Un obispo católico en Colombia tiene la esperanza de que el agua bendita contenga la violencia en una ciudad que lucha contra la delincuencia y la corrupción.
El obispo Rubén Darío Jaramillo Montoya viaja a bordo de un camión de bomberos a algunos de los barrios más violentos en Buenaventura, rociando agua que bendijo en su intento por frustrar a las pandillas del narcotráfico y otros grupos delictivos.
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“La sangre ha corrido por las calles”, afirmó Jaramillo, quien viste hábito y lleva un crucifijo alrededor del cuello durante su recorrido por la ciudad frente a la costa del Pacífico.
El recorrido en ocasiones se torna festivo a pesar de la solemnidad del mensaje. Jaramillo se detiene para bendecir a un grupo de niños en uno de los barrios y el camión de bomberos en que viaja es adornado con globos verdes y amarillos.
Comenta que la ceremonia tiene el objetivo de mostrar solidaridad hacia las comunidades afectadas y advertir a los grupos criminales que “no pueden destruir la vida de una comunidad, nosotros estamos unidos”.
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Pandillas rivales luchan por el control del narcotráfico en Buenaventura que, desde el año pasado, ha experimentado un aumento de homicidios, violaciones, secuestros y desapariciones, según Jaramillo. El obispo subrayó que las fuerzas de seguridad y los tribunales trabajan para reducir el caos de la ciudad, pero que sus ciudadanos no pueden esperar y deben apoyarse entre ellos de cualquier manera posible.
“El dolor de uno tiene que ser el dolor de todos”, dice Jaramillo, obispo de Buenaventura desde hace dos años. “No tenemos miedo”.
jos