Greg Abbott, el conservador gobernador de Texas

Sus enemigos son los políticos demócratas, que han ido ganando fuerza en algunas ciudades de Texas y a quienes ha combatido ferozmente durante sus dos periodos como gobernador.

El gobernador se encuentra en silla de ruedas. (AP)
Ciudad de México /

Existe una utopía conservadora y se llama Texas. La preside un hombre en silla de ruedas, que se ha encargado de correrse a la derecha como una estrategia para ganar más poder, ahora que se va a disputar la silla gubernamental en su estado. Este hombre no sólo se está jugando su permanencia en la ciudad de Austin, la capital, sino también su futuro político pues podría llegar a ser un contendiente para la presidencia de los Estados Unidos.

Sus enemigos son los políticos demócratas, que han ido ganando fuerza en algunas ciudades de Texas y a quienes ha combatido ferozmente durante sus dos periodos como gobernador; pero también sus molinos de viento están hechos de cualquier cosa que se vea como un gesto progresista. Su nombre es Greg Abbott. 

En los pasados días se ha encargado de poner de cabeza la frontera luego de que impuso una política de inspecciones a los camiones cargados de mercancías que cruzaban la línea divisoria con el pretexto de combatir el tráfico de drogas y de migrantes. La medida se suspendió hace una semana por las pérdidas económicas que significaba para los empresarios texanos, los transportistas y por las presiones del país vecino, pero hace poco Abbott volvió a escalar la amenaza en un programa en la cadena conservadora Fox News.


Los analistas señalan la intención que estas medidas tienen para ganar al electorado conservador y golpear al presidente demócrata Joe Biden, que decidió dar por terminado el llamado Título 42, una serie de normas instauradas por Donald Trump durante la pandemia que le permitía a las autoridades deportar a los migrantes con el argumento de la emergencia sanitaria. Abbott ha dicho que este cambio abre la puerta a los carteles de la droga y anunció que tomaría la política migratoria por su propia mano, ganando relevancia nacional de nuevo.

Lo que es menos conocido, es que Greg Abbott no siempre fue ese político ultraderechista, que su esposa Cecilia Phalen es de origen irlandés y mexicano, y que al inicio de su ascenso a las altas esferas, de hecho, se veía a sí mismo como un caballero texano conservador, con una visión heredada de la vieja escuela republicana.

De acuerdo con el New York Times, aquellos que han visto su ascenso de abogado corporativo a juez, a fiscal del estado y, finalmente como gobernador, están sorprendidos por su alineamiento con los activistas más estridentes de su partido. Los observadores políticos se preguntan cuánto puede el gobernador estirar la liga conservadora.

Greg Abbot, de 64 años, nació en Wichita Falls, Texas, una pequeña ciudad al norte de Dallas. Sus padres eran de sólida clase media. Su padre murió de un ataque al corazón cuando él estaba en la secundaria y su madre tuvo que salir de la casa a procurarse el sustento y apoyar la educación de Greg y su hermano Gary.


Conoció a su esposa Ceilia Pahlen en la Universidad de Texas y para cuando entró a la escuela de leyes de la Universidad Vanderbilt, ya estaba casado. Al graduarse, entró a trabajar en un prestigioso despacho de abogados que lo puso en contacto con la poderosa élite texana de los negocios.

En una ocasión que estaba corriendo en un lujoso barrio de Houston, un roble se desgajó y cayó sobre Abbott, dejándolo sin movimiento de la cintura para abajo. De acuerdo con un profuso perfil del gobernador de la revista Texas Monthly, aquel accidente, lejos de desmoralizarlo, le dio identidad como un hombre de carácter.

En una ocasión George Bush padre le preguntó cómo era estar en una silla de ruedas. De acuerdo con una fuente de Texas Monthly, Abbot respondió: "Tengo una gran esposa, una hermosa hija. Me gusta ser juez y me encanta la ley, y lo único que extraño es que no puedo jugar al golf o salir a correr".

Ese mismo perfil señala que al inicio de su primer periodo como gobernador, Abbott incluso defendió los derechos de los inmigrantes, quienes, después de todo, ofrecieron a las empresas de Texas un suministro constante de mano de obra barata. “Aliándose con una red de abogados de inmigración y organizaciones benéficas católicas, el personal de Abbott trabajó para proteger a los indocumentados contra los falsos abogados de inmigración que prometieron ayuda con la ciudadanía”.


Pero el mismo texto advierte que nada se puede dar sentado con Abbott. Es un misterio incluso para sus propios aliados. Fue evolucionando hacia posiciones más radicales con el paso del tiempo. De ser un patricio republicano acabó como uno de los mayores aliados de Trump, y aunque no se puede decir con claridad qué es lo que propone, es muy nítido sobre lo que está en contra: cualquier barrunto liberal. Abbott ha convertido su estado en la tierra anti aborto, anti vacunas, transfóbica, armamentista más conspicua en el ya de por si radicalizado paisaje estadunidense, en el estado donde se restringen las libertades para votar y se prohíbe a los estudiantes leer el trabajo del New York Times sobre el pasado esclavista.

Mimi Swartz de Texas Monthly se pregunta: después de su probable reelección en noviembre, ¿qué persigue Abbott? ¿Qué es lo que quiere lograr? Y responde: “Quiere lo que siempre ha querido: correr y correr, solo para ver hasta dónde puede llegar”.

ledz

  • Guillermo Osorno
  • Guillermo Osorno es escritor y periodista. Es autor del libro Tengo que morir todas las noches. Hoy conduce el programa Por si las moscas que se transmite en Canal 22.

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