El magnicidio del presidente de Haití, Jovenel Moise, destapó un affair diplomático mayúsculo entre Estados Unidos y el país caribeño. Unas horas después de que se confirmara su muerte, desde Washington, el embajador de Haití, soltó una bomba mediática. Reveló que los asesinos son mercenarios profesionales y que algunos de ellos, al ser detenidos, se ostentaron como agentes de la DEA (Administración para el Control de Drogas).
En uno de los videos difundidos sobre el asesinato, se escucha que al llegar a la residencia del presidente haitiano, los atacantes gritaron en inglés “operación de la DEA, todos retrocedan y retírense”.
Los focos rojos se encendieron en Washington. El vocero del Departamento de Estado, Ned Price, rápidamente negó que la agencia antidrogas tuviera vínculos con el atentado o que haya personal de la DEA entre los supuestos perpetradores del magnicidio, dos de ellos eso sí, ciudadanos estadunidenses, de acuerdo a las primeras investigaciones.
Sin embargo, eso no significa que la DEA no le tenga puesto el ojo a Haití. De acuerdo con documentos de la agencia encargada de combatir a los grupos criminales dedicados al narcotráfico en todo el mundo, la isla caribeña es un punto clave para el trasiego de drogas desde Sudamérica, especialmente cocaína.
“La proximidad de Florida a el Corredor del Caribe facilita un gran volumen de contrabando de cocaína”, aseguró la agencia en la Evaluación Nacional de Amenazas de Drogas 2020.
La base de datos de la DEA sobre incautaciones y rutas para el movimiento de drogas contenido en el documento explica que existen tres rutas para el trasiego de cocaína desde Sudamérica.
La primera, por donde se estima que se trafica hasta el 74 por ciento de la cocaína proveniente del sur del continente es conocida como Vector del Pacífico Oriental. Sale de Colombia y Ecuador para dirigirse a Estados Unidos a través de Centroamérica y México.
Las otras dos navegan por las turquesas aguas caribeñas, donde, irremediablemente, queda de paso Haití. Una es el Vector Occidental del Caribe, por donde se embarca hasta el 16 por ciento de la coca de la región. Tiene como puerto de salida las playas de Colombia y atraviesa el estrecho que hay entre Haití y Jamaica.
Una tercera ruta por donde surca hasta el 8 por ciento del polvo sudamericano es conocida como el Corredor del Caribe. Este corredor sale de Venezuela se dirige hacia Haití y República Dominicana, los dos países que tiene la isla La Española.
Reportes de la DEA revelan que algunos cárteles colombianos también enrutan los envíos de cocaína y heroína a través del Corredor del Caribe, donde organizaciones locales los reciben y transportan a los Estados Unidos.
Para lograrlo utilizan una variedad de medios marítimos y aéreos entre los que están: lanchas rápidas, embarcaciones pesqueras, semi sumergibles autopropulsados, aviones privados, así como aviones y barcos de carga comercial.
Uno de los casos más mediáticos que involucra a Haití y a la DEA es el de los sobrinos del presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, que fueron detenidos y sentenciados a 18 años de prisión por contrabandear cocaína hacia Estados Unidos.
En aquella ocasión Joon Kim, entonces fiscal federal interino de Manhattan, que llevó el caso elogió a la oficina de la DEA en Puerto Príncipe, al gobierno de Haití, coincidentemente a cargo de Jovenel Moïse, y a la propia Policía Nacional del país caribeño, por su colaboración en el caso.
Alarmas antidrogas, encendidas cuando Biden estaba en el Senado durante 1990
La preocupación de parte del gobierno estadounidense por la posición estratégica que tiene Haití en el Caribe, lo que lo convierte en un punto base para el tráfico de drogas hacia sus fronteras no es reciente. Las primeras señales se dieron en la década de 1990.
Según una Evaluación Interagencial sobre el movimiento de cocaína, hecha por Washington en esa época, para 1996 entre el 5 y el 8 por ciento de la cocaína que ingresó a los Estados Unidos pasó por Haití. Para 1998, la cifra brincó a 20 por ciento.
La situación siguió empeorando. Tanto, que en mayo del 2000 el Senado estadounidense organizó una audiencia que llamó Tráfico de Drogas en el Caribe: Regreso de la Conexión del Caribe. En dicha audiencia, por cierto, como integrante del Comité Judicial se encontraba el entonces senador por Delaware, Joe Biden.
El que más duró habló de la situación en ese entonces fue el representante de Ohio, Mike DeWine. “Si el actual vacío político de Haití lo llenan los cárteles de la droga y los traficantes de drogas, esa democracia puede colapsar y no debemos permitir que esto suceda”, advertía hace dos décadas.
“Creo que debemos reconocer que la creciente popularidad de Haití como carril en la autopista del narcotráfico está vinculada a la continua inestabilidad política, económica y legal que sigue azotando a ese país. El tránsito de drogas en Haití representa una seria amenaza para una democracia ya muy frágil”, subrayó durante aquel encuentro.
Hoy la cosa no parece ir mejor. En septiembre de 2020, antes de dejar el cargo, Donald Trump identificó a 22 países en la “lista mayor” de países de tránsito y producción de drogas ilícitas, entre los que está incluido Haití. Además, por supuesto, de México.
Haití entró a dicha lista en 2001, durante la administración de George W. Bush. Y 20 años después, la DEA tiene al país en la mira como parte de su estrategia mundial para combatir el tráfico de drogas.
dmr