La célebre y controvertida mirada de Annie Leibovitz

La parte más conocida del trabajo de Leibovitz ha sido retratar, en grandes producciones envueltas en la absoluta opulencia, a los dioses del Olimpo contemporáneo.

Annie Leibovitz desata controversia por foto a primera dama de Kiev. | Especial
Horacio Besson
Ciudad de México /

Lo hizo de nuevo. Detonó, otra vez, la controversia con sus fotos. Basta un “click” desde Kiev - herida por la invasión rusa -, para mostrar a la primera dama, Olena Zelenska, y en menor medida a Volodimir Zelenski, en una estética cuasi divina, etérea, para Vogue, la revista ícono de la moda y de las vanidades.

Con ello, Leibovitz encendió las redes al retratar al matrimonio Zelenski en unas imágenes que combinan, en una extraña complejidad, glamour y estética perfectas, con la atmósfera bélica. El brillo de las celebrities y el tufo de la muerte.

La mezcla de, por ejemplo, un avión retorcido por las llamas, mujeres militares y una Olena en el papel de perfecta modelo, causaron incomodidad en muchas personas al preguntarse cuánta frivolidad pueden trasmitir esas fotos en un momento clave para la historia no solo de Ucrania sino de toda Europa.

¿Quién es Annie Leibovitz?

Annie Leibovitz, a los 72 años, se ha convertido en un referente obligado de la fotografía, que ha catapultado un estilo de vida sólo accesible a las celebridades, en donde la belleza, el lujo y la fama se conjugan para aparecer en revistas, anuncios, exposiciones y libros como reflejo de unos pocos, muy pocos, y como el fetiche aspiracional de muchos, millones, de la clase media.

La parte más conocida del trabajo de Leibovitz ha sido retratar, en grandes producciones envueltas en la absoluta opulencia, a los dioses del Olimpo contemporáneo: lo mismo a reinas - en su momento octogenarias, hoy casi centenarias -, que a presidentes de la, aún, nación más poderosa del mundo, estrellas de Hollywood, ex mandatarios dedicados a destruir muros, o a levantarlos, feudales de la música, amos y señores del deporte, deidades hechas top-model y astronautas convertidos en modelos, actrices y cantantes - y futuras primeras damas – embarazadas, son todos, o casi todos.

Barack Obama, George W. Bush, Pavarotti, Donad Trump, Isabel II, Gorbachov, Nelson Mandela, William Burroughs, Hillary y Bill Clinton, Aung San Suu Kyi, Brad Pitt, Angelina Jolie,  la lista es casi interminable de los “inalcanzables”.

Es ese mundo que refleja Leibovitz, lleno de perfecta armonía y felicidad, en una estética impoluta y en donde no cabe la pobreza, el dolor ni la fealdad, que ha hecho que muchos tachen su trabajo como “insensible” y “superficial”.

En respuesta a una pregunta del diario El Mundo sobre cómo consideraba su propio trabajo, afirmó que “mucha parte de esa obra creo que es basura, pero luego hay una parte muy buena. Me doy por satisfecha si hago cinco fotos buenas en un año”.

La última foto de Lennon

“Indiferente”, “frívolo”, se puede calificar de muchas maneras el trabajo de Leibovitz si uno asume una postura encarnada en una especie de híbrido juez—fiscal que la sentencia por no denunciar la miseria y la opresión. Pero quizá sea una mirada incompleta de la labor de esta mujer nacida en Connecticut en 1949.

Incompleta e injusta no solo para Leibovitz sino para esa parte interna que pide, y admite, admirar lo que es bello y seductor. Y aún más: para alimentar los más profundos deseos de ser retratados en un mundo donde las fantasías lúdicas, o de poder, sean reflejadas por su lente fotográfico; y sólo cuando al entrar en esa perspectiva, juego, se comienza a percibir su trabajo con otra visión.

“Comencé en Rolling Stone retratando a gente que lo que hacía, lo hacía bien: escritores, actores, atletas... Lo primero es siempre la fotografía, antes que la gente famosa (…) con mis fotos espero dar una idea de cómo es nuestro tiempo” narro la fotógrafa para ABC.

Inicios que la marcaron en la década de los setenta, creando un binomio de creatividad Rolling Stone-Leibovitz durante 10 años al desempeñarse como editora en jefe de fotografía con 142 portadas de su autoría.

Una de ellas, publicada el 22 de enero de 1981, destaca en particular: Nueva York de la época prenavideña. Diciembre 8 de 1980. Annie tiene cita en el edificio Dakota con John Lennon y Yoko Ono, habitantes de la emblemática construcción, para una sesión fotográfica.

Horas después, mientras Leibovitz resguardaba un negativo con un Lennon desnudo abrazando a su mujer vestida de negro en el suelo, Mark David Chapman, descargaba cuatro balas contra el cuerpo de su admirado músico.

En 1983, Annie cambió Rolling Stone por Vanity Fair, sus dos revistas ícono – junto a Vogue en la que trabaja desde 1998--. La fama de Leibovitz se transformó en celebridad.

Casi 40 años en los que Annie ha retratado a esa élite de personajes que, con glamur, opulencia y dominio, son el ejemplo vivo de la perfección inalcanzable para la gran mayoría de sus espectadores.

De alguna manera, el trabajo de Leibovitz refleja la encarnación actualizada de la Corte española que en el siglo XVII Diego Velázquez se obsesionaba en pintar.

Pero si bien la cara más conocida de Annie son sus fotos en portadas y editoriales visuales, su trabajo incluye exitosas campañas comerciales de American Express, Calvin Klein, Lavazza, Louis Vuitton, Walt Disney, Prada, Dior.

Otras son los pósters del Mundial de futbol México 86, fotografía documental y de paisajes, un cortometraje (Zoetrope), discos (con Born in the USA, de Bruce Springteen, ganó el Grammy por mejor portada en 1983), fotógrafa oficial de los Juegos Olímpicos de Verano en Atlanta, (1996), el calendario Pirelli de 2000 y 2016, y una lista al parecer incansable.

Las mujeres de Annie Leibovitz

Pero más allá de las campañas publicitarias de artículos de lujo o sus fotos para Vogue y Vanity Fair, blanco de las críticas por plasmar “lo bonito, bello, rico y poderoso”, Leibovitz tiene una vena, y una mirada, con un torrente de conciencia social para captar el otro lado de la moneda, donde la enfermedad, el machismo y la guerra, destruyen la belleza contemplativa del mundo “perfecto” de las élites.

Por eso Robert Pledge, fundador de Contact Press Images y uno de los foto editores de mayor prestigio mundial, afirmó en El País que Leibovitz proviene del reportaje, señaló que es alguien que cuenta una historia. Sobre sus retratos, fue contundente dijo que son más que eso, “son estudios psicológicos”.

No es el único que piensa así. Leibovitz fue la primera mujer en exponer su obra en la Galería Nacional de Retratos de Washington (1991) y en abril de 2000, la Biblioteca del Congreso estadunidense la nombró “Leyenda viviente”.

A principios de julio de 2016, Leibovitz estuvo en Ciudad de México para presentar un cuadro más reservado de su trabajo en el espacio Proyecto Público Prim: su mirada-espejo en una serie de fotos donde incluyó a Elena Poniatowska y a Andrea Medina Rosas.

En la inauguración, citó a Gloria Steinem: “el hombre ha sido retratado durante mucho tiempo, y ahora hay que visualizar a la mujer, su imagen tiene que ponerse a la par”.

El mensaje clave de Leibovitz: “necesitamos gustarnos más”. Es un viejo proyecto, el más íntimo de Leibovitz, que dio su primer paso en 1999 con el libro Women: ahí estaban una primera dama, una astronauta, juezas, estrellas de rock, pero también prostitutas, granjeras y mineras.

La exposición en México, 17 años después, fue un nuevo capítulo de ese proyecto plasmado en el libro Women: New Portraits.

En vida y muerte con Sontag

Gran parte de su vida, la más profunda, la realizó de la mano de de Susan Sontag, su pareja durante 16 años hasta que un cáncer se llevó a la escritora en 2004, a horas de iniciar el nuevo año.

Sontag fue su complemento, estímulo, cómplice, y por momentos tortura; fue intimidad y reto que la llevó a vivir la experiencia bélica cuando en 1993, en plena guerra en Bosnia-Herzegovina, pasaron cinco semanas en Sarajevo, sitiada por los serbios.

La enfermedad ha sido parte del proceso creativo de Leibovitz, desde fotos en torno a los estragos del VIH hasta el cáncer en uno de sus procesos más dolorosos, el que acaba a los seres queridos, los más cercanos.

La serie de imágenes que le tomó a Sontag en su lucha en hospitales y la decadencia física son también un punto de crítica y controversia. Leibovitz nunca se le despegó en esa última etapa, ni ella ni su cámara que documentó cómo se le escapaba la vida a Susan.

Del resplandor a la agonía, Sontag quedó plasmada en las imágenes de Leibovitz, incluso después de no ser ya ella, sino un cadáver.

“Era como si Susan no estuviera allí. Su cuerpo era como un artefacto. Estaba el cuerpo, pero ella no. Y yo estaba más bien en el papel de una fotógrafa” delaró.

Semanas después, otro cáncer, el de pulmón, se llevó al padre de Leibovitz. No tuvo duda, y retrató el cuerpo como lo hizo con el de Sontag.

Quizá sus fotos de Demi Moore desnuda y embarazada o la de Whoopi Goldberg sin ropa metida en una tina y cubierta de un líquido blanco, o la de modelos exquisitas junto a un equipo de salvamento tras el huracán Sandy, o de los Zelenski de novela rosa en plena guerra, entre otras muchas, causen crítica y controversia pero en un mundo donde a diario nuestros ojos son acribillados por miles de imágenes, incontables selfies, a través de TikTok, Instagram y Twitter, tan desechables como similares entre ellas, sin peculiaridad alguna, los retratos de Leibovitz son retenidos por nuestras pupilas para ser guardados en la memoria. Dichas fotos son historia entre el siglo XX y XXI.

Lo decía Sontag: “las fotografías aspiran a la condición de ser memorables; es decir, inolvidables”.
Y lo afirma Leibovitz: “mi objetivo es siempre el mismo, que mis retratos resistan el paso del tiempo”.

EABZ

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