Una década después de una ola de suicidios en France Télecom –ahora bajo el nombre de Orange- que se cobró la vida de 19 empleados, la justicia francesa dio por terminado el juicio contra el gigante de las telecomunicaciones y su ex presidente por "acoso moral".
La investigación se abrió en 2009 sobre la base de las denuncias de los sindicatos del operador de telecomunicaciones, que se quejaban de unos métodos de gestión del personal "de una extrema brutalidad", algo que ponían en relación con las 19 personas que se suicidaron en tres años.
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El Ministerio Público reprocha a Orange haber creado las condiciones de un clima de ansiedad para la plantilla y alude a 39 víctimas, de las cuales 19 acabaron con su vida, 12 tuvieron alguna tentativa y otras 8 sufrieron algún episodio de depresión.
El origen de la ola de suicidios
En el origen de todo estuvo en la reestructuración anunciada en 2006 por la dirección de la compañía estatal, la cual preveía la salida en tres años de 22 mil de sus empleados como consecuencia de una privatización parcial, cuando sus efectivos totales eran de 120 mil personas.
Los dirigentes de France Télécom implementaron un amplio programa de restructuración: los planes NExT y Act tenían como objetivo transformar en tres años France Télécom, logrando una reducción de plantilla de 22 mil personas, sobre un total de 120 mil empleados. Además, unas 10 mil personas debían cambiar de puestos de trabajo.
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La empresa (operador público privatizado en 2004) figuró entre los acusados como persona moral. Didier Lombard, que dirigió France Télécom de 2005 a 2010, fue juzgado junto al ex número 2 de la empresa, Louis-Pierre Wenes y el ex director de Recursos Humanos, Olivier Barberot.
Fueron acusados de "acoso moral", definido por el código penal como "acciones reiteradas que tienen como objeto o generan el efecto de una degradación de las condiciones de trabajo". Otros cuatro responsables, juzgados por "complicidad", pueden ser condenados a un año de cárcel y 15 mil euros de multa (75 mil euros para la empresa).
La ola de suicidios en 2008 y 2009 condujo a la imputación de France Tèlécom, que en 2013 adoptó la denominación oficial de Orange.
Este fue un juicio sobre el acoso moral institucional, diferente de los clásicos en los que hay un vínculo directo entre el presunto autor y su víctima.
"Vida rota"
Los acusados fueron juzgados por sus opciones empresariales estratégicas, sino por sus métodos. En la primera querella interpuesta, el sindicato SUD hablaba en 2009 de una "gestión de una extraordinaria brutalidad".
Los jueces de instrucción detallaron que "los dispositivos de desestabilización del personal" destacando los "controles excesivos", la "marginación de los empleados", y las "múltiples reorganizaciones".
Los jueces obtuvieron los casos de 39 empleados: 19 de ellos se suicidaron, 12 intentaron hacerlo, y ocho padecieron depresiones y tuvieron que cesar su trabajo.
Antes de iniciarse el proceso, varios centenares de personas, militantes sindicales, ex empleados y asociaciones de víctimas se congregaron ante el tribunal.
"Lo que esperamos es que los antiguos dirigentes de France Telecom sean condenados" declaró Patrick Ackermann, representante del sindicato SUD. "Espero que esos directivos digan que lo sienten, que admitan que traspasaron todos los límites", agrega.
Entre los manifestantes figuraba también Béatrice Pannier, de 56 años, que entró en France Telecom en 1982, encargada de la atención telefónica al público, y que está de baja médica desde 2011 tras un intento de suicidio en su lugar de trabajo.
La mujer leyó una carta que dirige a Didier Lombard, en la que le pide "disculpas públicas".
"Hoy, mi vida ha quedado rota", aseguró, con la voz temblorosa. Pero añadió: "Ha sonado la hora de la verdad".
“Sacarlos a como diera lugar”
El Ministerio Público reprochó a Lombard haberse mostrado "ciego y sordo" ante el sufrimiento de algunos empleados, que consideran que provocó los suicidios con los métodos de gestión que aplicó.
De acuerdo con el relato de la acusación, Lombard y los otros encausados tenían conciencia de las consecuencias de esos métodos, a los que recurrieron precisamente para poner a los trabajadores bajo presión y en una situación incómoda.
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Un ejemplo de las prácticas que condujeron a ese ambiente eran, según los instructores, los objetivos de reducción de efectivos que se asignaban a las direcciones locales, así como algunas "frases funestas" de Lombard.
Se le atribuye al ex presidente -aunque él lo niega- haber dicho que tenía intención de sacarse de encima a empleados "de una forma u otra, por la ventana o por la puerta".
Con información de El Mundo.
jos