De visita en la verdadera cocina de Meghan

The New York Times

Tv. El mes pasado estrenó la serie de Netflix con mucho éxito, a pesar del hate. Nos recibió en su casa para charlar

Aunque la entrevista fue en la cocina, Meghan no permitió tomar fotos dentro de su casa. Adam Amengual/ THE NEW YORK TIMES
Julia Moskin
The New York Times /

Meghan, duquesa de Sussex, ya se imagina las críticas que recibirá su pudín de plátano. “Sé que a algunas personas les molestará que haya quitado las galletas —dijo, triturando las galletas Nilla con un rodillo en lugar de mezclarlas con el pudín de vainilla y las rebanadas de plátano—. Pero a mí me gustan espolvoreadas encima”.

Meghan preparó su versión del pudín de plátano de su abuela Jeanette, con frutos rojos frescos y limón. Adam Amengual/ The New York Times

Una mañana soleada, la semana pasada en su casa de Montecito, California, Meghan iba y venía entre el jardín, donde el príncipe Enrique se detuvo un momento junto al huerto de fresas calzando un par de Birkenstocks para avisar que iba a atender una llamada de trabajo, y la amplia y muy usada cocina donde su madre, Doria Ragland —elegante con jeans, camiseta blanca y un aro plateado en la nariz— hurgaba en el refrigerador doble en busca de algo que desayunar.

“La abuela Jeanette habría usado uno instantáneo —compartió Meghan, refiriéndose a la madre de Ragland, mientras probaban una tanda de pudín casero salpicado de vainilla—. Pero este le habría encantado”.

El mes pasado, en la serie de Netflix, Con amor, Meghan, la duquesa dio al mundo un primer vistazo a la reinvención de su vida: de novia real atormentada a triunfante diosa doméstica. Ella y Enrique huyeron de Reino Unido y de sus implacables críticas en 2020 para establecerse como familia en este enclave seguro, soleado y acomodado. Sin embargo, la serie ha traído parte de esa oscuridad de vuelta a su puerta.

Igual que Gwyneth Paltrow, Chrissy Teigen y otras celebridades que tienen marcas de cocina y estilo de vida, Meghan no tiene formación culinaria profesional. La visita de la semana pasada —la primera vez que invitaba a alguien de la prensa a entrar en su cocina— demostró que es una apasionada de la cocina casera que sabe cómo preparar una vinagreta, es rápida con el rallador de limón y diestra con el cuchillo.

Se me permitió entrar con la condición de que no se tomaran fotografías de la casa ni dentro de ella.

A sus 43 años, con un entusiasmo inagotable y una vibra estilo Charlotte York, sigue definiendo su identidad pública mientras la presenta ante una audiencia global. A algunos, su decisión puede parecer emprendedora, o entrañable o narcisista, pero no se puede decir que no sea una gran apuesta.

El miércoles por la mañana comenzaron las ventas de As Ever, la línea de productos alimenticios de Meghan, que tienen precios de entre 12 y 15 dólares e incluyen mezclas para hornear, mieles y mermeladas que son famosas en internet y que, a su pesar, se etiquetan como “untables de frutas” debido a la normativa de la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA).

De acuerdo con una portavoz, todo se agotó en una hora. La marca inicialmente fue anunciada como American Riviera Orchard, pero se informó que se cambió después de dificultades de marcas registradas.

La semana pasada, Meghan anunció que presentaría un nuevo pódcast, Confessions of a Female Founder, y abrió un canal de ShopMy en el que sus fans pueden adquirir la ropa y los productos con los que la ven en pantalla, de la cabeza (Control Me Edge Gel, de Lottabody) a los dedos de los pies (esmalte shellac CND).

La duquesa de Sussexcon su perro Guy en su jardín en Montecito, California, el 24 de marzo de 2025. Adam Amengual/ The New York Times

El odio y sus fans

Con amor, Meghan la presenta en una serie de escenas idílicas (ninguna filmada en esta cocina: se usó una casa cercana como estudio), cocinando, haciendo manualidades y planeando fiestas de té. Pero si alguien pensaba que las palomitas trufadas y los arcos de globos no serían polémicos, se equivocaba.

Cuando apareció el programa, los millones de personas que desde hacía tiempo sentían derecho a criticar a Meghan como miembro de la familia real británica tuvieron la oportunidad de juzgarla como esposa, madre, cocinera, decoradora y anfitriona. Y muchos lo hicieron, tachándola de cursi, falsa y aburrida.

Los mejores episodios muestran a Meghan como la respetuosa alumna de chefs como Alice Waters y Roy Choi. En otros ella es la maestra, mostrando recetas como ensalada de pasta y consejos de entretenimiento a un grupo de amistades, quienes tienen la tarea de mostrar entusiasmo mientras ella les da un pescado crudo o ata un moño en una bolsa de regalo con pretzels rellenos de mantequilla de cacahuete. Esos episodios fueron los número uno en burlas.

Algunas críticas fueron más mordaces: las publicaciones de redes sociales se enfocaron en sus ollas Le Creuset, alegando que eran demasiado caras para muchas mujeres negras y más ostentosas que las tradicionales de hierro fundido. En respuesta, mujeres negras comenzaron a publicar fotos de sus amplias colecciones de Le Creuset.

La periodista Michele Norris salió en defensa de Meghan, preguntando: “¿Por qué le sorprende o molesta a alguien que tenga una hermosa batería de cocina de colores coordinados? ¿Alguien ataca a Ina o a Martha por sus utensilios de cocina?”.

En una entrevista, dijo que señalar a Meghan por no utilizar su cocina real es ilógico. “Cada set es una cocina performativa —dijo Norris, quien presenta un pódcast sobre cocina y cultura—. Creo que ella logra presentar una versión auténtica de sí misma dentro de ese espacio artificial. ¿Qué tiene de malo que alguien quiera compartir su alegría?”.
“Todo el mundo tiene alguien o algo que quieren que ella sea —expresó la chef Carla Hall, que antes de ser chef fue modelo y cuyas credenciales culinarias también fueron cuestionadas cuando empezó su carrera televisiva—. No se puede ganar ese juego”.

Lo que plantea una pregunta: ¿por qué alguien que durante años ha soportado la peor clase de atención pública se pondría de nuevo bajo el microscopio?

Una razón, por supuesto, es el dinero. El contrato de producción que Meghan y Enrique firmaron con Netflix en 2020 finaliza este año, y la mayoría de sus otros esfuerzos recientes —documentales sobre polo y los juegos Invictus de Enrique— fracasaron. Pero Netflix apuesta por ella: ya se filmó una segunda temporada del programa, y la empresa invirtió en su marca As Ever.

Y a pesar de las críticas, millones de fans han demostrado su apoyo en el último mes. Según Netflix, el programa estuvo entre los 10 más vistos en 24 países en la semana posterior al estreno, con 2.6 millones de visitas. Muchas de las prendas de la página ShopMy de Meghan se agotaron en cuestión de horas o días. Desde el 1 de enero, cuando abrió una nueva cuenta de Instagram (borró la antigua poco antes de convertirse en parte de la familia real), ha acumulado 2.7 millones de seguidores.

La otra razón es personal. “Necesito trabajar, y me encanta trabajar”, dijo, señalando que, hasta que conoció a Enrique, no había estado sin trabajo desde que tenía 13 años.

Con dos hijos pequeños que criar, expresó: “Es una forma de conectar mi vida familiar y mi trabajo”. (El príncipe Archie tiene cinco años y la princesa Lilibet tres; son sexto y séptima en la línea de sucesión al trono).

Espera hacerlo sin avivar el fuego de los titulares de la prensa sensacionalista y los chismes de internet. Como corresponde a la jefa de una marca mundial, los miembros de su equipo revisan las secciones de comentarios y las redes sociales para que ella no tenga que hacerlo. Cuando le hablé de la polémica sobre Le Creuset, se quedó perpleja. “¿Esto existe, en 2025?”, dijo, levantando las manos y volviéndose hacia su madre.


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