Cuando Kyle Green y su pareja se enteraron de que un hombre acababa de cometer un tiroteo cerca de su casa en Lewiston, y de que se daba a la fuga, "bajaron lentamente las persianas" para no asustar a sus hijos y propusieron una noche de películas en familia como excusa para apagar todas las luces.
Luego, cerraron las puertas y se sentaron todos, incluidos sus dos perros, frente al televisor en el piso más alto de la casa. Los niños, de 10 y 12 años, se durmieron. Pero "nosotros (los padres) nos turnamos" para vigilar hasta que llegara la mañana, explica a la AFP este ingeniero informático de 40 años, frente a la puerta de su casa.
Dormir es mucho decir, precisa. ¿Cómo se puede pegar el ojo cuando es tan "inseguro"? "¿Dónde está el asesino ahora? ¿Está por aquí? Es una sensación terrible", añade aclarando la garganta para ocultar la emoción.
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Como muchos de sus vecinos de esta tranquila calle de Lewiston, la segunda ciudad más grande del estado de Maine, con apenas 36 mil habitantes, lucha por asimilar lo que ocurrió en la noche.
Al menos 18 personas murieron el miércoles en los tiroteos de Just-In-Time, un boliche, y en Schemengees, un restaurante-bar.
El sospechoso es un reservista del ejército que sigue prófugo y que poco después del hecho apareció en cámaras de seguridad portando un rifle semiautomático.
Lewiston se tornó en una ciudad fantasma
Este jueves 26 de octubre, Lewiston es prácticamente una ciudad fantasma. Se ordenó a los residentes permanecer en sus casas, las escuelas cerraron y el estacionamiento de una de ellas fue tomado por agentes de policía armados hasta los dientes.
Las farmacias y los restaurantes cerraron y las calles aledañas a los establecimientos atacados fueron acordonadas.
De vez en cuando pasaban algunos automóviles, no se veía a nadie en los jardines de las casas, ni niños en los columpios y toboganes. Ocasionalmente, alguien se asoma por detrás de una cortina. "Quédense en casa", pedía un parpadeante aviso luminoso en el centro de la ciudad.
Debra Wright, de 71 años, tuvo que salir de casa porque su marido sufrió un colapso y fue hospitalizado. Como el hospital estaba bajo orden de cierre, el médico tuvo que ir hasta el estacionamiento del lugar para tranquilizarla sobre el estado de salud de su pareja.
En la noche del miércoles oyeron las sirenas de la policía y de las ambulancias justo cuando se sentaron a comer. El Schemengees está a tres minutos en auto de su casa.
"Cuando nos enteramos, quedé aterrorizada", cuenta a la AFP desde el volante de su pequeño vehículo verde manzana.
"Maine no suele ser así. He vivido aquí toda mi vida", explica. Pero "ya no me sentiré tan segura como antes", lamenta.
Como probablemente pasará la noche sola en casa, no puede evitar preocuparse. Solo la tranquiliza recordar que instaló cerraduras en las puertas. "Y tengo a mis perros", dice.
Ciudadanos advierten que tiroteo será tomado "como uno más"
"Es diferente cuando este tipo de tragedia ocurre en tu ciudad", explica a la AFP Anthony Nadeau, mientras termina de fumar un cigarrillo en el porche de su casa.
Este hombre de cuarenta años, que trabaja para el estado de Mainey está confinado porque las oficinas gubernamentales están cerradas, es amigo de los propietarios de Just-In-Time y ha pasado varias tardes en el bar Schemengees.
Con semblante serio y visiblemente afectado, opinó que "Maine y muchos otros estados (...) podrían hacer un poco más en materia de control de armas, dada la historia de violencia armada en Estados Unidos".
Kyle Green no se muestra esperanzado en el tema. "Me encantaría decirte que este es el tiroteo que va a provocar una reacción. Pero (...) no lo hará. Terminará siendo tratado como todos los demás tiroteos", dice con resignación.
aag