Los abogados del ex presidente de Estadosd Unidos, Bruce Castor y Michael van der Veen, iniciaron la defensa del republicano por su presunta implicación e incitación a los disturbios del 6 de enero pasado en el Capitolio.
Tres semanas después de abandonar la Casa Blanca, la voz de Donald Trump vuelve a resonar en la capital estadunidense, pero las condiciones no son las de su preferencia.
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Despojado de sus redes sociales, el ex mandatario ha visto por televisión los días iniciales de su histórico segundo juicio político, sin contar con sus herramientas habituales para responder. Ahora, debe apoyarse en un equipo de abogados para defenderse de las acusaciones de los demócratas.
“Francamente, la única situación que recuerdo en la que se encontró en una posición tan débil e incapaz de cambiar la historia fueron las bancarrotas de principios de la década de 1990”, dijo Sam Nunberg, un ex asesor.
En los días previos al juicio, Trump estaba relativamente desconectado de los hechos en Washington, dedicaba su tiempo al golf y a planificar su futuro para adaptarse a su nueva vida post presidencial, pero esa desconexión tuvo un brusco final al ver los alegatos iniciales del juicio.
Frente a sus colaboradores, Trump se enfureció por la defensa que montaron sus abogados: estaban mal preparados, dijo, y lucían mal en televisión. Acudió a los teléfonos para reclamar una defensa más enérgica, de acuerdo con personas conocedoras de su reacción.
Su equipo y sus aliados han asegurado a Trump que tiene votos republicanos de sobra para absolverlo de incitar la insurrección del 6 de enero. Le han convencido de que es más conveniente permanecer callado que correr el riesgo de decir algo explosivo que provoque la furia de los senadores, como repetir el argumento central de su defensa: sus denuncias infundadas de un fraude electoral. Eso significa que no dará nada de declaraciones a la prensa, ni réplicas o llamadas a Fox News.
El círculo íntimo de Trump reconoció que los dos días previos al juicio le han hecho daño, aunque cree que los argumentos de los demócratas perdieron fuerza el jueves. Es más, las cámaras de CNN lo sorprendieron en el campo de golf. Lo que no está claro es cuándo y cómo responderá al veredicto.
Aunque el círculo íntimo confía en la absolución, los aliados temen el daño que pudiera hacer el juicio a su reputación, lo que disminuiría su futura posición e influencia sobre un partido que ha dominado con puño de hierro.
Los asesores saben que las poderosas imágenes mostradas en el juicio —algunas de las cuales fueron transmitidas por televisión— llegarán más allá de los aficionados a la política que miran los canales de cable, hasta los votantes menos informados, lo que perjudicaría aún más la posición del ex presidente. Su temor es que más republicanos estén dispuestos a apartarse de él y algunos de sus seguidores a abandonarlo.
“Si no hace una corrección en medio de la carrera va a perder este campeonato”, dijo Peter Navarro, ex asesor económico de Trump, quien le aconsejó deshacerse de su equipo legal para concentrarse en las denuncias de fraude electoral.
No se prevén cambios en el equipo legal, en el cual David Schoen ocupará el centro de la escena. Por su parte, el asesor Jason Miller dijo que el equipo legal espera iniciar y concluir su defensa hoy.
Los propios leales a Trump están sorprendidos por la fuerza que aún conserva en el partido desde que dejó la Casa Blanca y por la furia con que su base ha respondido a los que rechazaron sus intentos de anular la elección.
Pero la presentación del miércoles fue un alegato condenatorio, lleno de videos y audios inéditos de los seguidores de Trump atacando a la policía, irrumpiendo en el Capitolio, recorriendo los pasillos del Congreso a la caza de legisladores y obligando a detener temporalmente el recuento final de los votos electorales.
Entre las escenas estaban intercalados los tweets y citas de discursos de Trump con los que los fiscales demócratas detallaron minuciosamente sus esfuerzos para ahondar aún más la ya poca confianza de sus seguidores en los resultados electorales, convencerlos de que le habían robado el triunfo e impulsarlos a “luchar como demonios”.
En medio de todo eso, Trump ha estado privado de sus plataformas. Está vedado de Twitter y Facebook. Ya no tiene una prensa acreditada pendiente de cada palabra suya.
Los esfuerzos de su equipo post presidencial para continuar informando por medio de comunicados de prensa tradicionales han enfrentado dificultades técnicas que han demorado la llegada de los correos a los periodistas.
LP