Estados Unidos está estableciendo un ritmo récord en asesinatos en masa en 2023, un horror que se ha repetido aproximadamente cada semana en lo que va del año.
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La carnicería se ha cobrado 88 vidas en 17 homicidios masivos en el curso de 111 días. En cada ocasión, los asesinos empuñaron armas de fuego. Sólo el 2009 estuvo marcado por tantas tragedias de ese tipo en el mismo periodo.
Niños de una escuela primaria de Nashville baleados en un lunes cualquiera. Trabajadores agrícolas del norte de California rociados de balas por una disputa en el trabajo. Bailarines en un salón de baile a las afueras de Los Ángeles masacrados cuando celebraban el Año Nuevo Lunar.
Tan sólo la semana pasada, cuatro asistentes a una fiesta de cumpleaños fueron asesinados y 32 resultaron heridos en Dadeville, Alabama, en medio de una lluvia de balas. Y un hombre recién liberado de la cárcel mató a disparos a cuatro personas, entre ellos sus padres, en Bowdoin, Maine, antes de abrir fuego contra automovilistas que circulaban en una carretera interestatal de tránsito intenso.
“A nadie debería asombrarle”, dijo Fred Guttenberg, cuya hija de 14 años, Jamie, fue una de las 17 víctimas mortales en una escuela secundaria de Parkland, Florida, en 2018. “Visito a mi hija en un cementerio. La palabra indignación (ni siquiera) empieza a describir cómo me siento”.
Las víctimas de Parkland figuran entre las 2 mil 842 personas que han muerto en asesinatos en masa en Estados Unidos desde 2006, de acuerdo con una base de datos que mantienen The Associated Press y el periódico USA Today en asociación con la Universidad del Noreste. Lleva un conteo de los asesinatos múltiples en los que se registraron cuatro o más muertes, sin incluir al perpetrador, el mismo estándar que el FBI, y monitorea una serie de variables para cada una.
El derramamiento de sangre representa sólo una fracción de la violencia letal que se registra en Estados Unidos cada año. No obstante, los asesinatos en masa están sucediendo con frecuencia abrumadora en 2023: un promedio de una vez cada 6.53 días, según un análisis de la información de AP/USA Today.
Las cifras de 2023 se destacan todavía más cuando se les compara con el cómputo de totales de un año completo desde que se reúne la información. Estados Unidos registró 30 o menos asesinatos en masa en más de la mitad de los años en la base de datos, de modo que llegar a 17 en menos de un tercio de un año es notable.
De costa a costa, una serie de motivos desencadenan la violencia. Asesinatos-suicidios y violencia doméstica; represalias de pandillas; tiroteos escolares y venganzas en lugares de trabajo. Desde el 1 de enero, alguno de esos motivos ha estado detrás de los homicidios de cuatro o más personas al mismo tiempo, según cada caso.
La violencia continúa y siguen existiendo barreras que impiden implementar cambios. La probabilidad de que el Congreso restaure una prohibición de los fusiles semiautomáticos parece muy lejana y, el año pasado, la Corte Suprema federal impuso nuevos estándares para revisar las leyes de armas de fuego del país, cuestionando las restricciones a dichas armas en todo el territorio.
El ritmo de los tiroteos en masa en lo que va del año no necesariamente pronostica un nuevo récord anual. En 2009, la tasa del derramamiento de sangre se redujo y el año terminó con un conteo final de 32 asesinatos en masa y 172 muertos en ellos. Esas cifras apenas exceden los promedios de 31.1 masacres y 162 víctimas al año, según un análisis de datos que se remonta a 2006.
En el curso de la última década se han establecido récords espantosos. La información refleja un máximo de 45 homicidios masivos en 2019 y 230 personas asesinadas en ese tipo de tragedias en 2017. Ese año, 60 personas murieron cuando un hombre armado disparó en un festival al aire libre de música country en The Strip de Las Vegas. Esa masacre sigue representando el mayor número de muertes en un tiroteo en masa en el Estados Unidos moderno.
“La realidad es esta: si alguien está decidido a cometer violencia en masa, lo hará”, dijo Jaclyn Schildkraut, directora ejecutiva del Consorcio Regional de Investigación de la Violencia por Armas de Fuego del Instituto Rockefeller de Gobierno. “Y nuestro papel como sociedad es intentar poner obstáculos y barreras para dificultarlo”.
Pero hay pocos indicios a nivel estatal y federal —con un puñado de excepciones— de que en el horizonte haya cambios de gran magnitud en las políticas.
Algunos estados han intentado imponer un mayor control sobre las armas de fuego dentro de sus fronteras. La semana pasada, la gobernadora de Michigan, Gretchen Whitmer, promulgó una nueva ley que exige que se realicen revisiones de antecedentes penales para la compra de fusiles y escopetas, considerando que antes el estado sólo los requería para quienes compraran pistolas. Y el miércoles, el Congreso del estado de Washington aprobó una prohibición de decenas de tipos de fusiles semiautomáticos y pasará al escritorio del gobernador.
Otros estados están experimentando una nueva ronda de presión. En el conservador Tennessee, manifestantes acudieron al Capitolio estatal para exigir más reglamentación sobre las armas de fuego después de que seis personas fueran asesinadas en marzo en la escuela primaria privada Nashville.
A nivel federal, el año pasado el presidente Joe Biden promulgó un proyecto de ley histórico sobre la violencia con armas de fuego, el cual endurece las revisiones de antecedentes para los compradores de armas más jóvenes, impide que más de las personas que han cometido delitos de violencia doméstica adquieran armas de fuego, y ayuda a los estados a utilizar leyes de prevención de violencia con estas armas que le permiten a la policía pedir a los tribunales que le retiren las armas a la gente que dé señales de que podría actuar violentamente.
Pese a los encabezados escandalosos, los asesinatos en masa son inusuales, según las estadísticas, perpetrados por sólo un puñado de personas cada año en un país de casi 335 millones de habitantes. Y no hay forma de pronosticar si las masacres seguirán cometiéndose a este ritmo este año.
En ocasiones los asesinatos en masa suceden uno tras otro —como en enero, cuando tiroteos mortales en el norte y sur de California ocurrieron con sólo dos días de diferencia_, mientras que otros meses transcurren sin derramamiento de sangre.
“No necesariamente deberíamos esperar que esto —un asesinato en masa nuevo cada poco menos de siete días— siga ocurriendo (a ese ritmo)”, dijo James Alan Fox, criminólogo de la Universidad del Noreste que monitorea la base de datos. “Esperemos que no”.
De todas formas, expertos y activistas condenan la proliferación de armas en Estados Unidos en años recientes, incluidas las ventas récord durante el punto más álgido de la pandemia de covid-19.
“Tenemos que saber que esta no es la forma de vivir”, dijo John Feinblatt, presidente de Everytown for Gun Safety, un organismo sin fines de lucro en pro del control de armas. “No tenemos que vivir así. Y no podemos vivir en un país con una agenda de armas en todas partes, en cada lugar y en todo tiempo".
La Asociación Nacional del Rifle no respondió a la solicitud de comentarios que le hizo la AP.
Jaime Guttenberg tendría 19 años hoy. Ahora su padre dedica sus días al activismo por el control de armas.
“Estados Unidos no debería sentirse sorprendido por el lugar en el que estamos hoy", dijo Guttenberg. "Todo está en las cifras. Las cifras no mienten. Pero tenemos que hacer algo de inmediato para corregirlo”. ___ Fenn reportó desde Nueva York.
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