl Dönitz tomaría las riendas del moribundo III Reich.

Arrinconado por los aliados, el 30 de abril en el führerbunker, Hitler se quitó la vida. Diez días antes había cumplido 56 años mientras en los cielos, recuerda National Geographic, los B-17 estadunidenses y los Lancaster británicos bombardeaban Berlín, y en tierra, las botas soviéticas resonaban cada vez más cerca.

Quizá para no pasar a la historia como el gran derrotado, Dönitz confirió a Jodl la humillante obligación de negociar la rendición con Dwight D. Eisenhower.

Así, ante el general Bedel Smith de Estados Unidos, Jodl firma el 7 de mayo en Reims, Francia, un acta de capitulación militar donde queda plasmado: “todas las fuerzas bajo el mando alemán cesarán las operaciones activas a las 23:01 horas, hora de Europa Central, el 8 de mayo de 1945”.

Pero a Moscú no le gustó esa capitulación sin su control. Stalin montó en cólera. La memoria de, por lo menos, 24 millones de rusos muertos (el país con el mayor número de víctimas en la guerra contra el nazismo) recriminaba la ausencia soviética en la firma.

Argumentos dio: Berlín estaba en manos del Ejército Rojo, era la capital de la tiranía cercenada y Jodl no era el oficial de mayor rango lo que podría provocar un futuro desconocimiento alemán de su rendición.

Washington aceptó el reclamo de Stalin. De nuevo el escenario pero esta vez en Berlín. La cita: 8 de mayo. Los protagonistas: Wilhelm Keitel, comandante supremo de las fuerzas alemanas, y el mariscal soviético Georgy Zhukov.

Keitel buscó tiempo para salvar ciertas aristas de la alicaída honra alemana. No lo consiguió pero se comió las horas del día. Finalmente, firmó a las 00:16 del miércoles 9.

Terminaba la guerra en Europa. Más de 50 millones de muertos, cinco años y ocho meses perdidos, un nuevo mapa para la nueva rivalidad representada por la Cortina de Hierro y dos fechas para conmemorar.

Sin embargo, la Segunda Guerra Mundial siguió algunos meses más en otro frente y otros enemigos, con dos fechas fatídicas, 6 y 9 de agosto, el infortunio cayendo sobre Hiroshima y Nagasaki abriendo una nueva realidad: la posibilidad del exterminio de la humanidad.

LG

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