La alcaldesa de Bogotá, Claudia López, pidió perdón por los abusos policíacos contra Javier Ordóñez, en una ceremonia que reunió a familiares de muertos y heridos durante las sangrientas protestas que estallaron hace cinco días contra la violencia policial en Colombia.
En un evento cerrado para evitar aglomeraciones en la pandemia, unas 150 personas fueron convocadas en la Plaza de Bolívar, el centro político del país. La mandataria local pidió perdón por cada una de las víctimas mortales, en su mayoría jóvenes presuntamente baleados por miembros de la policía.
"Reconocer la gravedad de lo ocurrido (...) honrar la memoria de las víctimas y el dolor de sus familias es el primer paso indispensable para construir un proceso de verdad y justicia que posibilite uno de reconciliación", añadió López mientras varios espectadores rompían en llanto.
Las manifestaciones comenzaron el miércoles en rechazo al presunto homicidio de Javier Ordóñez, un ingeniero que recibió un brutal castigo por parte de dos policías. En las protestas posteriores fallecieron 13 personas, la mayoría a tiros. Además, 178 civiles quedaron heridos, de los cuales 75 tenían lesiones de bala, según la alcaldesa.
De los disturbios y choques entre manifestantes y la fuerza pública también resultaron heridos 194 uniformados, aunque la policía no ha precisado cuántos de ellos por heridas de bala. Varios puestos de mando conocidos como el Comando de Acción Inmediata (CAI) fueron atacados.
López denunció el "uso indiscriminado de armas de fuego" por parte de la fuerza pública, pese "a las claras instrucciones impartidas (...) para que nunca se usen armas letales" durante las manifestaciones. En medio del evento, Bryan Baquero, que perdió a su hermana Angie de 19 años, tomó la palabra.
"Estamos viviendo un momento de tristeza, dolor, angustia", dijo conmovido.
La víspera la alcaldesa publicó en sus redes sociales una invitación al evento para el presidente Iván Duque, escrita con su puño y letra. Pero el mandatario no asistió a la ceremonia.
"Aquí debería estar el presidente, debería estar la policía nacional", extrañó Mayra Páez, viuda de Jader Fonseca, de 17 años. "A mi esposo no fue una bala perdida [lo que lo mató], fueron cuatro tiros, a él lo acribillaron", añadió afectada.
La muerte de Javier Ordóñez, detonante del descontento en las calles, está en investigación. Su caso evocó el del afroamericano George Floyd. Su muerte en mayo asfixiado en Minneapolis por un policía blanco que desoyó sus suplicas mientras lo inmovilizaba en una detención, desató una ola de protestas a lo ancho de Estados Unidos.
El padre Francisco de Roux, superior de la comunidad jesuita de Colombia, se preguntó durante la ceremonia: "¿Por qué los mataron? ¿por qué había esa idea de que las armas se pueden usar para irrumpir contra la protesta legítima?".
¿Quién fue Javier Ordóñez?
"Ya, por favor, no más", se ve suplicar a Javier Ordóñez mientras dos policías lo presionan contra el suelo. La cámara se apaga y continúa un calvario incierto que termina con su muerte. Era un desconocido, pero hoy es el rostro de las protestas contra la violencia policial en Colombia.
Dejó huérfanos a dos niños de 11 y 15 años, una novia destrozada y sueños truncados. Era ingeniero aeronáutico y estaba a punto de graduarse como abogado a la edad de 43. Pero su verdadero sustento era el comercio y la renta de un taxi propio.
"Lo que más me duele es la forma en que me lo mataron (...) sin piedad, esa tortura, me imagino lo que habrá sufrido", dice Maura Dotti, de 33 años y novia de Javier durante los últimos cinco.
Sus allegados coinciden en que tenía un sello personal: el carisma. Los "chistes" siempre en la punta de la lengua, tenía un "vozarrón" que se escuchaba desde lejos, era un hombre "de corazón muy noble", recuerda la "mona", término local para referirse a una rubia, como le decía Javier a su pareja.
De abuelo italiano y madre de una hija de 14 años, Maura asegura que Javier era "excelente" padre y padrastro. Tenía planeado terminar de estudiar Derecho y viajar al "exterior, para hacer una especialización (...) en Barcelona, donde está la mamá", cuenta la mujer.
Cuando estaba con sus hijos "eran tres niños juntos", dice Angélica Garzón, psicóloga y ex esposa de Javier. Tras diez años de matrimonio y cinco de divorcio, mantenían una relación "cordial". Él "era capaz de sacarse el pan de la boca por ayudar a otra persona y no le gustaba la injusticia", dice la madre de 37 años.
Aunque su muerte despertó un rechazo masivo en las calles, en redes sociales y algunos medios de comunicación también circulan "noticias falsas" para "desvirtuar la realidad", según Angélica. Lo tildaron de revoltoso, alcohólico y agresivo.
"Claramente no lo conocían (...) es como justificar que los actos que se cometieron los merecía y ningún ser humano merece morir de esa manera", reprocha la mujer.
La familia se conmueve con las protestas, pero es enfática en repeler la violencia y los destrozos. Su familia insiste en que "Javier murió en un acto demasiado violento" y no quieren "más violencia".
"Si esto le hubiera pasado a otra persona estoy completamente segura que él no se hubiese quedado callado ante un acto tan reprochable", concede Angélica. Porque aunque "siempre fue muy respetuoso" de la fuerza pública, incluso prestó servicio militar, era "crítico de los abusos hacia cualquier persona y de cualquier persona (...) Le dolía su país", añade.
El miércoles, Javier fue detenido cuando salía a comprar licor y falleció tras ser llevado a un puesto policial en circunstancias que son investigadas. Un video que se hizo viral muestra cómo dos uniformados lo someten a varias descargas con un arma eléctrica y desoyen sus ruegos.
"Cuando se apaga la cámara y se lo llevan a la estación de policía a él lo siguen golpeando dentro de la patrulla donde lo llevan y de ahí para allá lo siguen golpeando y al interior del CAI lo terminan de rematar", denuncia el abogado defensor, Vadith Gómez.
Esa noche, Maura estaba acompañando a su madre enferma.
"A la 1:45 de la mañana (...) me llamó Juan David [un amigo] y me dijo 'Maurita nos mataron a Javier, nos lo mataron los policías'", dice con tristeza. "Me volví loca, me levanté, no sabía qué hacer, me fui para la clínica", recuerda.
Los médicos le dijeron que Javier había llegado muerto y con "golpes contundentes en la cabeza y el cuerpo". La defensa pide justicia por los delitos de "tortura y homicidio agravado". Siete uniformados están siendo investigados.
Su ex esposa Angélica sabe que los niños "no van a recuperar a su padre", pero confía en que esta "tragedia (...) no quede impune".
Cree que a Javier le gustaría ser recordado "como una persona que no murió en vano. Que su muerte sirvió por lo menos para que cambiaran muchas cosas (...) entre ellas el abuso de la autoridad", reflexiona su ex esposa.
dmr