Nicolás Maduro no era el único que portaba una banda presidencial la tarde del 10 de enero de 2024. El chavismo repartió miles de réplicas de este símbolo a los asistentes a esta concentración, que salieron con su banda a las calles. La consigna de esta convocatoria, que podía leerse en murales en toda Caracas, fue “Yo juro con Maduro”. El Partido Socialista Unido de Venezuela, el partido en el poder, siempre ha tenido la capacidad creativa para este tipo de cosas.
El juramentado a las afueras del Palacio de Miraflores era el pueblo venezolano, no sólo el presidente. El sucesor de Hugo Chávez juró ante las multitudes que ocupaban al menos dieciséis cuadras de la avenida Urdaneta; y a su vez tomó el juramento de sus seguidores, en nombre de los libertadores y próceres, de absoluta lealtad a su proyecto político. “Juro como pueblo bolivariano y chavista”, repitieron. Al acto político de militancia llegaron miles desde diferentes latitudes de su país, en delegaciones gremiales, familiares, territoriales y sectoriales.
Hay algo que nunca le ha faltado al chavismo, ni siquiera en los peores momentos de escasez: capacidad de movilización. El día de la posesión de Maduro las calles centrales de Caracas se llenaron de gente de barrio, bajaron una vez más de las montañas en son de movilización bailada, como debe de ser en Venezuela. El voto duro chavista es ante todo popular y, aunque suele ser combativo, en aquella jornada optó por la salsa, el merengue, los tambores y las maracas.
En Caracas no hace falta más que un par de compases para que hombres y mujeres de todas las edades bailen. Se escucha en loop en los altavoces la famosa “Chávez corazón del pueblo” y no son pocas las personas que rompen en llanto al escucharla. Josué, que tiene 87 años y los zapatos gastados, llegó desde 23 de enero –el barrio chavista por excelencia– y dice que “hoy es un día de fiesta, hoy me puse la franela de la campaña del comandante de 1998”. No es el único que viste así, gorras de otras campañas, banderas con consignas de otros momentos, sacaron todo.
Pero el contraste con los indiferentes y los molestos es muy evidente, no todos están felices en las calles y de ese lado nadie quiere conversar.
“El hecho se ha consumado, he juramentado ante la Asamblea, con el mando militar y policial y ahora jura el pueblo”, dijo Nicolás Maduro Moro. Seguido de aplausos y gritos de apoyo, esta fue una de las expresiones que dirigió a las multitudes chavistas que se dieron cita a las afueras de Miraflores, el palacio presidencial de Venezuela.
Investido con la banda presidencial, Maduro llegó a esta cita luego de una jornada con apretada agenda oficial: juramentó en el salón Elíptico de la Asamblea Legislativa, seguido del tradicional acto protocolar ante el Ejército. Desde ese recinto, el presidente de Venezuela, que asume la cartera por tercera vez bajo las banderas del antiimperialismo y de cuidar el legado de Chávez, fue escoltado por más de mil conductores de motos, acompañado por su esposa, la abogada y política Cilia Flores.
Los que llegaron a la toma de posesión de Nicolás Maduro y los que no
A los actos protocolares asistieron sólo dos presidentes: de Cuba, Miguel Díaz Canel, y de Nicaragua, Daniel Ortega. El polémico nicaragüense, además, fue el único que recibió unos minutos el micrófono de manos de Nicolás Maduro en la concentración callejera.
Los titulares de cancillería de Honduras y Bolivia representaron a sus gobiernos, siendo éstos los funcionarios de alto rango que encabezaron el reconocimiento por parte de sus Estados al sexenio que inauguró. Mel Zelaya, el esposo de la presidenta de Honduras, Xiomara Castro, investido con una kufiya palestina fue uno de los asistentes de honor.
Rusia envió una delegación de más de 100 personas para participar en la agenda de la posesión, encabezada por Viacheslav Volodin, presidente de la Duma rusa. El mandatario chino, por su parte, envió a Wang Dongming, segundo al mando del Legislativo chino, quien mereció el reconocimiento por parte de Maduro en su discurso en las afueras de Miraflores.
La representación mexicana estuvo encabezada por el embajador de Claudia Sheinbaum en el país caribeño, Leopoldo de Gyvés de la Cruz, quien se sostiene en el cargo desde tiempos de Andrés Manuel López Obrador. Además, estuvo en Caracas durante esos días el presidente del PT y senador Alberto Anaya, quien es reconocido como amigo personal de Maduro.
Encabezando la representación de Morena estuvo Alejandro Robles, secretario de Mexicanos en el Exterior de su partido, quien sostuvo una reunión formal con el vicecanciller para América Latina, Rander Peña, el cual a través de sus redes sociales agradeció a México por el respaldo a Venezuela. Además, varias decenas de personas vinculadas a organizaciones políticas de izquierdas por fuera del espectro de la 4T también se dieron cita.
Gustavo Petro, presidente de Colombia, no envió a ningún representante de su Gobierno, lo mismo que el brasileño Lula da Silva que marcó una distancia con el país desde los cuestionados resultados electorales de julio del año pasado que, según el Consejo Nacional Electoral de Venezuela, le dieron el triunfo a Maduro con 51.95% de los votos, frente al 43.18% del opositor González Urrutia. Luego de la demora en la presentación de los resultados, la oposición instaló con eficacia la idea del fraude electoral.
Algunos medios reportaron que los embajadores de ambos países participaron de la agenda de transición. Boric a nombre de Chile retiró a su embajador de Venezuela. Y después de posesionado Maduro, Petro envió un mensaje público a través de sus redes sociales, en respuesta al pedido de la oposición colombiana de rompimiento de relaciones diplomáticas con Venezuela y “acciones contundentes”. Escribió: “No hay elecciones libres bajo bloqueos económicos extranjeros […]. No me exijan que ayude a bloquear a un pueblo hermano con el hambre, que será nuestra propia hambre, no me exijan que el suelo colombiano se use para matar al pueblo hermano, que será nuestra propia muerte.”
El espacio aéreo estuvo cerrado hacia y desde Colombia por un par de días posteriores a la posesión de Maduro. La frontera terrestre también. No es ni será opción para Colombia ni Venezuela romper relaciones, los vínculos de ambos países siempre han ido mucho más allá de las coyunturas. Con todo es innegable que la política venezolana ya lleva tiempo como tema de política interna en el resto de los países latinoamericanos, con mayor gravitación en aquellos que ya superan el medio millón de venezolanas y venezolanos al interior de sus fronteras.
Así estaban las calles de Caracas
Este 10 de enero la capital venezolana está abarrotada de fuerzas de seguridad públicas en carreteras, en parques y plazas públicas y cientos de esquinas. No se ven muchos automóviles circulando ni se percibe el tradicional tráfico en horas pico. Hay una sensación de toque de queda, al menos los dos días posteriores al juramento presidencial.
Miguel, conductor de Yummy, una de las plataformas de servicio de taxis por aplicación fundada por un venezolano en 2020 –Uber no opera aquí– cuenta que “nadie quiere salir de su casa en estas fechas, después de Navidades uno sabe que gastó más de la cuenta”. Ante la pregunta de si hubo más posibilidad de gastar en estas fiestas, el hombre de 50 años dice que “desde que circula libremente el dólar [mayo 2019], todos gastamos más y mejor”.
Él volvió el año pasado a Venezuela, después de que migrara a Argentina en 2017. “Argentina ya no es lo que era. Conté mis ahorros y decidí comprarme este Cherry –automóvil chino– cero kilómetros para trabajarlo, ahora aquí me pagan en dólares y volví a mi casa, mis padres ya están viejecitos; mis hijos son universitarios, se quedaron en Buenos Aires, vamos a ver cuánto aguantan allá”.
El chavismo se negó por muchos años a la circulación de divisas extranjeras en su territorio. Paralelamente, los vagones de los supermercados y las farmacias estaban desabastecidas. Las filas para comprar alimentos se llevaban jornadas enteras de las venezolanas y venezolanos de abajo. El doloroso éxodo era cada vez mayor.
Los años duros no llegaron de la misma manera a las zonas residenciales de Caracas como Las Mercedes –el Manhattan de Caracas– o Campo Alegre, donde habitan familias acomodadas con décadas de acumulación previas al chavismo. El metro cuadrado en una propiedad horizontal en estas zonas puede costar fácilmente cinco mil dólares. Cuenta un vecino de la zona, mientras recorremos esas calles, que en Venezuela se vendieron varias decenas de autos Ferrari.
“La gente que vive aquí tiene cuentas millonarias, nunca dejaron de tenerlas. No se fueron y no se irán”. Algunos apellidos tradicionales hicieron buenos negocios con los gobiernos chavistas, otros no los necesitaron y aun así sus fortunas siguen in crescendo. Apunta, además, con cierta nostalgia, que su país fue en un momento el segundo del mundo en poseer la mayor cantidad de aviones privados. Los lujos que son inherentes al petróleo marcaron la historia venezolana.
Según el Fondo Monetario Internacional en 2024 Venezuela fue una de las economías con crecimiento del continente con tres puntos porcentuales. Los organismos internacionales le han reconocido a este país el primer lugar en el podio de la desaceleración de la inflación. Este último dato tiene raíz, por supuesto, en la voracidad de varios momentos de inflación que atravesó Venezuela durante las gestiones de gobierno del chavismo.
La Caracas de 2025 no se parece a la de 2017. Las tiendas departamentales que vienen de capitales privados “amigos” del gobierno están abarrotadas de mercancías y llenas de compradores. Los supermercados van de todas las variedades, desde aquellos que ofrecen productos nacionales a módicos precios hasta los de tipo gourmet que ponen a disposición pequeñas botellas de caviar importado por 200 dólares.
La oposición venezolana y las sanciones
Para fines didácticos, es posible diferenciar dos tipos de oposición partidaria venezolana. Una, liderada por María Corina Machado, posee muchos reflectores sobre todo internacionales y goza de buena relación con las derechas latinoamericanas, europeas y estadounidenses. La otra oposición es la que vive en Venezuela y en algunos casos gobierna entidades subnacionales, por supuesto que no es chavista, pero gestionar recursos y territorios hace la diferencia con la anteriormente mencionada. El alcalde de Chacao, un municipio residencial, Gustavo Duque, es un ejemplo.
Las sanciones impuestas a por parte de Estados Unidos tienen acotado al país entero, no sólo al chavismo. Si bien las sanciones primeras estaban dirigidas a funcionarios de alto rango del gobierno, el mecanismo avanzó estrepitosamente contra empresas públicas y privadas, por supuesto incluyendo a la petrolera más grande del continente, Petróleos de Venezuela. Básicamente, las sanciones castigan a las empresas prohibiendo a todo tipo de entidades que se relacionen con ellos: bancos, transportadoras o cualquier socio; de esta manera los negocios con Venezuela son casi imposibles de hacer.
La burguesía venezolana que en términos generales no es chavista entiende y rechaza las sanciones porque le dificulta la multiplicación de su capital. Aquí nadie quiere sanciones. Quizás ésta sea la razón por la que los seguidores de Machado hoy sean más de estratos medios que altos. En 2019 la think tank estadounidense Centro para la Investigación Económica y sobre Políticas, publicó un informe titulado “Las sanciones económicas como castigo colectivo: el caso de Venezuela”.
El estudio, duramente criticado por la oposición venezolana de la línea de Machado, concluye que las sanciones repercutieron negativamente en la ingesta del número de calorías diarias por parte de la población, además fomentó el aumento de la tasa de mortalidad y el desplazamiento de millones de venezolanos como consecuencia del empeoramiento de la depresión económica y la hiperinflación.
María Corina Machado representa a una oligarquía caraqueña más tradicionalista que productiva. Pero si algo le reconocen inclusive los chavistas es lo que se puede denominar “valentía”. El porcentaje de votos que recibió su aliado Edmundo Gonzáles Urrutia fue producto de la transferencia directa que Machado le hizo tras ser inhabilitada como candidata. Queda en el terreno de la especulación si ella en la papeleta electoral hubiera logrado reducir o anular la brecha que separa a la oposición del oficialismo.
Venezuela seguirá siendo un tema polémico fuera de las fronteras de ese país. Inevitablemente es un tema de política interna en varias latitudes por la cantidad de venezolanos regados por el continente. Ya es casi una tradición que los países latinoamericanos que están en contextos electorales tengan a Venezuela como un punto central de debate, para bien y para mal.
Y aunque las mesas de diálogo con Estados Unidos no se han cerrado, no parece que las sanciones vayan a reducirse. Con lo anterior todavía es incierto el panorama que Nicolás Maduro pueda brindar a su país en el próximo sexenio, aunque la potencia petrolera tiene hoy mismo muchas esperanzas en su relación con China y Rusia.
GSC/ASG