Antes del comienzo del verano boreal, el oeste de Estados Unidos está sufriendo los efectos de la sequía crónica agravada por la crisis climática, con lagos a niveles históricamente bajos, incendios forestales inusualmente tempraneros, restricciones en el uso del agua y ahora una ola de calor potencialmente récord.
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El 88 por ciento del oeste del país estaba en situación de sequía esta semana, incluidos los estados de California, Oregón, Utah y Nevada, según datos oficiales. Con el inicio de la primavera en México, se produjeron postales alarmantes por el secado de los lagos en gran parte del país.
En una muestra particularmente grave de esta tendencia, que está afectando a más de 143 millones de estadounidenses, el lago Mead, el embalse más grande del país, ubicado en la frontera entre Nevada y Arizona, se encuentra ahora en su nivel más bajo desde su creación en la década de 1930.
El lago, formado cuando se construyó la enorme presa Hoover al otro lado del río Colorado, no lejos de Las Vegas, se encuentra a solo el 36 por ciento de su capacidad, por debajo incluso de un récord establecido en 2016. Las autoridades esperaban algo como esto, pero no hasta agosto, bien entrado el verano.
Por su parte, la situación en el norte de California, que normalmente recibe abundantes precipitaciones en invierno y primavera, no es mejor. El lago Oroville, el segundo embalse más grande del estado y una parte clave de una red que proporciona agua potable a 27 millones de californianos, está a 50 metros, un registro más bajo que en 2019.
Las restricciones generalizadas al uso del agua parecen inevitables en los próximos meses, con consecuencias potencialmente graves para los estados occidentales, en particular para los agricultores que dependen del riego, los cuales proporcionan gran parte de las frutas y verduras del país.
En California, cuyos vastos campos de almendros suministran el 80 por ciento de la producción mundial, algunos agricultores ya han comenzado a arrancar árboles para ahorrar agua.
A partir del 1 de abril, la fecha que tradicionalmente marca la última nevada en el área, la capa de nieve en las laderas superiores de Sierra Nevada, fuente de aproximadamente un tercio de toda el agua utilizada en California, estaba apenas en un 60 por ciento del promedio.
"Realmente, una cosa única este año es que cuando la nieve se derritió, la escorrentía acabó empapando suelos secos y terminó evaporándose" sin llegar nunca al lago Oroville, dijo John Yarbrough, funcionario del Departamento de Recursos Hídricos de California. "Así que eso es lo inusual este año, la poca escorrentía que obtuvimos de esa capa de nieve".
Una rara sequía, peligrosa y mortal
Según el Monitor de Sequía de Estados Unidos, un tercio de California está experimentando actualmente una "sequía excepcional", al peor nivel. Y los suelos secos y la vegetación privadas de agua crean las condiciones para temperaturas aún más altas, alimentando un círculo vicioso devastador.
No es sorprendente que el suroeste del país se esté preparando para una ola de calor extremo la próxima semana, con temperaturas de unos 11 grados centígrados más altas que los promedios estacionales y con máximas de hasta casi 49 grados esperadas en algunos lugares.
Los meteorólogos han emitido alertadas por el calor, diciendo que Las Vegas, por ejemplo, podría alcanzar unos 46 °C, superando un récord establecido en 1940.
Tales condiciones son "raras, peligrosas y mortales", dijo la oficina del Servicio Meteorológico Nacional en Phoenix, Arizona, donde se espera que el termómetro alcance los 47.7 grados el viernes.
Las autoridades están particularmente preocupadas por los incendios forestales, que han comenzado inusualmente a principios de este año y con intensidad poco habitual. A fines de mayo, los incendios en California ya habían destruido cinco veces más vegetación que el año pasado en el mismo periodo.
La mayoría de los expertos dicen que, aunque la sequía es una parte esperada de la vida en el suroeste, la situación ha empeorado claramente por la crisis climática.
Un estudio publicado el año pasado en la revista Science estimó que el el sobrecalentamiento global causado por los humanos empeoró el impacto de la sequía en un 46 por ciento entre 2000 y 2018.
"Ya estamos viviendo en un nuevo clima, que es un clima diferente al que había cuando muchos de nuestros sistemas fueron diseñados y construidos hace 50 o 100 años", dijo Noah Diffenbaugh, climatólogo de la Universidad de Stanford. "Y es un clima en el que estos déficits de agua derivan principalmente de la influencia del calentamiento de la temperatura".
El experto opinó que los riesgos que presenta el cambio climático aún se pueden controlar. Pero para hacerlo, subrayó, es vital "no sólo ponerse al día con el cambio climático que ya ha ocurrido, sino dar un salto hacia adelante".
dmr