Los homosexuales y otros grupos marginados por la Iglesia —como los pobres y los explotados— merecen una disculpa, afirmó el papa Francisco.
A bordo del avión rumbo a Roma tras un viaje a Armenia, al pontífice se le preguntó si estaba de acuerdo con uno de sus principales asesores, el cardenal alemán Karl Marx, quien dijo durante una conferencia en Dublín en los días posteriores al ataque a un bar gay en Orlando que la Iglesia les debe una disculpa a los homosexuales por haberlos marginado.
Francisco respondió con una variante de su famoso comentario "¿Quién soy yo para juzgarlos?" y una repetición de la enseñanza de la Iglesia de que los gays no deben ser discriminados, sino tratados con respeto.
Dijo que algunos comportamientos politizados de la comunidad homosexual pueden ser criticados por ser "un poco ofensivos para otros", pero agregó: "Alguien que tiene este estado, que tiene buena voluntad y que busca a Dios, ¿quiénes somos nosotros para juzgarlo?"
"Debemos acompañarlos", afirmó Francisco.
"Creo que la Iglesia no sólo debe ofrecer disculpas... a una persona gay a la que ofendió, sino debemos ofrecer disculpas a los pobres, a las mujeres que han sido explotadas, a los niños obligados a trabajar, ofrecer disculpas por haber bendecido tantas armas" y por no haber acompañado a las familias que enfrentaban divorcios o que experimentaban otros problemas, agregó.
Francisco expresó su "¿quién soy yo para juzgarlos'" durante su primera conferencia de prensa a bordo de un avión en 2013, lo que se convirtió en la señal de una nueva era de aceptación y de bienvenida para los gays en la Iglesia.
Después el pontífice se reunió con fieles homosexuales y transgénero, y quizá aún más significativamente, al responder a las afirmaciones de que se había entrevistado con Kim Davis, una mujer opuesta al matrimonio gay, durante su visita a Estados Unidos, dijo que la única reunión personal que sostuvo en Washington fue con un ex alumno homosexual y su pareja.
Sin embargo, a pesar de esas expresiones de apertura, muchos católicos homosexuales aún aguardan avances después de que una consulta de dos años en la Iglesia en torno a problemas de la familia no logró establecer caminos pastorales nuevos y concretos para ellos.