Julia Flores tiene un gesto serio en el rostro al comenzar su desfile, pero a medida que avanza por la alfombra roja sonríe y muestra orgullosa la manta azul que tejió en su celda, en una cárcel al sur de La Paz, Bolivia.
Su soltura arranca los aplausos de las compañeras y entonces se anima a mover la pollera típica de las indígenas andinas que porta. Tiene 64 años y una larga condena, pero prefiere no mencionar qué delito cometió, aunque asegura que eso no le impide soñar y valerse por sí misma.
“Mi tejido tiene un poco de mi historia y me ayuda a olvidar mi encierro”, dijo Flores, madre de tres jóvenes, a la agencia AP.
El desfile también sirve para empoderarse como mujer, expresó Karen Rodríguez, de nacionalidad colombiana.
“Nos da la oportunidad de arreglarnos, de ser nosotras y liberarnos en la pasarela”, añadió.
Flores, Rodríguez y otras 20 compañeras desfilaron las prendas que ellas mismas crearon en la cárcel de mujeres de Obrajes, que tiene una población de 215 reclusas, para promocionar los productos que hicieron en el marco del programa Emprendiendo para ser libres.
El plan es patrocinado por fundaciones locales e internacionales y se aplica en varias cárceles nacionales.
“Ellas con este evento tienen la oportunidad de ganar su dinero y emprender algo propio”, explicó Yana Rojas, coordinadora del proyecto.
Este es el segundo desfile tras el éxito que tuvo su primera versión el año pasado.
Cheryl Sempertegui, directora del centro de Obrajes, indicó que el programa busca la inclusión de las reclusas a través de la realización de las actividades que más les gustan.
Obrajes es una cárcel con un alto numero de reclusas detenidas preventivamente, algo que el sistema penitenciario busca reducir.
SNGZ