Escondido bajo una cama con su esposa y sus dos hijos, Shafiqul Islam vivió tres horas de una espera insoportable, rezando para que su casa no se viera afectada por el paso del ciclón Amphan.
Este agricultor, de 40 años, del distrito costero de Satkhira (sudeste de Bangladesh) creía que Amphan, el ciclón más fuerte en la zona desde hace 20 años pasaría lejos de su ciudad. Por consiguiente, no fue a refugiarse en uno de los miles de lugares abiertos por las autoridades con dicho fin.
Un "enorme error", se dijo cuando, escondido en el interior de su casa, intentaba sobrevivir a las ráfagas que arrasaron con su tejado de chapa corrugada y destruyeron casi todos sus bienes. Pero él y los suyos sobrevivieron.
Aleya Begum y su marido, después de enviar a sus hijos a un refugio anticiclónico, permanecieron en el lugar para proteger sus pertenencias. Sus esfuerzos fueron en vano.
"Todo lo que he construido a lo largo de las décadas fue destruido en cuestión de horas. He visto una serie de ciclones, pero este fue el peor", afirma la mujer, de 65 años.
La oficina de las Naciones Unidas en Bangladés estima que el ciclón afectó a 10 millones de personas y destruyó el hogar de 500 mil. Amphan también causó, al menos, 95 muertes en India y Bangladés, según informes oficiales todavía provisorios.
A pesar de los considerables daños materiales, las pérdidas humanas parecen haber sido limitadas. Hasta hace poco, los balances de los ciclones más violentos en la zona del golfo de Bengala se cifraban en miles de muertos.
En 1970 medio millón de personas murieron en el ciclón Bhola. El último especialmente mortífero, Sidr, causó la muerte de 3 mil 500 personas en Bangladés en 2007.
Pero este país e India aprendieron las lecciones de los desastres de las décadas anteriores y construyeron miles de refugios para la población. También establecieron políticas de evacuación rápida.
Los sistemas de vigilancia meteorológica son más sofisticados. Al acercarse Amphan, las autoridades evacuaron a tres millones de personas que habitualmente viven en zonas de riesgo.
Las ráfagas de viento de unos 160 km/h y las lluvias torrenciales no eran los únicos peligros. Los ciclones también pueden provocar una marejada ciclónica, un muro de agua de mar, a veces de varios metros de altura, que puede ser especialmente devastador cuando golpea la costa.
En la aldea de Purba Durgabati en Bangladés, cientos de habitantes lucharon toda la noche contra los elementos para tratar de consolidar el dique que los protegía.
Pero la subida del curso de agua, de cuatro metros, la pulverizó sobre casi dos kilómetros y provocó la inundación de 600 hogares.
FS