"En el barrio Memorial Sandino, las calles eran de tierra. En verano era puro polvo y en invierno un lodazal, nuestro gobierno revolucionario ha mejorado la situación, hasta semáforos puso para que vivamos mejor", afirma, convencida, Juana Izaguirre.
"Soy sandinista de convicción desde chavala", el gobierno ha hecho buenos proyectos para la gente y "lo he vivido en mi persona", asegura a detallando que a sus 47 años ha estudiado computación y obtuvo un diploma de liderazgo.
Izaguirre, una promotora social de baja estatura y piel morena, retrata a un segmento de la población de Nicaragua que sigue fiel al Frente Sandinista y al presidente Daniel Ortega, quien el 19 de julio de 1979 emergió como el líder de una insurrección popular que depuso al entonces dictador Anastasio Somoza.
Ahora, 39 años más tarde, Ortega encadena un nuevo ciclo de 11 años en el gobierno, en medio de una oleada de protestas reprimidas con violencia desde hace tres meses por fuerzas progubernamentales, con saldo de unos 280 muertos. Lo que le ha valido comparaciones con el régimen de Somoza.
El barrio Memorial Sandino, en cuya entrada principal destaca una silueta de metal del sombrero del héroe nacionalista Augusto Sandino, se encuentra al sureste de Managua bordeado por dos pistas de circunvalación.
Ortega retornó al poder en 2007 aupado por una generosa ayuda venezolana estimada en unos 500 millones de dólares anuales, con los cuales impulsó planes sociales de viviendas, calles, electrificación, subsidios al pasaje de autobús y engrosó la planilla estatal.
Esa ayuda se secó con la crisis de Venezuela en los últimos años.
No de esa manera
"El comandante", como le dicen sus seguidores, "nos ha ayudado a salir de la pobreza, nuestro país estaba bien maltratado" por los gobiernos previos al regreso de Ortega, manifestó Izaguirre, madre de cinco hijos.
Ortega, un exguerrillero de 72 años, enfrenta una profunda crisis política que detonó el 18 de abril por una fallida reforma al sistema de pensiones que, tras la muerte de manifestantes por la represión gubernamental, derivó en la demanda de su salida anticipada del poder.
La violenta represión a las protestas ha dejado, además de los muertos, casi dos mil heridos y condenas de numerosos países que piden un cese de la represión. Pero Ortega aún tiene un 30 por ciento de respaldo, según un sondeo de mayo de la firma Cid Gallup.
Cristina Osejo, de 54 años, dueña de una coctelería en el puerto Salvador Allende de Managua, una de las joyas de turismo construidas por el gobierno sandinista, forma parte de ese respaldo.
"Si el pueblo puso al presidente, el pueblo tiene que quitarlo, pero no de esa manera, matando a toda la gente", dijo, criticando a las protestas.
Impacto de la crisis
La polarización que vive el país impactó al sandinismo que ha visto la destrucción de sus símbolos, como la quema de su bandera roja y negra en plazas públicas o el derribo de los "árboles de la vida", estructuras de metal en forma de árbol que simbolizan el poder de la vicepresidenta Rosario Murillo, su gestora.
Ciudades como Masaya, León, Estelí, Matagalpa y los barrios orientales de Managua, otrora bastiones de la lucha contra la dictadura de Somoza, se han volcado ampliamente contra Ortega.
El mandatario, que califica las protestas como un intento de golpe de Estado, lanzó a inicios de julio una ofensiva para "liberar a las ciudades" de los tranques (bloqueos), que llegaron a cubrir el 70 por ciento de las vías en el país.
"Vamos avanzando en la liberación de nuestro territorio (...) estamos asumiendo como gobierno la reconstrucción de la paz que nos quisieron arrebatar, es un enorme reto, un desafío y tenemos la confianza que vamos a lograrlo", ha dicho Murillo.
La ayuda venezolana y un acuerdo con el gran capital permitieron a Ortega gobernar hasta ahora sin tropiezos, con programas sociales que le dieron respaldo popular.
Sus adversarios le critican por corrupción y nepotismo en su gobierno, pero para seguidores como Izaguirre, esos son "inventos" de la derecha. Ella defiende sin titubeos "nuestro gobierno".
Para ella, las denuncias de represión contra manifestantes con el uso de fuerzas combinadas de la policía y paramilitares encapuchados, son una mentira opositora porque "los únicos que andan tirando balas son ese poco de pandilleros y ladrones", sostiene.
No trabajamos en paz
Pequeños y grandes negocios han cerrado sus puertas afectados por la crisis y el gobierno modificó su proyección de crecimiento económico para este año de 4.9 a 1 por ciento.
Aunque analistas independientes estiman que, de prolongarse la crisis, la economía se contraerá hasta 5.4 y más de 200 mil empleos se habrán perdido.
"Estamos orando a Cristo para que todo se calme, para mí no es correcto (las protestas) porque todos sufrimos, no trabajamos en paz, he perdido de ganar en varias ferias", los mercados callejeros temporales, se quejó Osejo.
"Estos chavalos (estudiantes) no conocen de la guerra. Yo viví la guerra cuando Somoza y nuestros padres nos metían en un hoyo porque pasaban los aviones bombardeando; los pobres somos los que sufrimos", recalcó.
jamj