• El “Santa asesino”: el plan oculto detrás del disfraz que convirtió la Navidad en horror

  • Un disfraz bastó para cruzar la puerta. Detrás, había armas, rencor acumulado y una violencia familiar que explotó en una de las tragedias navideñas más recordadas en California.
Ciudad de México /

La Nochebuena de 2008 en Covina, un suburbio de Los Ángeles, parecía destinada a repetirse como cada año: mesa servida, familia reunida y las risas que, por tradición, anteceden a la medianoche.

En la casa de los Ortega —un hogar conocido por sus celebraciones numerosas, ubicada en 1129 de East Knollcrest Drive— todo marchaba como parte de ese ritual cálido que define la Navidad en los barrios latinos de California. Nadie imaginaba que, minutos después, la escena quedaría reducida a cenizas.

Según los reportes oficiales, a las 11:30 de la noche alguien llamó a la puerta. Era Santa Claus. Una niña de ocho años corrió a abrir. En lugar de recibir un abrazo o un regalo, recibió un disparo.

El hombre disfrazado era Bruce Jeffrey Pardo, un ingeniero desempleado que, de acuerdo con los archivos policiales, llevaba meses planeando un ataque contra su exesposa y su familia. Lo que ocurrió esa noche quedó registrado como uno de los episodios más violentos registrados en esa región durante la víspera navideña.

A continuación, te contamos cómo se desarrollaron los hechos.

El disfraz de Santa Claus fue usado para ejecutar el ataque. | Especial

Bruce Pardo: el ingeniero brillante que desmoronó su propia vida

Nacido el 23 de marzo de 1963, Pardo creció como un ejemplo de éxito académico. Se graduó con honores en Ciencias de la Computación de la Universidad Estatal de California. También trabajó en el prestigioso Jet Propulsion Laboratory (JPL), pero su estabilidad profesional no reflejaba su caos privado.

Según documentos judiciales, antes de conocer a Sylvia Ortega, Pardo ya arrastraba episodios conflictivos: abandonó a una expareja tras apropiarse del dinero de ambos y se desligó por completo de un hijo pequeño, que quedó con daño cerebral irreversible tras un accidente doméstico. La prensa estadounidense confirmó que ese niño quedó bajo cuidados médicos permanentes y Pardo nunca volvió a visitarlo.

Al casarse con Sylvia en 2006, la relación parecía ofrecerle un nuevo rumbo, pero pronto se deterioró. El matrimonio se fracturó por conflictos económicos, secretos del pasado personal de Pardo y una creciente tensión derivada de su inestabilidad laboral. Sylvia solicitó la separación tras denunciar un entorno emocionalmente insostenible, marcado por discusiones constantes y problemas financieros que Bruce ya no podía ocultar.

Así, un juez ordenó a Pardo pagar 1,785 dólares mensuales de manutención y, además, entregarle a Sylvia un pago único cercano a los 10 mil dólares, junto con el perro de la pareja y el anillo de compromiso. La sentencia final se dictó apenas una semana antes de Navidad.

Para completar el colapso, Pardo había sido despedido de su empleo, según reportes de su empresa. Ese cúmulo de pérdidas económicas, legales y emocionales se convirtió en la antesala del crimen.

El inicio de una relación que pronto se volvió insostenible. | Especial

La preparación: meses de meticulosa obsesión

Lejos de actuar impulsivamente, Pardo dedicó meses a preparar el ataque. Mandó confeccionar un traje de Santa Claus reforzado para ocultar armamento. Compró cuatro pistolas semiautomáticas calibre 9 mm, un rifle y al menos dos escopetas. También adquirió material explosivo y combustible altamente inflamable utilizado en competencias automovilísticas.

De acuerdo con la investigación forense, el lanzallamas que utilizó fue ensamblado por él mismo. Las piezas estaban adaptadas profesionalmente y ocultas dentro de un paquete envuelto como regalo navideño. Los detectives concluyeron que no se trataba de un hombre que “estalló”, sino de alguien que planificó minuciosamente cada etapa: el ingreso, la masacre, el incendio y su posible huida.

Un Santa Claus hecho a la medida para matar. | Especial

La noche del ataque: treinta segundos para destruir tres generaciones

El ataque comenzó cuando  la pequeña Katrina Yuzefpolsky abrió la puerta. Según el testimonio posterior de sobrevivientes, Pardo ingresó disparando de inmediato. Dentro de la casa había 25 personas celebrando.

Entre las víctimas se encontraban Sylvia, sus padres, dos hermanos, sus esposas, un adolescente y varios familiares más. En total, nueve personas murieron, de acuerdo con las autoridades. Tres más resultaron heridas: la niña de ocho años que recibió el primer disparo, una joven de 16 años baleada por la espalda y una mujer de 20 que saltó desde una ventana del segundo piso para escapar.

Tras los disparos, Pardo utilizó el lanzallamas. Según el reporte del cuerpo de bomberos, el combustible inflamable generó un incendio tan intenso que la estructura colapsó en cuestión de minutos. Varias víctimas tuvieron que ser identificadas por registros dentales. Para los peritos, lo que quedó fue apenas el esqueleto carbonizado de la vivienda.

La Navidad que una familia no pudo terminar de celebrar. | Especial

Un plan que iba más allá de la familia Ortega

Aunque la masacre en la casa de los Ortega fue el centro del ataque, las investigaciones posteriores revelaron que Pardo tenía objetivos adicionales. 

Según la Policía de Covina y reportes del Los Angeles Times, Pardo también había considerado atacar a su propia madre, con quien mantenía un conflicto abierto debido a que ella había respaldado a Sylvia durante el proceso de divorcio.  

En ese mismo esquema de represalias, había planeado agredir al abogado que representó a su exesposa, para lo cual rentó un segundo vehículo que fue localizado cerca del domicilio del litigante. 

Además, llevaba consigo mapas y había trazado una posible ruta de escape, que incluía desplazarse hacia el medio oeste del país o incluso dirigirse a la frontera con México.

El crimen, por tanto, no respondió a un estallido emocional aislado, sino a un plan de venganza cuidadosamente estructurado, con múltiples blancos y escenarios previstos.

Cuando el rencor se convierte en estrategia. | Especial

La huida fallida: dinero, boletos y un final inevitable

Tras incendiar la casa, Pardo huyó en un coche que había dejado listo en la cuadra. Sin embargo, según el informe, sufrió quemaduras de tercer grado cuando una parte del combustible se filtró y explotó dentro del traje de Santa. 

Esa lesión alteró de manera definitiva su plan. Se desplazó como pudo hasta la casa de su hermano en Sylmar. De acuerdo con la autopsia, llevaba 17 mil dólares en efectivo pegados al cuerpo, un boleto de avión para viajar el 25 de diciembre hacia Illinois y un arsenal adicional en un vehículo de alquiler. 

Presentaba quemaduras severas y restos del traje calcinado; el calor había fijado a la piel el dinero asegurado con cinta, una imagen que evidenciaba el deterioro físico tras el ataque.

Además, los exámenes toxicológicos revelaron la presencia de cocaína en su organismo. Horas después del ataque, incapaz de continuar, se suicidó de un disparo. 

Los investigadores encontraron en el segundo coche un dispositivo cargado con pólvora y municiones diseñado para explotar si alguien manipulaba el traje de Santa. La trampa estaba destinada a retrasar su posible captura.

De la celebración solo quedaron cenizas y muros calcinados. | Especial

¿Qué dejó la masacre de Covina y por qué sigue recordándose cada Navidad?

Este hecho no fue solo un crimen, fue un aviso brutal de lo que sucede cuando nadie detecta las señales. La violencia doméstica, el acceso libre a armas, el aislamiento y la obsesión por controlar todo se juntaron en un cóctel explosivo que terminó en tragedia. Los especialistas lo dicen claro: no fue un estallido momentáneo. Detrás del horror había un hombre con conocimientos técnicos, acceso a armamento y un colapso emocional que creció sin que nadie interviniera.

Y lo más aterrador: esas señales estaban ahí, visibles, y podrían haber prevenido todo. Nos obliga a preguntarnos: ¿cuántas tragedias esperan a que abramos los ojos?

Pero la influencia de este hecho no se quedó solo en los titulares; pronto trascendió a la cultura popular. Inspiró canciones —como Black Christmas de Poly Styrene y Santa Syndrome de Boombox Poets— y películas que retratan la figura de un Santa Claus convertido en símbolo del horror, como Silent Night (2012). 

Pero, por encima de cualquier eco cultural, la masacre dejó una verdad que no se olvida: incluso en Navidad, la violencia puede cruzar la puerta sin tocar. Para Covina, aquella noche no fue un acto sangriento; fue la demostración de que la ira, el rencor y la desesperación pueden incubarse en un hombre hasta que estalla, dejando un vacío que respira, implacable, cada 24 de diciembre.




  • Claudia Islas
  • claudia.islas@milenio.com
  • Periodista, guionista y editora egresada de la UNAM. Amante de la cultura underground, la música, el cine y la psicología. Apasionada por contar historias que merecen ser narradas, incluso aquellas que nadie se atreve a mirar de frente.

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