Campamentos de desplazados acogen a sobrevivientes del sismo en Siria

El sismo que golpeó el lunes la región lleva hasta el momento 21.000 muertos, de los cuales más de 3.300 en Siria.

(AP)
AFP
Deir Ballut, Siria /

Tras haber perdido a su familia y su casa en el devastador terremoto que azotó Turquía y Siria, Duaa al Ghadban encontró refugio en un campamento de desplazados en el norte sirio.

En una pequeña pieza en hormigón, con techo de lona, la joven llora desconsoladamente y besa la pantalla de su teléfono, en la que muestra la imagen de uno de sus hijos, que falleció después de haber sido sacado vivo de entre los escombros.

"Hasta ahora me cuesta creer que salí, que ya no estoy bajo los escombros", dice Duaa al Ghadban, que perdió a su marido y a sus tres hijos, el más pequeño de apenas 40 días.

Como otros sobrevivientes, la mujer de ojos negros se refugió en el campamento de Deir Ballut, cerca de la frontera con Turquía.

En medio de su desgracia, los habitantes de estos campamentos se libraron relativamente de las consecuencias del sismo, ya que las tiendas de campaña fueron más seguras que los inmuebles que se derrumbaron sobre sus moradores.

El sismo que golpeó el lunes la región dejó en total más de 21.000 muertos, de los cuales más de 3.300 en Siria.

Duaa al Ghadban vivía en la localidad de Jindires, fronteriza con Turquía, en donde decenas de viviendas colapsaron.

"No nos queda nada. Estamos hacinados con mi hermana y su familia, mi hermano y mi madre en esta pequeña pieza que pertenece a un conocido nuestro", dice la mujer, mientras su hermana intenta calmarla.
"No pedimos agua ni comida, solo un lugar donde podamos refugiarnos", añade.

Cuenta que su marido murió abrazando a su hijo. "Quedó sepultado abrazando a nuestro hijo, no lo abandonó", dice entre sollozos.

"La historia se repite" 

"El terremoto fue aterrador, pero la gente dio gracias a Dios por vivir en tiendas de campaña después de ver lo que ocurrió a su alrededor", dice Fidaa Mohammad, que vive en el campamento de Deir Ballut.

Cerca de la mitad de los casi cuatro millones de habitantes de las regiones controladas por los rebeldes en el norte de Siria son refugiados que fueron llegando a mediada que el régimen de Bashar al Asad retomaba el control estas zonas.

Ghayath Zarzur encontró refugio en una pieza, junto a dos primos y sus familias respectivas.

Sentado en el suelo, rodeado de un montón de niños, tiene la cabeza vendada y los ojos hinchados. "Somos treinta en esta habitación, sin calefacción ni mantas", dice este hombre que apenas logra hablar.

"La historia se repite. Huimos de Damasco solo con la ropa que llevábamos puesta, hemos sido desplazados tantas veces", se lamenta.

Zarzur se había considerado afortunado cuando pudo abandonar el campamento en el norte de Siria en el cual se refugió hace cuatro años por una casa en Jindires. Pero su casa quedó completamente en ruinas tras el sismo.

Los que no encontraron refugio en campamentos se dirigieron hacia las decenas de centros de acogida abiertos por las autoridades locales.

En una inmensa carpa instalada en la ciudad de Idlib, algunos niños agotados duermen pese al ruido que hacen otros que juegan a su alrededor.

"Hay un número aterrador de personas que se quedaron sin hogar o que temen que su casa les caiga encima debido a las réplicas", dice Abdel Kader Taid, que trabaja en uno de esos centros.

Otros prefirieron refugiarse en sus autos o dormir al raso, pese al intenso frío.

"Nuestro edificio quedó dañado, no podemos regresar por miedo a las réplicas", afirma Mohammad Hayyani, de 50 años, envuelto en una manta cerca de su camioneta.
"Somos tres familias, algunos duermen en la camioneta y otros en la calle", dice.

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