Deriva de Halloween: Elon Musk y El Guasón | por Bruce Swansey

Musk compró abiertamente el voto de los desesperados y los cínicos.

Gorras rojas con el slogan de campaña de Trump “Make America Great Again”
Bruce Swansey
Ciudad de México /

La imagen muestra un hombre vestido de niño, la ropa suelta tan cómoda que realmente es un pijama negro, la cachucha de Magadú (Maga o Make Americain Great Again, el lugar donde la gente lleva tampones en los oídos) lo identifica con el movimiento encabezado y centrado en Donald Trump. Levanta los hombros como quien ignora la respuesta a una pregunta o mejor como quien no puede ocultar su naturaleza expuesta en la fotografía del Guardian. ¡Chin, me cacharon! –parece decir la pose, pero miren qué encantador, compro abiertamente el voto de los desesperados y los cínicos. Por un millón diario hasta el 5 de noviembre, Elon Musk compra públicamente el voto a favor de Trump. La ilegalidad de tal práctica es obvia y Musk debería responder de su iniciativa en la corte, pero la justicia en la era post Trump es un asunto relativo. Sobre todo, si Donald regresa a la Casa Blanca, de la que hará el nuevo centro de sus negocios. A lo mejor la casa del club de golf.

Musk mira de lado y sonríe. Es un chico cachetón y travieso cuya arrogancia inédita descubre la prepotencia de quien puede sentar a Trump en la oficina oval. Como su riqueza, su audacia no tiene límites. El gesto habla por sí mismo de una era marcada por la incompetencia y la corrupción que traiciona lo que hasta el momento había sido el centro de la nación. Trump prometió que de llegar ya no habría necesidad de votar. Chiste. Pero también puede ser la forma más franca de naturalizar sus intenciones de quedarse en casa. Dictador, como ha dicho, desde el primer día. Otro chiste.

Una alianza tan evidente exige reciprocidad que es fácil imaginar y se llama desregulación de los medios sociales, los que cuentan en la actualidad. La gente ya no se informa en los medios tradicionales como la prensa sino en las plataformas que determinan su vida a grados hasta hace poco inconcebibles. La cultura promovida abarca todos los órdenes de la existencia y determina las cámaras de resonancia que cambian la información en ideología.

Musk es protagonista de esta época a la que ha transformado técnicamente con Tesla y en general su interés por las soluciones eléctricas. Navega con bandera ecológica porque sus autos fueron eléctricos desde el inicio y se volvieron en el símbolo de un coche minimalista, limpio, aerodinámico como lo han sido tantos vehículos que revolucionaron el siglo XX, el VW, por ejemplo. Tesla quiso ser una alternativa semejante, pero sus modelos no son baratos y a pesar de los deseos expresados no incluye al pueblo, sino a quienes tienen comodidad. Es una empresa exitosa que estuvo en riesgo con la compra de Twitter hecho X, que tuvo un arranque difícil hasta posicionarse como el super yo social, la voz de la conciencia, la hacedora de rumores, el pero hirviente en el que se cuece toda clase de violencias tan extremas que en el caos alienta la agresividad física para imponerse. Musk afirma que su plataforma es la libertad, el único espacio donde la gente es espectadora y participa en una “democracia” del ruido. Tal estado cultural, tal disposición mental, contribuyen a crear un público activo que expresa sus peores deseos y realidades a gritos.

El cambio está presente en todas las esferas de la vida social desde que la corrección política fuera reemplazada por el lenguaje de la violencia. El lenguaje infamante humilla y esa herida es peor que un puñetazo. Según Chomsky el lenguaje performativo es tan material como la fuerza física, y las palabras, armas. Desde hace por lo menos dos décadas la cultura, en el sentido más amplio del término, se ha modificado. Lo que antes fuera inaceptable hoy es moneda corriente. Hoy, los ciudadanos son libres de insultarse, de calumniar a los otros, de incitar a la violencia y exigir víctimas en lo que se ha convertido la picota. Gracias a los medios sociales, los ciudadanos se desgañitan clamando cada uno su verdad en una cacofonía de imbecilidades, rumores, insultos de rigor y desinformación sistemática.

Hace poco, sin embargo, en Brasil surgió la iniciativa de poner ciertos límites a la plataforma, lo cual ha renovado la conversación sobre la impunidad de los medios en los que, a diferencia de los tradicionales, no hay ningún responsable. Como dueño, Musk no se ha responsable de lo que puede verse en X, incluyendo la pornografía infantil. La prensa, en cambio, tiene un editor responsable de lo que el periódico publica y hay leyes contra el libelo. La iniciativa llama la atención porque en otros estados también se discute la necesidad de regular los medios sociales haciendo a sus productores responsables de lo que admiten en su plataforma. Esto, por un lado. Por el otro está la cuestión de los impuestos que las compañías de la información tipo X causan. Es evidente que Musk espera obtener de Trump el camino libre de objeciones éticas y financieras.

Pero los medios sociales no funcionarían sin la aquiescencia de productores, medios y público, es decir sin la aceptación social como el foro ilimitado de la opinión pública contemporánea. El señor vestido de niño que compra votos por cañonazos de millón de dólares actúa de acuerdo con la lógica disfrazada de comportamiento “errático” que disfraza una idea muy clara del poder y cómo usarlo. Musk se considera el bastión de la libertad de expresión y resiente todo intento de regulación como un atentado contra la libertad individual. Como los hampones, hace lo contrario de lo que dice: su defensa de la libertad de expresión es la imposición de un lenguaje virulento destinado a impedir todo diálogo. Más que un espacio de libre expresión es el circo contemporáneo y el abrevadero de una progresiva y sistemática campaña de manipulación.

El circo funciona hoy tanto como hace siglos. Musk usa su riqueza para reforzar un proyecto de toma y destrucción de las instituciones que hasta el momento contenían el poder para contener al entonces presidente Donald Trump. De regresar, Trump ha aprendido la lección y esta vez sabe de quién vengarse y cómo hacerlo. A su favor cuenta con una suprema corte leal que como a los reyes lo ha exonerado del alcance de la ley. Su inmunidad aprobada por los jueces de su elección lo han declarado así. Sus múltiples fraudes, sus extravíos sexuales, la arrogancia aria premiada de nuevo con la Casa Blanca.

El hombre levanta los hombros y sonríe torcidamente, un gesto que implica reconocer el crimen sin que éste sea infamante sino gracioso. Está en mi naturaleza de chico rico, exitoso, innovador, audaz, teknobró, hacer lo que sea necesario porque esto es lo que hago. Soy lo que todos en X aspiran a ser. Musk no es sólo una historia más sino la que define la más reciente etapa de la historia contemporánea de Estados Unidos, la era que vivimos comunicados a tal extremo que es imposible huir de la presencia invasiva de la tecnología informática que define nuestra existencia, minuto a minuto. Por fin hemos llegado a la distopía de la soledad hipercomunicada.

En esta era de compañía “virtual” lo que impera es el rumor como verdad. Los medios sociales o la era del chisme. X es la cruz de la encrucijada que marca el territorio, también de la plaza en la que resuenan las voces en todos sus registros, pero más corrientemente en el de la ira. Es una plaza pública que dista del ágora y se asemeja más a la de ejecución pública en medio de las carcajadas y los alaridos.

Ese tipo de comunicación equivale al espacio en el que se inmolan las víctimas en nombre de la justicia. La libertad que defiende Musk es la de un medio que como se ha visto puede influir significativamente en las formas de control de una población que no es precisamente zombi sino cómplice. Como Circe, Musk volvió cerdos a los hombres. Pero esto no ocurrió súbitamente.

La era gritona de la política como performance post mortem se caracteriza por Trump y su estilo. ¿Por qué perder el tiempo en pensar si insultar es lo natural? El discurso de Trump tiene la viabilidad testosterónica de un chico de siete años haciendo una pataleta o haciéndose el gracioso, como el colega guasón que transforma la corrupción en un valor. Los apelativos que Trump encuentra para sus oponentes dan en el blanco de lo que estos representan. Son los apodos de la primaria. El Cabezón, La Culo Grande, La Calaca. Apodos que identifican caricaturescamente al contrario o al otro para disminuirlo. Es una era en la que el debate se ha reducido a la perorata de la machosfera, la era en la que la testosterona resurge bramando en el centro de la X.

El péndulo a la derecha pasa por el sexismo, el ataque a los derechos humanos y la reducción del horizonte histórico a la nostalgia del gangsterismo. La hombría, tan afectada por un siglo de liberación, resurge para destruir cuanto la limita. Los machos forman tribu y sus reivindicaciones no sólo atentan contra las mujeres sino contra toda forma de limitación de un poder que diariamente se prueba a sí mismo violando a una prójima.

El racismo es otro elemento que detona el entusiasmo tribal que ve en los inmigrantes el peligro de la contaminación. Hasta se comen a los perros y a los gatos. Oponer el cuerpo sano de la república al ataque impuro de la sangre corrompida de los inmigrantes encarna un discurso fascista que parte de la pureza de la sangre y anula a cualquier individuo o grupo que se encuentre en el camino. Este poder irrestricto es el que favorece Musk y el que practica con su plataforma: el autoritarismo cesáreo en lugar de la república imperfecta.

Musk sonríe a la cámara en su pose de gracioso. Su amplia sonrisa es la del Guasón sin maquillaje y sus intenciones más turbias que la venganza que perseguía y por la que este era perseguido. Las intenciones de Musk son el gobierno de una dictadura que lo haga el dueño de la plaza pública. Por lo pronto ya un juez determinó que actuar legalmente contra la munificencia electorera de Musk no podrá suceder hasta después de las elecciones. Eso ni El Guasón lo soñó en sus mejores momentos en Ciudad Gótica: el poder sobre la mente de poblaciones enteras, el mundo a sus pies en la distopía donde los Estados Unidos se vuelven una dictadura fascista con Musk como ministro de la mente acorralada y Trump como el señor de la basura.

CHZ

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