El muro cayó. Pero 30 años después, y pese a los grandes esfuerzos de cohesión, persisten las diferencias económicas, sociales, políticas y culturales entre el este y el oeste.
Un ejemplo de la cicatriz: Kronach, el distrito bávaro al sur de la frontera, en la antigua Alemania occidental, disfruta de una renta per cápita arriba de los 31 mil euros; su vecino del norte, el distrito de Saalefeld-Rudolstadt, de la extinta República Democrática (RDA), tiene una renta per cápita menor a los 24 mil euros. Más de siete mil euros en apenas unos metros.
La frontera puede verse en otros indicadores. La tasa de desempleo en Turingia el pasado agosto era de 5.3 por ciento cuando en Baviera era de 2.9 por ciento. También es evidente en la demografía. La edad media entre los bávaros es de 43.6; mientras que la de Turingia es de 47 años.
Ésta es la regla, no la excepción. El último informe anual sobre el Estado de la Unión Alemana, presentado en septiembre, reconoce que el poder adquisitivo del Este supone 75 por ciento del de la Alemania Occidental y que los salarios brutos y la renta disponible equivalen al 85 por ciento del de la otra mitad del país.
Miles de millones de euros fluyeron al este (a costa de la parte occidental), donde se levantaron bloques de viviendas y fábricas, se revitalizaron centros urbanos e infraestructuras públicas, colegios y hospitales y conexiones de alta velocidad para internet, pasando por carreteras y vías de ferrocarril. Sin embargo, persisten las diferencias
En las elecciones europeas de mayo, el ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) obtuvo en Kronach apenas 9.3 por ciento de los sufragios. En Saalefeld-Rudolstadt quedó como primera fuerza, con 27.6 por ciento de los votos.
Los buenos resultados de la ultraderecha en el este alemán están muy ligados con el pasado reciente de la región, según el consultor argentino Franco Delle Donne, coautor del libro Factor AfD.
Muchos creían que este proceso político iba a servir para “solventar los problemas de la región” y ponerla “a la misma altura política, social, económica y cultural” que el oeste. “Treinta años después están en inferioridad de condiciones”, asegura.
El filósofo Michael Bittner, columnista de diario Sächsische Zeitung, asegura que muchos alemanes del este “se sienten de segunda clase”. El informe sobre el Estado de la Unión Alemana pone cifras a ese sentimiento: 57 por ciento se considera “alemán de segunda” y solo 38 por ciento cree que la reunificación fue exitosa.