Dionisio Rodríguez Martín, más conocido como el Dioni, protagonizó en 1989 un robo que lo convirtió en uno de los ladrones más populares de España. A casi 30 años del atraco que bien pudo inspirar la serie de Netflix, La casa de papel , el ex vigilante de la empresa Candi ofreció una entrevista a Rodrigo Terraza, para El Mundo.
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-¿Treinta años después aún le queda algo por contar?
-Todo. De mi historia no sabéis nada.
-Jura decir la verdad, toda la verdad...
-Y nada más que la verdad...
Bajo su mano derecha no hay una biblia, sino un caja metálica llena de cigarillos y un sobre blanco que le ha acercado una camarera en el que sólo pone su nombre escrito con pluma: Dioni.
En la izquierda, un café con leche y azúcar en vaso de cristal. Podríamos decir que responde mirando fijamente pero sería mentira. El Dioni aún conserva un ojo en Moratalaz y otro apuntando a las playas de Ipanema.
A ratos se frota el cráneo pelado en el que un día hubo un peluquín cutre, despanzurrado como un gato en la M-30, empapado en sudor frío aquella tarde que decidió llevarse sin permiso un furgón blindado cargado con casi 300 millones de pesetas.
Dionisio Rodríguez Martín le robó a los ricos, como Robin Hood, pero en lugar de repartirlo entre los pobres, se lo gastó en prostitutas y champán Dom Pérignon.
¿Valió la pena?
Según me pilles. Hay días que creo que sí y días que no. A veces me acuerdo de lo que pasé en la cárcel y estoy jodido. Y a veces me acuerdo de lo que viví en Brasil y me lo paso de puta madre. Según el día...
¿Y hoy?
Hoy tengo 70 años y soy más clásico. Tengo una familia, una mujer con la que llevo 28 años casado, una hija de 26 y otra de 50, de mi primer matrimonio, un nieto y dos bisnietos.
¿Saben sus bisnietos quién fue el Dioni?
Ellos me llaman bisa y se lo toman a cachondeo. Cuando entramos a un bar, me señalan y dicen «este es el que ha robado un furgón». Me delatan.
¿Y cómo le explicamos a las nuevas generaciones quién fue usted?
Durante 40 años fui un tío impoluto, transparente y trabajador. Cordial en el trato, ayudaba a los débiles, a los ancianos, a los niños... Era generoso, romántico. Muy buen tío. La gente me aprecia... Joder, soy buena gente.
¿Le molesta ser recordado como un ladrón?
En el fondo me gusta. Los mangantes, chorizos y tironeros son unos cantamañanas... Al menos un ladrón es un señor.
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Justo 30 años después del robo que le hizo célebre en toda España, el Dioni publica su particular confesión en un libro «basado en hechos reales» que ha titulado Yo robé un furgón blindado (ed. Mueve tu lengua) y en el que narra su peripecia en cinco bloques y 48 capítulos que ha barajado sin orden cronológico como si fuera un guión de Tarantino.
De una suite de lujo en Río de Janeiro a una mazmorra con cucarachas, gusanos y ratas grandes como mastines, la escena en una prisión federal en Brasil y la cama redonda con dos mulatas rebozadas en cocaína, de los jacuzzis con champán a las descargas eléctricas en los huevos.
Su libro:'Yo no robé un furgón blindado'
30 años después del robo, el Dioni publica su versión del famoso atraco en editorial Mueve tu lengua. Está en negociaciones para que se realice una película a partir de ese texto.
Del furgón que se llevó el 28 de julio de 1989 al avión que le trajo de vuelta a España un año después en clase turista. «Señoras y señores pasajeros, les habla el comandante. Tengo el placer de comunicarles que llevamos al Dioni a casa». Y el pasaje le ovacionó como si el golfo de Dionisio viniera de ganar el Mundial.
¿Por qué le quiere tanto la gente si es usted un delincuente?
Porque soy el menos hijo de puta de todos los que han robado. Yo no he robado a ningún español. Lo que hice fue meterle una preferente al banco antes de que el banco me la metiera a mí. Y el 99% de los españoles habría hecho lo mismo que yo. La gente me dice cuando me ve: «La próxima vez, cuenta conmigo».
El 99% de los españoles habría hecho lo mismo que yo
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Por si alguien no sabe todavía de quién hablamos, resumiremos su trayectoria a cámara rápida. El Dioni nació en 1949 en el dormitorio de sus padres en el barrio de Salamanca de Madrid.
A los 8 años un vecino le dejó bizco de un latigazo con un cable de luz en el ojo. Fue tuno, campeón de ajedrez y cantante. A los 18 tuvo una hija. Vendió artículos de papelería y plumas Bic. El naranja escribía fino y el cristal escribía normal.
Soñó desde niño con ser policía de investigación y acabó en una empresa de seguridad llamada Candi. Es cinturón marrón de taekwondo, hizo un curso de tiro y otro de conducción evasiva que le acabó viniendo de perlas.
Fue escolta de banqueros y empresarios y lo mismo cenaba en Moncloa que en Zarzuela. Sin embargo, un día le degradaron a guardia jurado. Él, que quería ser como James Bond, acabó de uniforme azul y con una porra colgada al cinto. «Me sentía tan despreciado, impotente y explotado que me obsesionaba la idea de vengarme», escribe en el libro.
"Él, que quería ser como James Bond, acabó de uniforme azul y con una porra colgada al cinto"
La noche de antes echó un «polvete», se despertó a las nueve de la mañana, se santiguó y se fue a hablar con el jefe de personal de la empresa.
-¡Estarás en los furgones hasta que me salga a mí de los cojones!, le dijo su superior.
-¡Os vais a cagar!, pensó el Dioni.
Arranca aquí la historia de un atraco imperfecto. Vació su cuenta bancaria, invitó a tres amigos a una mariscada y les avisó: «Si tengo huevos, esta tarde me llevo un furgón». Los amigos se rieron y él se lo llevó. «Yo tenía ciática y me vino de puta madre. Convencí a mis compañeros del furgón para que se bajaran ellos frente a la pastelería Mallorca, en la calle Alberto Alcocer de Madrid, y ahí me lo llevé. Era la primera vez en mi vida que conducía uno».
En el camión transportaban la recaudación de un restaurante, el dinero de todas las sucursales del Banco Hispano Americano en Madrid, los sueldos de Renfe y la caja de la pastelería. El Dioni asegura que sólo se llevó el dinero del banco mientras silbaba la melodía de ¡Ay! Jalisco no te rajes.
¿Qué pensó un segundo antes de acelerar?
No pensé. Quería hacerlo y creía que me saldría bien. Si no, no lo habría hecho.
¿Cómo imaginó que acabaría la aventura?
Cuando aparqué el furgón al lado de mi coche es cuando me vino el bajón. Hostias, la que he liado. Pensé devolverlo, pero qué digo, qué hago, por qué me lo he llevado. Pensé: joder, ya tengo que seguir por cojones. Ya está hecho.
Repartió el botín (dice él) entre los amigos de la mariscada, se escondió durante dos semanas en casa de unos conocidos a cambio de un millón de pesetas. Luego viajó a Lisboa. Descartó huir a Chile para ahorrarse a Pinochet y en un concierto de Roberto Carlos pensó que Brasil no estaría mal. Hasta allí voló con 300 millones de pesetas, una peluca rubia y un gorro de marinero parecido al gorro de piloto de Frank Abagnale Jr. en Atrápame si puedes.
¿Cuánto ocupan 300 millones de pesetas?
Ocupan tres bolsas así (y separa las manos como medio metro). Tenía unas bolsas que regalaban en la junta de accionistas de Cepsa y lo metí ahí, en tres bolsas. Pesaban unos 60 kilos pero con 39 años, 60 kilos -si son billetes- pesan como una pluma. Los de hoy roban y no tienen cojones de llevarlo encima, pero yo iba como Papá Noel con el saco. Ahora cojo una caja de cocacolas y me da lumbago.
¿Se arrepiente de algo?
De no haber sido más listo. Me tendría que haber quedado todo el dinero en lugar de repartirlo.
Lo habría tenido que devolver, ¿no?
¿Lo ha devuelto Rato? ¿O Blesa? ¿O Urdangarin? ¿Por qué yo? Que lo devuelvan ellos.
Si cierra los ojos, ¿cuál es el peor momento que recuerda de todo aquello?
Cuando me detienen en Río y me paso una noche de torturas. Me meten la cabeza en el mar para que les diga dónde está el dinero, me ponen un revólver en la boca y luego las corrientes. En mi puta vida lo he pasado tan mal. Cuatro meses tardé en escribir ese capítulo. Aún me pongo malo de pensarlo y sueño con ello.
¿Y el mejor momento?
¡Brasil! No necesito cerrar los ojos para recordarlo. Me acuerdo sobrevolando las cataratas de Iguazú en helicóptero, los amaneceres en un par de islas que había en Río donde sólo estábamos un matrimonio de indígenas, dos brasileñas y yo. Estaban tan buenas que cualquiera que pasaba sabía que estaban con un tío tan feo como yo por dinero.
¿Hay algo que no pudiera conseguir con dinero?
Casi todo se consigue con dinero. Salvo que estés sentenciado a muerte, lo puedes comprar todo. Yo conseguí mujeres, viajar, comer las mejores comidas y beber el mejor champán y el mejor whisky, vestir la mejor ropa. He vivido más que muchos ricos. Muchos ricos se comen sólo lo que cagan. Yo, como el dinero no era mío, a tomar por culo. Además, sabía que antes o después me iban a coger, así que...
¿El dinero da la felicidad?
A la carta.
¿Y qué le quedó por comprar?
Al juez.
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El 26 de julio de 1990, casi un año después del robo, el Dioni regresó a España custodiado por la Policía y acompañado por dos reporteros de Interviú, que es como uno pasa de caco a celebrity. Fue condenado a tres años y cuatro meses de cárcel por apropiación indebida.
En la sentencia se decía que se había llevado del furgón 298 mil 217 mil pesetas y que la Policía recuperó algo más de 157 millones. De los otros 140 nada se supo. Pasó por las cárceles de Carabanchel, Alcalá Meco, Soto del Real, Herrera de la Mancha, Alhaurín de la Torre y Valdemoro. Y en todas le recibían como a una estrella de Hollywood. Cuando salió de prisión grabó dos discos, abrió varios bares, vendió pisos en Lepe, participó en programas de televisión y fue actor porno. «Si salí de todo aquello es porque quiso Dios», dice hoy.
¿Aún cree en Dios?
Sí porque lo más gordo que le he pedido me lo ha concedido. No palmé cuando me torturaron y no palmé cuando me diagnosticaron un cáncer. Le rezo en latín todas las noches.
¿Pero hay algún mandamiento que no haya infringido?
Los mandamientos no los cumple ni Dios.
¿Cuánto dinero tiene en hoy en el banco?
No lo tengo en el banco.
¿Dónde lo tiene?
No te lo voy a decir.
Pero no es rico, ¿no?
Ni muchísimo menos.
¿Y de qué vive?
Tengo una pensión de 830 euros. Hasta el año pasado era de 780 y pagaba 650 de alquiler. Échale cojones. Hago algún bolo, voy a la tele... Ahora estoy negociando para ver si hacen una serie con el libro.
¿Quién hará de el Dioni?
A mí me gustaría José Mota.
¿Le queda algo por hacer?
Te iba a decir el ridículo pero lo he hecho muchas veces.
Antes de aquel furgón, ¿había robado algo?
Alguna chorrada... No sé si una bicicleta con unos amigos. Bueno, en realidad la alquilamos y no la devolvimos.
¿Y ha vuelto a robar algo en los últimos 30 años?
Me gustaría haber robado el corazón de alguna chavala. (Y se ríe con la voz cascada de un bucanero). Que conste que no tengo queja... Soy feo pero simpático y he follado más de lo que quería.
Albert Rivera dijo en una entrevista que usted era su corrupto favorito.
¡No jodas! Pues ya no le voto.
¿Quién es su político favorito?
Ninguno. Conozco a muchos y han robado todos. Me da igual que sea el PP o el coletas. No puede ser que un partido tenga 700 corruptos dentro. Que haya un Dioni o dos, vale, pero 700 mangantes... A mí me gustaría ser político. Siempre lo he pensado. Arreglaría la sanidad, las pensiones...
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Durante la entrevista, el Dioni ha dejado su coche, un Honda color plata, con la ventanilla bajada y ocupando dos plazas para minusválidos frente a la terraza de un bar de Moratalaz. Antes de terminar se detiene un coche de la Policía. El Dioni sólo levanta la vista desde la mesa: «Es mío», dice. Los policías saludan y se van como si nada. «Has visto cómo me cuidan», presume.
¿Me va a decir dónde están los 140 millones que faltan?
No se lo dije a la Guardia Civil, a ti te lo voy a decir.
nerc