Igual que su padre, Felipe VI da discurso en medio de crisis

El Rey de España dio un mensaje fuera de cualquier acto público en torno a la crisis institucional que afronta el país, tras los votos del referendo para la independencia catalana.

El silencio del rey comenzaba a generar críticas en medio de la peor crisis institucional que afronta España posiblemente desde aquella que su padre a
DPA
Madrid /

El país es diferente, el reto institucional también, pero el objetivo que buscó el rey Felipe VI recordó al que consiguió su padre durante el intento de golpe de Estado de 1981: hablar a España para representar seguridad institucional en una hora de tensión e incertidumbre.

Ambas sensaciones recorren el país en una semana clave: días después del referéndum soberanista no autorizado en Cataluña, con las imágenes aún frescas de la violencia que dejó la jornada y ante una posible independencia unilateral de la región en cuestión de días, lo que abriría un escenario inédito e imprevisible.

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El silencio del rey comenzaba a generar críticas en medio de la peor crisis institucional que afronta España posiblemente desde aquella que su padre ayudó a sortear hace 36 años.

Por eso el anuncio de su primer mensaje a la nación fuera de cualquier acto -una medida reservada a situaciones excepcionales que su padre usó solo en cuatro ocasiones en 39 años de reinado- generó una expectativa inmensa.

En una escenificación austera, flanqueado en su despacho por la bandera española y la europea, Felipe combinó las advertencias sobre la "extrema gravedad" que plantea el desafío independentista en Cataluña con pedidos de confianza: "son momentos difíciles, pero los superaremos".

Pero fue la contundencia institucional el tono que dominó su discurso. "Desde hace ya tiempo, determinadas autoridades de Cataluña, de una manera reiterada, consciente y deliberada, han venido incumpliendo la Constitución y su Estatuto de Autonomía", dijo con gesto adusto y resaltando deliberadamente algunas palabras.

No correspondía al rey anunciar medidas, pero sí enviar mensajes. Y uno de ellos tuvo forma de instrucción: "Es responsabilidad de los legítimos poderes del Estado asegurar el orden constitucional y el normal funcionamiento de las instituciones, la vigencia del Estado de Derecho y el autogobierno de Cataluña".

La frase vale como apoyo sin reservas a las decisiones que deba adoptar el Gobierno de España para responder los próximos días a una posible ruptura unilateral del país. "Acabamos de escuchar el mensaje más contundente de un monarca parlamentario en Europa en décadas", diagnosticó el diario "El Mundo" tras el discurso.

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Como se esperaba, el discurso no gustó a todos. Líderes de izquierda o nacionalistas criticaron que no incluyera menciones a los heridos en choques con la policía el domingo o una oferta de diálogo al Gobierno catalán. "Ninguna solución. Ninguna mención a los heridos. Ninguna apelación al diálogo. Discurso irresponsable e indigno de un jefe de Estado", criticó la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau.

Pero más allá de valoraciones, el hecho de que el rey se estrenara hablando al país en otro momento histórico para España recordó la situación vivida por su padre el 23 de febrero de 1981.

La España que entonces luchaba aún por cerrar heridas de la Guerra Civil (1936-1939) y la dictadura franquista (1939-1975) afrontó su mayor desafío en el camino democrático cuando un grupo de militares irrumpió a tiros en el hemiciclo del Congreso de los Diputados al grito de "¡Al suelo todo el mundo!" en un intento de golpe de Estado.

Apoyado por unos 200 oficiales de las Fuerzas Armadas y de la Guardia Civil, el teniente coronel Antonio Tejero paralizó la respiración de la joven democracia, que había celebrado sus primeras elecciones apenas cuatro años antes y forjaba consensos que no podían dejar satisfechas a todas las partes.

"Nadie salió a la calle, nadie quedó bien, nadie lo hizo bien", resumió sobre esa noche el escritor Javier Cercas, que diseccionó esas horas de desconcierto, miedo y tensión en "Anatomía de un instante", Premio Nacional de Narrativa en 2010.

Sí salió el rey Juan Carlos. Con 43 años de edad -seis menos que los que tiene hoy su hijo- y poco más de cinco en el trono, apareció en televisión a las 1:23 horas de la madrugada del 24 de febrero vestido con uniforme militar como jefe de las Fuerzas Armadas. Y lanzó una advertencia clara a los golpistas.

"La Corona, símbolo de permanencia y unidad de la patria, no puede tolerar acciones o actitudes de personas que pretenden interrumpir por la fuerza el proceso democrático", proclamó.

Interpretaciones aparte, la mayoría de historiadores creen que ese mensaje no solo fue decisivo para frustrar las esperanzas de los golpistas, que se rindieron tras casi 18 horas, sino que también salvó la institución monárquica y la democracia.

Es la última y definitiva diferencia entre el discurso pronunciado hoy por Felipe y el que hace 36 años envió su padre: el desenlace de la crisis que vive ahora España es cualquier cosa menos previsible. El éxito del rey en su intento de aportar serenidad a un momento turbulento está aún por verse.

JOS

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