Tras meses de desencuentros, que llevaron al presidente de EU, Donald Trump, a referirse a él como "una especie de demócrata", hoy se confirmó la salida del secretario de Defensa, James Mattis, apodado "Perro Loco" y considerado por muchos una de las pocas voces sensatas de la Administración.
La salida de Mattis supone un motivo más de preocupación para aquellos que han visto cómo, con el paso del tiempo, Trump ha ido cincelando un gabinete hecho a su medida y cada vez más alejado del equipo de tecnócratas y especialistas del que se rodeó al comenzar su mandato, en enero de 2017.
En sus meses al frente de la cartera de Defensa, Mattis, un general de cuatro estrellas retirado y con amplia experiencia en combate, logró dejar atrás su reputación de guerrero sanguinario hasta el punto de que, según medios locales, un Trump siempre dado a poner motes acabó por referirse a él como "Perro Moderado".
Ciertamente, a juzgar por sus palabras y sus gestos desde que se convirtió en el jefe del Pentágono, lejos parece quedar ya aquel Mattis que acaparó titulares por frases como: "sé educado, sé profesional, pero ten un plan para matar a todo aquel que conozcas".
Nacido el 8 de septiembre de 1950, en la localidad de Richland, (Washington), Mattis se alistó en el Cuerpo de Infantería de Marina a los 18 años, lo que no le impidió graduarse en Historia en la Universidad Central Washington.
En 1991 combatió en Irak, durante la operación Tormenta del Desierto y tras los históricos atentados del 11 de septiembre de 2001 fue uno de los primeros militares estadounidenses desplegados en Afganistán, como comandante de las fuerzas de vanguardia de los marines.
Esta experiencia le valió para asumir la dirección del Mando Central de las Fuerzas Armadas de EU (CentCom) en agosto de 2010, durante la presidencia del entonces presidente, Barack Obama (2009-2017).
Como máximo responsable del Ejército estadunidense en Oriente Medio, Mattis abogó por tener mano dura con Irán.
Este enfoque no fue bien recibido por la Casa Blanca que, por aquel entonces, apostaba por la vía diplomática para encarar el problema que representaba el incipiente programa nuclear de Teherán, por lo que Obama acabó firmando su licencia a comienzos de 2013.
Tras más de cuatro décadas de carrera militar, Mattis decidió dedicar su vida civil al mundo académico como profesor visitante de la Universidad de Stanford, donde centró su interés en el estudio de asuntos relacionados con el liderazgo, la estrategia y la seguridad nacional.
Poco le duró esa vida alejada de la disciplina castrense, puesto que a finales de 2016, fascinado sin duda por ese aura de guerrero indomable que rodeaba al ya ex general, Trump le ofreció hacerse cargo del Departamento de Defensa.
De trato afable en las distancias cortas, Mattis siempre supo evitar las confrontaciones con la Casa Blanca, con constantes viajes oficiales que le mantenían alejado del ojo del huracán que es Washington y evitando situarse bajo los focos de las cámaras, lo que no impidió hablar con la prensa con relativa frecuencia.
Sin embargo, el idilio se esfumó rápidamente.
Para sorpresa de la Casa Blanca, Mattis se destacó como un firme defensor del diálogo en una Administración más dada a las amenazas.
"La misión del Ejército es dotar de argumentos a nuestros diplomáticos", repetía con frecuencia.
Las concesiones a Corea del Sur, los rumores de una salida precipitada de las tropas desplegadas en Siria, las palabras amables al Kremlin y las constantes críticas a la OTAN, acabaron erosionando la relación entre el presidente y un secretario cada vez más esquivo.
Ni siquiera el recelo que ambos sentían hacía Irán sirvió para acercar posturas. A pesar de que el general retirado siempre abogó por cerrar filas con sus aliados, Trump decidió dar un portazo y abandonar el tratado nuclear con Irán, para desesperación de la comunidad internacional.
Estos desencuentros, nunca públicos, eso sí, llevaron a Trump a perder la confianza en quien debía ser no sólo su mano derecha, sino una mano de hierro con la que golpear primero.
Este distanciamiento entre ambos quedó de manifiesto el pasado octubre cuando, durante una entrevista, el mandatario le puso una etiqueta al militar que ahora suena a sentencia: "Tengo una buena relación con él, pero creo que es una especie de demócrata".
jamj