La serenidad de los campos verdes del este de Alemania oculta las masacres que tuvieron lugar aquí hace 75 años, cuando las fuerzas alemanas opusieron una resistencia tan feroz como inútil al Ejército Rojo soviético que avanzaba sobre la capital de los nazis.
“Parece idílico, pero es un gran cementerio”, dijo Thomas Schiepert. “Conviene no olvidarlo”.
Pero durante décadas muchos de los que murieron allí quedaron en el olvido. Algunos fueron enterrados donde cayeron, otros fueron arrastrados por los pobladores a las trincheras cavadas por los mismos soldados y cubiertos de tierra.
Desde hace 15 años, voluntarios como Siepert, provenientes de toda Europa, han tratado de remediarlo. Dedican sus vacaciones a excavar las trincheras y posiciones militares en busca de los que nunca regresaron a casa.
En 19 excavaciones en un kilómetro cuadrado, miembros de la Asociación para la Recuperación de los Caídos en el Este de Europa han encontrado los cuerpos de 116 soldados alemanes y 129 soviéticos.
Tratan de identificar la mayor cantidad posible para dar consuelo a las familias, devolver sus nombres a los muertos y separarlos de las cifras en los libros de historia para explicar mejor el costo de la guerra a las futuras generaciones.
“Por ambas partes hay vidas destruidas. Es gente que murió sin sentido”, dice Albrecht Laue, presidente de la asociación. “Si hablamos de una gran matanza con cientos de miles de muertos, nadie lo entiende. Pero si relato la historia de un soldado de 17 años, eso es tangible”.
jamj