Celal guarda en su chaleco una hojita repleta de corazones de colores. Fue la forma más honesta en la que una niña pudo agradecerle haber salvado a su pequeño hermano, quien llegó a la frontera de Rumania en delicado estado de salud tras lograr escapar del conflicto entre Rusia y Ucrania.
En los corredores humanitarios de Siret, en la frontera de Rumania, organizaciones de varios países hacen de todo para ayudar a los desplazados del conflicto armado. El equipo de Turquía ofrece comida, traslado a refugios y a la estación del tren, y servicios médicos en un improvisado hospital que pareciera de primer mundo para las personas que llegan con graves complicaciones por las bajas temperaturas y los largos trayectos, esquivando bombas rusas.
“Thank you! (¡Gracias!)”, dice la pequeña hoja con corazones rosas, anaranjados y morados, que es prueba del milagro que representan para los desplazados y que recorrerá 739 kilómetros de Siret a Estambul, en el chaleco de Celal Yesilnacar, uno de los voluntarios del grupo de Gestión de Desastres y Emergencias de Turquía (AFAD).
“Anoche llegó un niño enfermado (sic) y nuestro médico ayudó”, explica en su español que sigue practicando.
Recuerda que era una familia de seis personas: madre, padre, abuela, dos niños pequeños y una niña. Ella dirigía su atención a su hermano, a quien intentaban estabilizar por fiebre severa. Celal le dio un juguete para tranquilizarla. Ella sacó de su mochila colores, plumas y libreta y los transformó en un bonito agradecimiento que él conservará como el más preciado recuerdo ante este conflicto bélico.
“La niña me dio esto, para mí... Le di un gato, un toy, un juguete y ella me dio esto. Eso es muy emocionado, mucho emocionado, mi corazón es como '¡bum, bum, bum!'”, expresó.
Al niño lo recibieron en la zona médica a la que se le permitió a MILENIO el acceso. El doctor Murat Özdemir, del Equipo Nacional de Rescate Médico de Turquía (UMKE), detalló cómo acondicionaron el pequeño espacio para tener desde primeros auxilios hasta zona de intubación para los casos más delicados de quienes llegan con neumonía por caminar tantas horas con temperaturas que, en estos días, han llegado hasta a los menos 15 grados, más lluvia o nieve.
“Podemos hacer primeros auxilios, intubación, podemos proveer servicios de salud para los refugiados y otras personas que necesitan nuestra ayuda. Admitimos muchos niños, la mayoría de ellos sufre de fiebre, resfriado, está muy frío aquí”.
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Para Murat, como para la mayoría, las historias de los niños son las más tristes. Pero también las de las madres, que llegan pidiendo desesperadamente ayuda para sus hijos cuando ellas la necesitan por igual.
“Había una madre con dos hijos, uno de sus hijos tenía cuatro años y el otro tenía dos semanas, eso era emocionalmente muy triste. Las madres traen a sus hijos aquí en busca de nuestra ayuda pero las madres también tiene fiebre y tratamos de ayudarlas. Los adultos mayores están muy cansados, tienen frío, tienen hambre y sed, y los tratamos de ayudar también”.
La ayuda siempre resulta insuficiente, pero en los corredores humanitarios no desisten. También tienen frío y están cansados, pero coinciden en que las sonrisas de las y los niños son su mejor recompensa, su mejor recuerdo, su recarga para seguir apoyando a quienes tocan suelo de paz, lejos de los bombazos.
EHR