Este miércoles se cumplieron seis meses de la invasión rusa a Ucrania en una acción bélica que desafió a toda lógica de la política europea del siglo XXI redefiniendo, en la balanza geopolítica, las alianzas, las amenazas, los riesgos y los golpes a la diplomacia y economía de todo el mundo mientras la muerte se ensaña en el territorio ocupado y obliga a millones a convertirse en migrantes de guerra.
La casualidad histórica, o el macabro cálculo del Kremlin, señala este 24 de agosto como el primer semestre de la agresión rusa justo cuando Ucrania celebra su independencia alcanzada en 1991 ante la entonces caída de la Unión Soviética.
Hoy, si uno lee la gran mayoría de los análisis periodísticos del tema, verá la coincidente convicción de que la invasión se juega en un terreno empantanado y confuso para ambas partes: un ejercicio de fuerza casi paralizado donde el tiempo y la resistencia cuentan cada vez más como factores para ver hacia donde se inclina la balanza de la victoria y con ella, las consecuencias para toda Europa.
La muerte sobre Ucrania
El lunes, 48 horas antes de que se cumplan esos seis meses de invasión, Kiev habló de cifras. “Cerca de 9 mil héroes han muerto”, afirmó el comandante en jefe del ejército ucraniano, el general Zaluzhny, durante una concentración pública refiriéndose a las bajas de soldado.
Ese día por la noche, Volodimir Zelenski —que en seis meses pasó de ser un desconocido presidente, “antes cómico”, a ser un referente de liderazgo, resistencia, y de influencer de las redes sociales a beneficio de su causa—aseguró que Moscú ha lanzado desde el 24 de febrero “casi 3 mil 500” misiles a territorio ucraniano.
En la guerra, la propaganda es parte de la táctica bélica para exagerar los triunfos y minimizar las derrotas pero en el campo de batalla que se ha convertido Ucrania lo cierto es que alrededor del 20 por ciento de su territorio ya está en manos de los rusos, sobre todo en la salida al mar Negro, clave para la supervivencia de Kiev; sin embargo, las tropas de Vladímir Putin no avanzan desde hace más de 7 semanas en un estancamiento que contradice a lo que debió ser una “operación técnica militar especial” —eufemismo utilizado por Moscú— de poca duración.
Y es que, tras fracasar en su intento de tomar Kiev, el Kremlin tuvo que enfocarse en el sur y en el oriente del país, para obtener el control de la región de Donbás, con sus repúblicas separatistas de Donetsk y Lugansk, uno de los justificantes de Putin para ordenar la invasión; el otro es que la OTAN, entiéndase Washington, busca a través de Ucrania “someter” a Rusia).
Como sea, la decisión de Putin ha provocado que al menos 6 millones 657 mil 918 ucranianos —la mayoría mujeres, niños y adultos mayores— salgan de su nación creando la mayor crisis de refugiados en Europa desde la Segunda Guerra Mundial y que 6.6 millones se desplazaran internamente: más de 13 millones, casi una tercera parte del total, han tenido que buscar una nueva vida en medio de la incertidumbre en un país que, hace seis meses, tenía 43 millones de habitantes.
Aunque este miércoles, la presidenta de la Comisión Europa, Ursula von der Leyen, precisó que Europa ha recibido a más de 7.5 millones de refugiados ucranianos. El Alto Comisionado de Naciones Unidas señaló en su reporte del domingo pasado un registro de 13 mil 477 civiles afectados (incluyendo niños): 5 mil 587 muertos y 7 mil 890 heridos.
Por su parte, la Fiscalía General de Ucrania reportó que 362 niños han muerto; La ONU coincide pero la directora de Unicef, Catherine Russell, advierte: “Creemos que el número real es mucho mayor”.
El silencio de Rusia
La danza macabra de las cifras que reflejan la destrucción sigue: Hasta el 8 de agosto, unos 131 mil edificios han sido destruidos por los ataques rusos, según la Escuela de Economía de Kiev, citada por The New York Times.
Si uno entra a la página universitaria, va a encontrar que, según su conteo, los daños directos causados a la infraestructura de Ucrania superan los 110 mil 400 millones de dólares y, de acuerdo a sus cálculos, se requerirían 188 mil millones de dólares para reponer los activos.
Incluso se dan el lujo de detallar lo destruido: “al menos 15.3 mil apartamentos, 115.9 mil casas privadas, 388 empresas, 18 aeropuertos civiles, mil 991 tiendas, 27 centros comerciales e incluso 106 mil 140 automóviles privados”, entre otros.
Rusia no ha quedado inmune a los estragos de la guerra que ella misma generó, la muerte envuelta en cifras también alcanza al enemigo de Kiev: para el 20 de julio pasado, el director de la CIA, William Burns, estimaba en 15 mil militares rusos muertos.
Para el 8 de agosto, el Pentágono enmendaba a la CIA: “Los rusos probablemente han sufrido entre 70 y 80 mil bajas en menos de seis meses”, aclaraba el subsecretario de Defensa, Colin Kahl.
Datos más conservadores -y no emanados de aliados directos de Ucrania y a quienes le conviene publicar cifras que atisben alguna derrota de Moscú-, hablan de al menos 56 mil muertos del lado ruso. Incluso a principios de agosto, Zelenski tenía datos más bajos: 43 mil.
Mientras tanto, el Kremlin guarda silencio y obliga a la prensa del país a callar. Desde hace cinco meses no menciona el tema cuando el 25 de marzo afirmó que habían muerto mil 351 soldados y se resguarda en la ley: las bajas durante una confrontación son un secreto de Estado en Rusia y revelarlas se castiga con hasta siete años de prisión.
Además, de acuerdo al FMI, la economía de Rusia se contraerá 6 por ciento este año como consecuencia de la reacción occidental que, al parecer, Putin jamás contempló fuera tan contundente y coordinada.
Golpe ruso al mundo
Esta es la guerra más grande en Europa desde 1945 y aunque, hasta ahora, está contenida al territorio ucraniano, sus consecuencias se reflejan en el mundo entero y de forma particular sobre el Viejo Continente.
Como efecto dominó, además de lo que implica el costo de recibir a millones de refugiados, la agresión rusa ha sacudido al mercado energético mundial y atizado de forma contundente en el alza de los precios del combustible, la inflación en general y la escasez de alimentos.
El Programa de Desarrollo de la ONU estima que el aumento de los precios de los alimentos y la energía ha provocado que 71 millones de personas, a nivel mundial, entren en las estadísticas de la pobreza. Los precios del gas en Europa, esencial para la electricidad y la calefacción en hogares y fábricas, son 15 veces más altos en promedio desde que Moscú inició la agresión a Ucrania.
Y es que Rusia tiene un tanto a su favor, la llave que abre, y sobre todo, cierra, el gas a Europa la maneja en gran medida Putin. La contracción de la economía en el continente ha provocado que el euro esté en su nivel más bajo en dos décadas frente al dólar en estos días.
Sí, todo apunta a que Putin subestimó la reacción de Europa y de Estados Unidos no sólo en la contundencia de una respuesta conjunta, sino en su advertencia para contener la ampliación de la OTAN a la zona de influencia de la vieja Rusia zarista que la URSS heredó y se desgajó tras su caída.
Su amenaza envalentonó a la Alianza Atlántica en vez de contenerla y la revivió tras el desdén con que la trató Donald Trump. Hoy Suecia y Finlandia se enfilan para ser sus nuevos miembros.
Salida lejana al conflicto
Todo parece indicar que será un conflicto prolongado, incierto en sus opciones de salidas. A nivel del terreno de batalla, la perseverancia y la resistencia en este duelo de “vencidas”, que hasta este momento parece inmovilizado por el choque de las fuerzas contrarias, será un factor clave.
Kiev clama más ayuda militar de Europa para continuar su lucha, Moscú necesita táctica y paciencia y evitar que las bajas de sus soldados permeen en los corazones de las familias rusas que, entonces sí, cuestionarán la incursión de Putin.
En Europa, el invierno será una clave determinante, su crudeza y la escasez de un energético barato y eficiente para hacerle frente pueden provocar no sólo apatía sino incluso hartazgo al conflicto en Ucrania y pedir un acuerdo con Rusia.
Y desde luego, la economía y la amenaza de una recesión, no sólo en Europa sino en todo el mundo, jugarán como elementos primordiales en el escenario de la guerra que el canciller alemán, Olaf Scholz, calificó como un “punto de inflexión en la historia”. Eso y que en 2024 habrá tres elecciones presidenciales: en Ucrania, Rusia y Estados Unidos.
Por lo pronto, Zelenski afirmó hoy, en su discurso del Día de la Independencia, en un mensaje que refleja un largo tramo: “¿Qué es para nosotros el final de la guerra? Antes hablábamos de paz; ahora hablamos de victoria”. Y Putin no se quedará callado.
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