Durante casi una década, Park Jung-oh, un norcoreano que huyó junto con su familia a Corea del Sur hace 26 años, ha llevado a cabo una misión humanitaria única y valiente: lanza botellas de plástico de dos litros al mar, rellenas de arroz, dinero, medicamentos y unidades USB con la intención de proporcionar ayuda a los ciudadanos norcoreanos.
En el 2015, Park junto con su esposa fundó "Keun Saem" para enviar dichos suministros en la provincia de Hwanghe. Hablando con navegantes locales o del Instituto Coreano de Ciencia, aprendieron los horarios de las mareas alta que ayudarían a llegar con mas rapidez sus botellas a Corea del Norte.
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En las memorias USB comparten contenido surcoreno como canciones de K-pop, K-drama ambientado en el Norte, videos que comparan a las dos Coreas y una copia digital de la Biblia. Algunas botellas llegaban con dólares estadunidenses escondidos.
“Todos hemos vivido durante al menos 30 o 40 años en Corea del Norte y sabemos exactamente lo que le gusta y necesita la gente de allí”, asegura Park en Swissinfo
Durante la pandemia, la pareja se encargó de enviar medicamentos, cubrebocas y suministros muy necesario.
En el 2020, el Norte destruyó la simbólica oficina de enlace conjunta en Kaesong, una ciudad cercana a la zona desmilitarizada. Además, la hermana del líder norcoreano, Kim Yo-jong, lanzó una advertencia contra activistas que distribuían folletos contra el gobierno norcoreano y los acusó de violar los acuerdos intercoreanos. En diciembre del mismo año, entraba en vigor la prohibición de enviar cualquier tipo de ayuda o material a Corea del Norte.
"Nos trataron como criminales", recordó Park. "Fui y volví a la comisaría durante casi tres años. Me sentía exhausto y atormentado".
La ley desató polémica. Los detractores la bautizaron como el "decreto de Kim Yo-jong" y acusaron al gobierno del ex presidente Moon Jae-in de ser complaciente con el Norte. Por otro lado, las autoridades la respaldaron argumentando que era para salvaguardar la seguridad en las fronteras y mantener la estabilidad entre las dos Coreas.
Pese a la prohibición seguían mandando suministros
Para Park fue difícil seguir enviando botellas, antes las iglesias y las organizaciones de derechos humanos solían hacer donaciones, pero actualmente esas donaciones se han acabado, pues algunos creen que lo que hace Park amenaza su seguridad, según CNN.
Su activismo no levantaba muchas sospechas; de hecho, el jefe de un pueblo cercano solía aconsejarles los lugares óptimos para lanzar las botellas e incluso en algunas ocasiones se unía.
Sin embargo, Park nunca se dio por vencido y siguió mandando botellas, un día tuvo que arrojarlas bajo la mirada de una docena de policías, marines y soldados. Donde le cuestionaban si una y otra vez si había algo confidencial o sensible en el interior de las botellas.
"Una vez escuché que una norcoreana sospechó del arroz dentro de la botella, así que lo preparó al vapor y se lo dio a un perro. Y como el perro estaba bien, probó el arroz y pensó que la calidad era muy buena. Entonces, lo vendió a un precio alto y compró una gran cantidad de cultivos baratos como maíz", contó Park para CNN.
A pesar de no haber tenido la oportunidad de conocer personalmente a ninguno de los destinatarios, el único deseo de Park era ayudar a las personas sin importar quiénes fueran. No obstante, una familia de nueve integrantes que recibió una de las botellas le envió un mensaje de agradecimiento.
"Los norcoreanos están aislados del mundo exterior. Obedecen al Estado sin cuestionar, temiendo las consecuencias de la disidencia", dijo.
"Esto es lo mínimo que puedo hacer para ayudarlos". dijo en CNN