Cuando Andrea Hernández Núñez, de 7 años de edad, entró a su aula aquel viernes seis de mayo no podía tener ni idea de que ella, sus amigos y los maestros de la emblemática escuela pública Concepción Arenal de Ponte serían parte de uno de los acontecimientos más trágicos que ha padecido La Habana en los últimos 40 años.
Llegó de la mano de su madre sonriente y habladora como siempre y tres horas después de iniciar las clases, ella y sus 393 compañeros tuvieron que ser protegidos por la maestra, Rosa Cala, del horror que invadió buena parte de La Habana Vieja. Sobre las 11:00 de la mañana, una enorme explosión, originada por un escapa de gas licuado, destruía al inmueble vecino de la escuela: el hotel Saratoga.
Contó a MILENIO la madre de Andrea que entonces “las ventanas estallaron, el portón principal reventó, algunos niños recibieron cortaduras, hubo gritos y confusión, pero la mayor parte pudo ser sacada de la escuela por una puerta que da al comedor”.
No obstante, “La Concepción Arenal”, como le dicen los cubanos desde hace décadas, se mantuvo erguida en sus tres pisos montados sobre imbatibles columnas de hierro fundido.
“La explosión respetó nuestra herencia gallega”, dicen algunos; “Dios puso su mano”, aseguran otros. Y lo cierto es que la escuela sigue ahí, aunque de momento las clases tengan que continuar en otras instalaciones cercanas.
Un monumento a la presencia de Galicia en Cuba
“Somos así, tenemos de congo y carabalí”, dijo cierta vez el poeta nacional Nicolás Guillén en referencia a ese ajiaco que da cuerpo a la nacionalidad cubana de blancos europeos, negros africanos, chinos y los contados nativos que sobrevivieron a la conquista española o al encuentro entre dos culturas, como se le quiera llamar a aquella invasión bárbara.
Y la escuela de Andrea y sus amigos además de llevar el nombre de doña Concepción Arenal de Ponte, penalista, periodista y escritora gallega, fue levantada en el mismo lugar en el que en 1879 se fundó el Centro Gallego de La Habana, porque allá, en Galicia, se encuentra una de las raíces de la cubanidad.
“Esa es una escuela antiquísima, que antes de la revolución administraban las sociedades gallegas, priorizando a sus afiliados y aceptando también a los muchos del barrio; ha formado a decena de generaciones de cubanos”, recordó la economista Ana Teresa Pérez, evocando tiempos en que en la Habana Vieja coexistían las escuela públicas y privadas, dicotomía que desapareció después de 1959 a favor de la enseñanza sin costo.
Hasta comenzar la tarde de este lunes, se reportaban 35 muertos a causa de la explosión en el Saratoga, cifra que va en aumento en la medida que avanza la retirada de escombros y se llega a algunos cuerpos sin vida. Entre los fallecidos hay cuatro menores de edad, pero al parecer la mayoría no iba a las aulas con Andrea, quien “mañana —dice su mamá— volverá a otra de las escuelas del barrio que se han preparado al efecto”.
La emblemática escuela se mantiene en pie aunque “hasta que no terminen los trabajos en frente —de las ruinas del Saratoga—, se haga una evaluación técnica del edificio y se garantice su seguridad, los niños seguirán en otra escuela”, afirman dirigentes del gobierno de La Habana.
En tanto, los días, las horas siguen su curso y solo el tiempo dirá hasta dónde este desastre podrá ser olvidado por Andrea y sus amigos, y hasta cuándo La Concepción Arenal seguirá participando en la formación de los cubanos.
dr