Quésia Ferreira, una enfermera brasileña que forma parte de uno de los 13 equipos del programa municipal "Consultorio na Rua", dedicado a asistir a personas sin hogar, incluso en lugares que parecen inaccesibles, se abre paso entre basura y cables eléctricos para llegar hasta un grupo de consumidores de crack en una favela de Rio de Janeiro.
Solo en el primer semestre del año, este "ejército" de profesionales, que incluye también psicólogos y trabajadores sociales, realizó 20 mil atenciones.
"El consultorio permite atender a una población que por sí sola no puede llegar al sistema público de salud", explica Ferreira, que lleva consigo una gran mochila llena de medicamentos, mientras que en otro rincón de la sede del consultorio se ha dispuesto una hilera de vacunas contra el covid-19 y la gripe, listas para ser transportadas.
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"Cuando el crack entra, no hay salida"
Entre las personas sin hogar atendidas en la favela de Jacarezinho, en la zona norte de la ciudad, figura un licenciado en ingeniería robótica de 41 años, cuyo nombre fue preservado por motivos de seguridad.
Sin camisa y sosteniendo una piedra de crack y una pipa, este políglota explica haber viajado por todo el mundo. En un inglés perfecto, dice que trabajó en plataformas petroleras, pero que acabó en la calle hace cinco años después de probar esta droga.
"Bebía mucho, era marinero. (Un día) salí de la plataforma, busqué el primer lugar donde comprar crack y nunca más volví a esa vida", dice.
"Cuando el crack entra en tu vida, compañero, no hay salida", lamenta.
Pacientes en Bagdad
En otra zona de la "Cidade Maravilhosa", conocida como "Gruta" pero llamada "Bagdad" por sus vecinos, los consumidores se congregan cerca de un río contaminado, bajo un puente para huir de las miradas de los transeúntes.
Una mujer con gafas de montura dorada se acerca al equipo y abraza a cada uno de los profesionales vestidos con chalecos azules.
Víctima de violencia doméstica, escapó de casa y empezó a consumir drogas.
"Estas personas son todo para nosotros. Después de Dios, son ellas quienes se ocupan de nosotros", aseguró.
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La médica Yasmine Nascimento, de 33 años, dice que atender a la población marginada da más sentido a su vida.
"La medicina es un intercambio", asegura esta doctora tras una jornada de trabajo en las calles de la segunda ciudad más poblada de Brasil, con 6,2 millones de habitantes.
Según la alcaldía de Rio, el año pasado un total de 7 mil 865 personas vivían en la calle, un aumento de 8,5 por ciento, respecto a 2020.
En todo el país, la población sin hogar superó las 281 mil personas en 2022, según el Instituto de Investigaciones Económicas Aplicadas, que estimó un aumento del 211 por ciento en diez años.
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HCM