Los franceses permanecerán confinados hasta el 11 de mayo. Emmanuel Macron lo anunció ayer en una alocución a la nación que incluyó un plan de salida. Escalonada. A partir de ese día reabrirán guarderías, escuelas y liceos. Pero no la universidad, que terminará el curso sin clases presenciales. Bares, cafés, restaurantes, teatros, museos y festivales de verano seguirán cerrados hasta mediados de julio.
El presidente de la República añadió que a partir de ese día Francia «estará en condiciones de hacer tests a todas las personas que presenten síntomas». Los que den positivo deberán permanecer confinados y recibir atención médica. Macron prometió que habrá mascarillas para todos los franceses y que el Gobierno presentará al Parlamento un proyecto de app de seguimiento que identifique a las personas en contacto con contagiados. Los «ancianos, enfermos crónicos y personas vulnerables» no saldrán tampoco de su confinamiento ese lunes 11 de mayo.
El presidente hizo estos anuncios en una alocución desde el palacio del Elíseo que comenzó dos minutos después de las ocho de la tarde, tras los aplausos a esa «primera línea en la lucha» contra la epidemia.
Es la cuarta vez que Macron se dirige a sus compatriotas desde que comenzó esta crisis. Salvo la tercera, cuando habló desde un hospital de campaña montado por el ejército en Mulhouse, siempre desde el Elíseo. Sentado, encuadrado en planos cortos, con las banderas de Francia y Europa al fondo. Traje azul, corbata negra. 27 minutos de actuación.
Su segundo discurso, el 16 de marzo, en el que anunció el confinamiento a partir del siguiente mediodía, alcanzó un audiencia récord de 35 millones de personas. Aquel fue el discurso del «estamos en guerra». Ayer, el de «calma y valor». Un Macron, amante del teatro desde que hacía el bachiller, que manejó todos los registros: dramático, humilde, positivo, preciso y motivador. Dramático en el arranque, cuando evocó «los días difíciles» aún por venir. «Porque no hemos vencido aún a la epidemia». Humilde cuando admitió «fallos, errores e insuficiencias». Hábil, contrapuso lo negativo –«evidentemente no estábamos preparados»– con la superación del «pero le hemos hecho frente».
Positivo en los agradecimientos: a la primera línea en la lucha contra la epidemia (médicos, sanitarios...), a la segunda –agricultores, transportistas y periodistas que permiten que la vida siga– y al conjunto de la ciudadanía, cuya disciplina a la hora de respetar el confinamiento elogió.
Macron habló de «confinamiento estricto», pero dejó claro que no habrá ni relajo ni endurecimiento en las condiciones vigentes. Esto es, se podrá salir de casa una hora y a un kilómetro del domicilio para hacer deporte o estirar las piernas. Y quienes viven bajo el mismo techo podrán salir juntos, niños incluido. El presidente incluso dio un toque a los alcaldes que han usado su autonomía para dejar su impronta restrictiva prohibiendo la venta de alcohol o haciendo obligatorias las máscaras.
Luego vino el Macron manager. Preciso y claro con su plan de salida que deberá ser concretado por el Gobierno en 15 días. El 11 de mayo, salvo imprevistos, debe de ser la fecha en la que empiece un capítulo nuevo. Mayo es en Francia el mes de los dos puentes, el del 1 de mayo y el de 8, aniversario de la victoria en la Segunda Guerra Mundial. Este año caen en viernes, así que la vida volverá a arrancar un lunes.
Para ningún analista pasó desapercibida la justificación para abrir las escuelas, colegios y liceos. Macron habló de las «desigualdades de alojamiento y acceso digital» de los hogares modestos que no puedan facilitar a sus hijos el seguimiento de clases a distancia.
En esa misma línea, que algunos ven ya como un giro social en lo que le queda de mandato, va el anuncio de una «nueva ayuda excepcional a las familias más modestas». Deben estudiarse en el consejo de ministros del miércoles. Es significativo que ayer mismo el líder socialista, Olivier Faure, reclamara en carta abierta al presidente «una ayuda excepcional de 300 euros por familia más 100 por cada hijo para todos los beneficiarios de ayudas sociales». Una petición concreta y bien enfocada que... permite además al alicaído PS salir del anonimato. ¿Recogió el guante Macron para conservar a la izquierda en el consenso?
Las encuestas han detectado grietas en la confianza de los franceses hacia su presidente. Según Elabe, sólo el 43% confía en Macron, cuando el 13 de marzo lo hacía el 59%. El último sondeo, hecho por Ifop y publicado el domingo por JDD rebajaba la cifra hasta el 38%. Cifras que no muestran la unión sagrada que busca el presidente, aunque mejoran sus peores números durante la crisis de los chalecos amarillos. La oposición no alborota, pero la población tampoco se alinea como un batallón.
Consciente de la gravedad del momento y del progresivo desgaste en las encuestas, Macron cuida el aspecto intitucional. Según Afp, el presidente se habría entrevistado durante el fin de semana con los presidentes de las dos Cámaras. Esto es, el de la Asamblea, Richard Ferrand, uno de sus fieles, y con el del Senado (y número dos en la jerarquía protocolaria), Gérard Larcher, conservador. Ayer, Macron no descuidó el toque de lider internacional que reclama como representante de Francia. Anticipó que las fronteras exteriores dela UE permanecerán cerradas «hasta nueva orden» y se mostró dispuesto a perdonar la deuda a los países africanos. El Macron motivador apa-reció al final: «Habrá días mejores».